El tamaño sí importa, aunque en este caso puede que sea al revés de lo que la gente cree
En plena temporada de calabacín, los meses soleados y cálidos, quienes no tenemos la suerte de disponer de huerto propio tenemos que acudir a fruterías y supermercados para saciar nuestras ansias por la hortaliza. Pero un error muy común que vemos constantemente en cestas ajenas podría estar privándote de disfrutar al máximo de una de las verduras más agradecidas de nuestra tierra.
Seguro que ya sabes que para elegir un buen calabacín hay que fijarse en que luzca hermoso, sano, con la piel brillante en su tono verde natural, homogéneo y sin manchas, roturas o grietas. La textura también es importante, pues debe palparse firme y duro, prieto pero sin ser una piedra, y obviamente que no huela raro. Ahora bien, antes de nada conviene fijarse en el tamaño.
Porque los mejores calabacines para cocinar con ellos o comer al natural son los de calibre más pequeño. Olvídate de esos ejemplares que parecen fruto de anabolizantes o rutinas de gimnasio, variedades demasiado grandes o que se dejaron crecer en exceso antes de recolectar. Son comestibles y válidos, por supuesto, pero a medida que crecen pierden sabor y su textura se torna menos agradable.
En verano además abundan los calabacines más chicos, que crecen bajo el sol con las temperaturas cálidas que ya arrancan a finales de primavera. En otoño e invierno los productores cambian a variedades de frío, muchas para invernadero, y suelen presentar calibres más grandes y gruesos. No es lo que más nos interesa ahora.
Esas hortalizas hermosas y pesadas son perfectas para hornear con ellas y hacer dulces, por ejemplo un bizcocho de calabacín, pero en verano nos gusta más hacer salteados, calabacín a la plancha, barbacoas o grills, también asándolo al horno en piezas más pequeñas o cortándolo en crudo para un carpaccio de calabacín o imitar pasta en forma de zoodles, como los espaguetis de calabacín. Sea como sea, si es pequeño, será más rico, aromático, fresco y dulzón.
Un calabacín muy grande puede tener además un corazón más fibroso y con semillas, se vuelve amargo y pierde ese frescor tan rico. Esa textura puede venir bien en salsas y guisos de cocción más larga, no tanto en cocinados rápidos como sartenadas o fritos.
Así que no caigas en la tentación de dejarte seducir por el calabacín más grande del mercado; busca ejemplares pequeños si quieres disfrutarlos al máximo. Y si los cultivas, recuerda recolectarlos antes de que se conviertan en pequeños monstruos.
Imágenes | iStock/Pack-Shot - Freepik
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