Como protagonista o como complemento, esta receta catalana de verduras es fácil, barata y te apaña una cena rápida

Pocos dramas hay mayores que enfrentarse un miércoles de abril –también puede ser un jueves– a una sartén que desafía a tus pocas ganas de cocinar. Pensar en algo bueno, bonito y barato se hace primordial y tú, con el monedero asustado, te las ingenias para solventar una cena fácil sin gastar de más.

En eso que te da por coger el teléfono, abrir DAP y descubrir este recetón, tan sencillo como económico, que es un auténtico clásico de la cocina catalana y que tiene la maravillosa virtud de ser vegetariana, accesible, para todos los públicos y, encima, todoterreno.

Todoterreno porque puede servir como plato único, pero también puede ser complemento. Además, como la ciencia que tiene es más bien poca, puedes también permitirte el lujo de pasarte ligeramente de punto sin que nadie lo note.

Hoy venimos a coronarnos con la popular samfaina catalana, una receta muy emparentada con el pisto, pero también con algunos clásicos de la cocina francesa como podrían ser la ratatouille o ya, si nos ponemos algo más artísticos, con el tian de verduras.

Lo que sí es cierto es que esta samfaina lleva como protagonistas al calabacín y a la berenjena, que han de cocinarse en cubitos pequeños, junto a un fondo de ajo, cebolla y tomate. Al contrario que pasa con el pisto, la gracia de la samfaina es que los pedazos de calabacín y berenjena queden más enteros y tengan más mordida, pero eso, como decimos es al gusto.

Además, lo que permite la receta es que la podemos acompañar de cualquier tipo de carne que tengamos a mano. También puede ser la pareja perfecta que estaba esperando ese arroz blanco que tienes huérfano en la nevera, esperando que lo saquen a bailar, o puedes cocer pasta mientras vas dejando que la samfaina se cocine.

También, como es habitual, podría ser una buena forma de complementar cualquier receta con huevos. Pensemos por un momento en lo fácil que es mejorar este matrimonio si le añadimos un par de huevos fritos o, si no queremos gastar tanto aceite –que va caro, no vamos a engañar a nadie–, lo podemos resolver con una tortilla francesa. Con la samfaina de por medio solo el cielo es el límite.

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