A pesar de la difícil situación que vivimos actualmente, resulta alentador comprobar cómo en el ámbito gastronómico no dejan de surgir nuevas apuestas de restaurantes, cafeterías, mercados y comercios de todo tipo, con propuestas modernas y novedosas. Pero al mismo tiempo reconforta saber que también podemos disfrutar de la experiencia de locales tradicionales, asentados durante varias generaciones, que aguantan sin decaer tras muchos años de servicio. Es el caso de Casa Pedro, un restaurante centenario especializado en cocina madrileña y castellana.
Situado en el pueblo de Fuencarral, hoy absorbido por la capital madrileña, Casa Pedro es un gran ejemplo de cómo sobrevivir al paso de los años sin perder su personalidad propia. El restaurante no sólo ha conseguido mantenerse con el cambio de generaciones sino que ha sabido adaptarse a cada época renovando lo necesario en sus espacios y en su cocina, pero apostando siempre por el mismo tipo de cocina y ofreciendo la máxima calidad a una clientela que, aunque renovándose, se ha mantenido fiel con el paso de los años.
Un restaurante con siglos de historia
Las vicisitudes de este restaurante son dignas de los libros de historia, ya que gracias a su larga tradición ha sido testigo y protagonista de las diferentes épocas que se han ido sucediendo. Sus orígenes se remontan al siglo XVIII, pues fue en 1702 cuando Pedro Guiñales fundó el negocio original con el nombre de su esposa, Casa de la Pascuala. Funcionaba como una casa de postas, una fonda para ganaderos y viajantes que entraban o salían de Madrid.
A finales de siglo, el nieto, también llamado Pedro, cogió el relevo aumentando la fama que ya tenía la Casa, comenzando a elaborar su propio vino garnacha. En 1825 el descendiente Juan Guiñales Soriano cambió el nombre del local por el de su propia mujer, Casa de la Silvestra, y continuó ofreciendo a la clientela caldos de viñedos locales y una cocina especializada en carnes asadas, que se convirtieron en el gran reclamo de los visitantes.
Es ya a mediados del siglo XX, en 1940, cuando Pedro Guiñales López se hace cargo del negocio familiar, rebautizándolo con el nombre actual de Casa Pedro. El restaurante se consolida a lo largo del siglo como punto clave para degustar la cocina tradicional castellana, al que acuden todo tipo de celebridades . La labor del restaurante se ha extendido con la apertura de la contigua Bodega, donde se puede disfrutar de la misma cocina en un espacio más informal y donde se atesora la valiosa colección de vinos de su propietario.
Los diferentes espacios
Cuando acudo a un restaurante en mi valoración general siempre tengo también en cuenta el ambiente y el espacio propiamente dicho. Aunque la comida es, al fin de cuentas, lo principal, me gusta que se cuide al detalle el lugar, que sea coherente con la cocina, agradable y sin artificios pretenciosos. En este sentido, la visita a Casa Pedro merece casi la pena sólo por el propio local, un edificio lleno de historia pero que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder su esencia y sin olvidar sus años pasados.
El conjunto de Casa Pedro está dividido en diferentes espacios. El restaurante original propiamente dicho, organizado en varios pisos a los que se accede por una acogedora escalera, y la llamada bodega contigua, que comparte cocina con el primero. El restaurante posee varias estancias de comedor con ambientes diferentes, incluyendo agradables salones privados y una terraza llena de luz ideal para las noches de verano.
La bodega recibe al comensal con un pequeño espacio presidido por una barra junto a la que se sitúa la escalera que conduce al comedor subterráneo, muy acogedor. Además, Casa Pedro esconde aún más abajo una histórica bodega con una magnífica colección de vinos, y se comunica con el restaurante principal a través de túneles cuyo origen se remonta a tiempos de la ocupación árabe. La bodega se puede visitar y realmente merece la pena, aunque no es demasiado recomendable para claustrofóbicos.
El mobiliario de Casa Pedro, así como la decoración y los diferentes accesorios, demuestra el interés de los propietarios por mantener la esencia del lugar, no dando sensación de viejo, sino respetando el carácter histórico castellano. Como historiadora, agradezco mucho esta inclinación por mantener el espíritu original a través de la conservación de valiosos muebles y utensilios de otra época, que casi convierten la visita en un pequeño museo etnográfico.
La cocina de Casa Pedro, tradición castellana
La carta de Casa Pedro se puede resumir en que responde a la más tradicional cocina castellana y madrileña. Destaca sobre todo por su horno de leña donde se cocinan los platos estrella del lugar, las carnes a la brasa, con mención especial para el cochinillo y cordero, que comparten protagonismo con platos de cuchara. La tónica general es ofrecer platos tradicionales con un toque actual y apostando siempre por la máxima calidad de la materia prima.
De este modo, en la carta encontramos una selección entradas como los pimientos asados con bonito o los huevos fritos con jamón ibérico; especialidades madrileñas tales como las manitas de cerdo, mollejas o caldos y guisos tradicionales; diferentes carnes, desde el entrecot de buey hasta el rabo de toro o la presa de ibérico; platos de aves de caza como la perdiz escabechada; distintos pescados según el día; y una variedad de postres típicos de elaboración casera, como la leche frita, las natillas o el recurrente pero agradecido sorbete de fruta.
Los platos de la carta se actualizan además a lo largo del año con nuevas propuestas que se adaptan a la época, por ejemplo con la llegada de la primavera. También conviene dejarse recomendar por las especialidades del día que van variando según la jornada, sobre todo en cuanto a verduras de temporada, guisos y platos de cuchara.
Nuestro menú comenzó con la llegada a la mesa de un correcto pan en forma de rosca, que se convirtió en pareja ideal del excelente aceite de oliva de elaboración propia, el cual a su vez complementaba la ensalada de tomate con la que abrimos boca. Una fuente sencilla de tomate cortado en finas láminas que no requería de nada más gracias a la calidad del producto. A continuación, un primer plato que fue difícil elegir entre las distintas apetecibles opciones del día, garbanzos con boletus. Un guiso tradicional que alimentaba sólo con olerlo, presentado en una cazuelita y bien acompañado de de su chorizo y jamón.
Como platos fuertes hicieron su aparición en la mesa un plato de pepitoria con patatas y la estrella del día, el morcillo de cerdo guisado en una deliciosa salsa de verduras con patatas. Una manera poco frecuente hoy en día de cocinar esta pieza que, gracias a su paciente elaboración, resultó una carne suculenta, melosa, muy tierna. Una ración generosa que puede suponer un reto terminar para los estomágos menos fuertes después del ya contundente guiso del primer plato.
A pesar de todo, resulta difícil resistirse a probar alguno de los postres caseros con los que nos tienta la casa. La leche frita, aromatizada con naranja y servida en pequeñas porciones casi de un bocado, puede ser una buena opción para compartir el momento dulce final, que al menos yo considero fundamental para coronar una excelente comida.
Nosotros disfrutamos de la cocina de Casa Pedro en el espacio de la bodega, en un ambiente muy agradable y más informal que los comedores del edificio principal, pero gozando de la misma carta. La buena experiencia gastronómica se complementó además con el excelente servicio, pues en Casa Pedro señalan como fundamental cuidar al máximo el trato con los clientes, y la verdad es que hoy en día es algo que se agradece.
Casa Pedro
Nuestra Sra. de Valverde 119 Madrid (Pueblo de Fuencarral) Reservas 917 340 201 / 913 584 089 Parking propio con aparcacoches Web http://www.casapedro.com/ Precio medio 40-50€
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