Olvida la coliflor hervida y recocida que solo genera miradas tristes en la mesa, este plato también es fácil y le da mil vueltas
La pobre coliflor tiene mala fama en parte porque se asocia a comida triste de hospital o comedor de colegio donde habitualmente se suele maltratar. Que además huela mal cuando se cuece no ayuda precisamente, pero es injusto, y una pena, renunciar a que esta crucífera también pueda ser recibida con vítores en la mesa.
Hay infinitas formas de cocinar la coliflor y que sea un manjar para todos los gustos, sin tener que generar traumas infantiles a los niños. Si de pequeños les acostumbramos a disfrutar con ganas de las verduras mediante preparaciones atractivas de verdad, no tienen por qué crecer con ese estereotipo de odiarlas.
Una de las preparaciones más clásicas y sencillas de cocinar es la coliflor gratinada, la versión más simple y más ligera de la también exquisita coliflor con bechamel. En poco más de media hora está lista y lo mismo nos apaña la cena junto con una ensalada ligera o alguna sopa fría, que podemos servirla de guarnición en menús de carne, pescado o con proteínas vegetales.
Los pasos son bien sencillos. Primero hay que cocer al dente la coliflor con un poco de agua o, mejor, al vapor o microondas, dejándola aún con algo de mordida, y mientras aprovechamos para precalentar el horno. Después hay que colocarla en una fuente refractaria y naparla con una mezcla de leche, huevos y queso tipo emmental. Finalmente se corona con pimienta y más queso, que puede ser otra variedad siempre que sea adecuado para gratinar; 20 minutos de horno y lista.
Podemos darle más chicha añadiendo taquitos de beicon, jamón cocido, asado o serrano, o un puñado de garbanzos cocidos o tofu ahumado en dados, aunque así tal cual ya está deliciosa. La puedes coronar con un poco de orégano o pimentón nada más salir del horno para darle un toque más especial.
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