Tras el curioso nombre de tumbalobos se esconde una de las recetas más tradicionales de Castilla La Mancha. Se trata de una suerte de pisto picante que se prepara con guindillas secas. Un par de ellas es suficiente para aportar un punto de picante tolerable, pero el límite lo pone cada cual.
La idea de este clásico es que pique a rabiar, así que el tumbalobos manchego es un plato para amantes del picante. Aunque es muy fácil de adaptar al gusto de cada paladar. Yo he usado cinco -me gusta muchísimo el picante- y a mis comensales les ha parecido excesivo. Afortunadamente es muy fácil de adaptar, solo tienes que reducir la cantidad y punto.
Es una receta sencilla de hacer, perfecta para un momento de picoteo y para tomar sobre rebanadas de pan -en cantidad moderada- con una cerveza bien fresquita o un buen vino de la tierra. Si lo preparas con antelación y lo guardas en la nevera, los sabores se asentarán y estará mucho más rico. Lo ideal es hacerlo la víspera.
Calentamos el aceite en una sartén y freímos las guindillas junto con los dientes de ajo pelados. Cuando estén dorados los retiramos al vaso de una batidora. En el mismo aceite freímos dos pimientos choriceros, sin semillas ni pedúnculo, sin dejar que se quemen (ojo que esto ocurre muy rápido. Los retiramos y los añadimos al ajo y la guindilla.
A continuación freímos también la rebanada de pan, por las dos caras y dejándola bien doradita, y la incorporamos. Trituramos en conjunto con una batidora o, so lo preferimos, majamos los ingredientes en un mortero. Tenemos que obtener un puré homogéneo y sin restos de grumos ni tropezones.
Pelamos y picamos finamente la cebolleta y cortamos los tomates, bien escurridos. Llevamos ambos ingredientes a la sartén y le agregamos el puré anterior junto con el caldo de verduras. Salamos al gusto y cocemos el conjunto, a fuego medio-bajo, durante unos 35-40 minutos. Dejamos reposar antes de servir.
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Con qué acompañar el tumbalobos manchego
Tal y como mencionado más arriba, el tumbalobos manchego se sirve sobre rebanadas de pan -tostado o no- y el mejor momento para disfrutar de este manjar es el del picoteo. Acompañado de una cerveza bien fresquita o de un vino de la tierra es un aperitivo brutal.
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