La salsa pesto es una de las salsas italianas más internacionales del panorama gastronómico. Sencilla de elaborar, la casera no tiene rival ni se puede comparar con cualquiera de las que podamos comprar ya hechas. En esta ocasión he preparado una nueva versión de pesto con ricotta y parmesano, el pesto blanco.
Sí os animáis a preparar esta salsa debéis saber que dura unos cuatro o cinco días en la nevera en perfecto estado. Si no le vais a dar salida en este tiempo, la podéis congelar en pequeñas cantidades e ir utilizándola de poco en poco.
Este pesto blanco tiene un sabor tan potente que con tan sólo una pequeña cantidad podemos aderezar un buen cuenco de pasta. Es por ello que un bote de pesto da mucho de sí y que, si tenemos a mano ideas para su uso, podremos sacarle todo el partido posible antes de que se eche a perder.
Retiramos la corteza del pan y nos quedamos solo con la miga. Pesamos la cantidad indicada, es decir, 40 gramos. La introducimos en el vaso de una batidora y añadimos el queso ricotta, el queso parmesano, la albahaca fresca, el diente de ajo y las nueces.
Trituramos hasta obtener una masa homogénea que aligeramos añadiendo el aceite de oliva virgen extra y un poco de agua de la cocción de la pasta. La cantidad dependerá del punto de espesor que le queramos dar. Agregamos una pizca de nuez moscada, trituramos de nuevo y listo para servir con la pasta de nuestra elección.
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Con qué acompañar el pesto blanco
El pesto blanco es una salsa muy versátil. En casa la utilizo, generalmente, para acompañar pastas, aliñar ensaladas, como sustituto de la salsa de tomate en pizzas o untada sobre rebanadas de pan con huevo revuelto por encima, o tuneada para aperitivos. Las posibilidades, al igual que con otras variedades de pesto, son infinitas.
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