La única forma en la que concibo seducir con una piña es preparando el cóctel más mítico con el que viajar al Caribe

Siempre hay una excusa para reivindicar uno de los cócteles más clásicos y que siempre funcionan

Sea estrategia de marketing o nueva moda viral inesperada, que terminemos el mes de agosto hablando de ir a ligar al supermercado echando una piña al carro es algo que nadie se esperaba. Será cosa de flor de un día, pero si la tontería ha llenado los hogares de piñas esperando ser consumidas, habrá que darles uso.

Por sí sola la piña es una fruta que nos encanta en recetas dulces y saladas, muy ligada en España a Navidad, por absurdo que suene. En estas fechas queremos reivindicar la forma más fácil de aprovecharla y, ya de paso, encadenar con su supuesta utilidad para el ligoteo, agasajando a la persona de interés con una piña colada casera recién hecha.

Con poca graduación alcohólica, si se compara con otros cócteles y combinados clásicos, la piña colada es una bebida que reniega de su carácter viejuno porque sigue funcionando sin saber de modas. Su textura cremosa, sabor dulzón sin empalagar, carácter refrescante y aromas tropicales hacen que sea uno de los cócteles clásicos imbatibles e inmortales.

Así que ya sabes, si tienes una de estas frutas en casa o de repente te apetece mucho comprar una, aprovecha para sacar el zumo de la piña natural o tritúrala entera sin colar antes de mezclarla con lima, ron y leche de coco. Servida en copas bonitas y con un poco de maña en la decoración, es un cóctel ideal para despedir las vacaciones de verano o disfrutar del fin de semana en cualquier momento y buena compañía.

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