Como ocurre con todas las recetas tradicionales, de los escaldums hay tantas versiones como familias, pues cada una tiene la suya. En la mía se prepara con pollo, aunque también hay quien lo prepara con pavo. No sé si es porque el aroma y el sabor de este plato me recuerda a mi infancia, pero es mi guiso de pollo preferido. Os aseguro que vale la pena probarlo.
No he encontrado referencias de dónde proviene el nombre de esta receta, puede ser que el término escaldums venga de la palabra escaldar, pero eso es una suposición mía y no estoy muy segura pues los ingredientes no se escaldan sino que hierven. Lo típico es prepararlo en una greixonera o cazuela de barro, pero por supuesto sale igual de delicioso en una cazuela de otro material.
Empezamos salpimentando los trozos de pollo y friéndolos en una cazuela con aceite de oliva. Retiramos el pollo y en el mismo aceite sofreímos la cebolla, que debe quedar bien hecha, más que trasparente. Agregamos el pollo de nuevo, el vino y el agua, lo dejamos cocer. Cuando hierva, añadimos una pizca de pimentón dulce, de clavo y de canela.
Mientras cuece, pelamos las patatitas, las freímos aparte y las añadimos a la cazuela. Agregamos un poco de agua, pero no demasiada porque tiene que quedar una salsa espesa y las almendras picadas. Removemos, rectificamos de sal y dejamos cocer hasta que esté todo ligado.
Con qué acompañar los escaldums
Es obligado acompañar esta receta de escaldums con una copa de vino tinto y una buena hogaza de pan payés, para mojar la deliciosa salsa que se forma. Los escaldums deben servirse muy calientes, y os recomiendo prepararlos con un día de antelación, pues como todos los guisos gana mucho con un reposo.