En la búsqueda de bebidas sin alcohol para tomar en la terraza de un bar que tampoco sean una bomba de azúcares o edulcorantes, el ginger ale es una buena opción a tener en cuenta. En casa podemos hacer la versión casera fácilmente, más barata y a nuestro gusto, con muy pocos ingredientes.
El primer ginger ale registrado de la historia lo creó un farmacéutico de Belfast a mediados del siglo XIX, si bien pronto surgirían nuevas versiones. Se popularizó como bebida carbonatada para mezclar con alcohol en la elaboración de cócteles y combinados y también como bebida por sí misma, muy popular aún para tratar problemas digestivos leves. Lo que nos interesa a nosotros es su poder refrescante y sabroso, perfecto para los meses de más calor.
Básicamente consiste en una infusión de jengibre tomada fría y carbonatada, endulzada al gusto pero sin que resulte muy empalagosa, pues el ginger ale tradicional tiene muy pocas calorías. Se asemeja a la cerveza de jengibre o ginger beer, con la diferencia de que no está fermentada, no tiene nada de alcohol y se puede preparar y beber, por tanto, al momento.
Para preparar una buena jarra o garrafa de ginger ale casero necesitas una botella de agua con gas, una pieza mediana de jengibre fresco, limón y agua mineral natural -o del grifo-. Si quieres darle un toque dulce prepara un almíbar simple o añade directamente un poco de azúcar o panela, o edulcorante si quieres ahorrar más calorías.
Pela, trocea y tritura o licúa el jengibre con un vaso de agua, pásalo por un tamiz o colador fino y mezcla ese jugo con el agua con gas, 30 ml de almíbar o edulcorante al gusto y zumo de limón, unos 15-30 ml. Sírvelo muy frío con hielos, ajustando las cantidades de cada ingrediente según te guste más o menos intenso y aromático.
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