Las peligrosas dietas milagro están siendo sustituidas por otros métodos de adelgazamiento que prometen resultados efectivos duraderos sin sufrir. A nadie le gusta hacer dieta pero todos queremos lucir cuerpos normativos, como los que acumulan miles de seguidores en las redes sociales. Precisamente gracias a ellas se ha popularizado la dieta inversa, que pretende ser una suerte de "antidieta" con la que perder peso sin pasar hambre.
Ojo, la dieta inversa o reverse dieting no se debe confundir con la 'dieta invertida' viralizada el pasado verano por el futbolista Lewandoski, que empieza las comidas por el postre y termina con el primer plato. Una práctica que realmente no tiene más beneficio que comer en el orden que más te guste y te haga sentir mejor, pues lo importante es qué comes y en qué cantidades en tu día a día cotidiano.
Es ahí donde entra en juego la dieta inversa en cuestión, un patrón alimentario que existe ya desde hace tiempo y que se ha estudiado, mayoritariamente, en su aplicación para culturistas profesionales o que compiten a alto nivel. Y parece que son muchos los y las influencers del mundo fitness quienes lo han recuperado para vender una solución mágica y revolucionaria a los problemas de peso.
Qué es la dieta inversa
Si una dieta de adelgazamiento corriente consiste en recortar calorías de la alimentación normal para crear el déficit energético, el inverse dieting propone lo contrario. Al menos, en teoría.
La idea es comenzar a alimentarte con un menú diario hipocalórico e ir aumentando cada semana ese número total de calorías. Por ejemplo, si para mantener tu peso habitual ingieres entre 1.800 y 2.100 kcal -la media que se suele dar a una mujer adulta-, para adelgazar se podrían recomendar unas 1.500-1.600 kcal diarias.
De este modo, pasada una semana podrías aumentar esas 1.500 kcal a unas 1.550 o 1600; la semana siguiente ya subirías a 1.600, y así hasta volver a las 2.000 kcal diarias previas o de objetivo final, pudiendo después sobrepasarlas, se supone, sin riesgo a engordar de nuevo.
Otras variantes proponen subidas más específicas y suaves, incrementando las calorías incluso de un día para otro, aumentando cada jornada la ingesta en 30-40 kcal.
Algunos defensores del sistema incluso afirman que podrás comer más que antes, y todo ello perdiendo peso, logrando un mejor físico y sin sufrir los males típicos ponerse a dieta.
¿Cómo es posible?
La ciencia que hay detrás
La efectividad de este método defiende que el cuerpo se adapta muy rápidamente a la restricción calórica; cuanto menos comes, más te cuesta adelgazar. Esto es, en parte, cierto, pues un metabolismo normal está diseñado para protegerse, y si recibe menos alimento, el cuerpo se agarrará con más fuerza a las pocas calorías que entren.
Entonces, al ir aumentando poco a poco las calorías, el organismo ya no será tan acaparador y podrás quemar más grasa. En un futuro a medio y largo plazo, teóricamente, podrías adelgazar de nuevo reduciendo apenas el aporte calórico. De este modo, se acabaría con el temido y frecuente efecto rebote, que hace engordar mucho más cuando se abandona una dieta muy restrictiva.
El problema es que la dieta inversa se está popularizando como método de adelgazamiento apto para todo el mundo. Y ahí está el truco.
La supuesta antidieta es otra dieta más
Si suena todo demasiado bonito para ser verdad, ya debería hacernos dudar de su efectividad. Utilizar los principios de la dieta inversa sin control profesional para perder peso también puede ser contraproducente.
En la práctica, no deja de ser otra dieta con unas reglas concretas que además exigen un control muy específico del número de calorías, algo que ya de por sí es extremadamente complicado y peligroso. Ninguna persona normal ingiere o quema las mismas calorías cada día, salvo que tomes nota exacta de cada gramo de alimento. Y ni así se consigue un cálculo exacto.
Por mucho que el objetivo sea comer más, hay que comenzar con un patrón muy restrictivo que, sin control, puede crear déficits nutricionales, pues las calorías no son lo más importante. Y es fácil caer en la obsesión, siendo caldo de cultivo para desarrollar o potenciar TCAs (trastornos de la conducta alimentaria), por no hablar de las dificultades que implica compatibilizar esta dieta con una vida social o familiar.
Para qué sirve realmente la dieta inversa
Como bien explican en Vitónica, la dieta inversa se desarrolló no como método de adelgazamiento, sino precisamente como una forma de recuperarse después de seguir una dieta y de establecer, progresivamente, unos hábitos sanos.
Por eso puede ser muy útil para los culturistas, que alternan ciclos de aumento de peso mediante ganancia muscular, con la pérdida extrema de grasa. Para recuperar un peso saludable sin dañar el metabolismo, es mejor aumentar poco a poco las calorías hasta llegar a las que necesita el cuerpo para mantenerse sano.
De este modo, sirve para volver a un patrón saludable después de haber pasado por una dieta restrictiva, tras una etapa de definición muscular o después de pasar alguna enfermedad que haya ocasionado la pérdida de peso. Podría ayudar a evitar ese efecto rebote, a controlar el apetito y a estimular el metabolismo.
Los expertos coinciden en que la dieta inversa puede ser una buena herramienta para casos concretos, pero resaltan de que faltan estudios que ahonden en sus potenciales beneficios, y advierten de los riesgos que tiene por la dificultad de cumplirla a rajatabla sin un control profesional.
En definitiva, la única antidieta que existe es no hacer dieta, sino establecer unos hábitos saludables globales que impliquen alimentación equilibrada, actividad física, descanso y vida social según nuestras circunstancias.
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