Las bebidas azucaradas, como refrescos y zumos, serán más caros en Cataluña a partir del próximo 1 de mayo. El nuevo impuesto autonómico entra así por fin en vigor después de que se retrasara un mes para dar margen de adaptación al sector. Mientras tanto, la misma medida prometida por Hacienda a nivel nacional se ha ido aparcando, pese a que se incluyó en el plan presupuestario enviado a Bruselas el pasado mes de diciembre.
Cataluña se queda así sola en la aplicación de una medida impositiva que va a encarecer todas aquellas bebidas que lleven azúcares añadidos, en un intento de reducir el consumo de azúcar relacionado con tantos problemas de salud en la población. El impuesto al azúcar, por supuesto, está rodeado de polémica y el sector declara su absoluto rechazo porque repercute en el bolsillo del consumidor. Si sube el precio, ¿compraremos de verdad menos bebidas azucaradas?
Hacienda se echa para atrás mientras el Gobern sigue adelante
El Ministerio de Hacienda recogió en el plan de presupuestos de 2017 la creación de un impuesto a las bebidas azucaradas, pero con el paso de los meses esta medida ha ido congelándose. Finalmente parece que el tributo no se va a aplicar a corto plazo, ya que ha desaparecido de los Presupuestos Generales del Estado, a pesar de que la idea se sigue vendiendo en el exterior para tratar de vender la deuda española. Se alega que, en el contexto económico de recuperación actual, no sería positivo.
Pero el Gobern sí ha seguido adelante en esta guerra declarada al azúcar y el nuevo impuesto entrará definitivamente en vigor a partir de mayo. La nueva medida determina dos subidas:
- Si la bebida tiene entre 5 y 8 gramos de azúcar por 100 mililitros: subida de 0,08 céntimos por litro.
- Si la bebida supera los 8 gramos de azúcar por 100 mililitros: subida de hasta 0,12 céntimos por litro.
¿Qué bebidas se verán afectadas? Por supuesto, todos los tipos de refrescos y aguas con sabores, pero también zumos, néctares, bebidas energéticas, leches, batidos y otros preparados lácteos para beber, elaboraciones de café y té, bebidas vegetales y también las llamadas deportivas. En definitiva, cualquier producto destinado para beber que lleve azúcar añadido.
¿Cuáles serán las consecuencias?
La consecuencia inmediata es evidente: a partir del 1 de mayo será más caro comprar estos productos dentro de Cataluña, en comparación con el resto del país. La industria rechaza plenamente la medida, como era de esperar, ya que denuncian que puede tener consecuencias desastrosas para un sector clave en la economía nacional. La Asociación de Empresas de Fabricantes y Distribuidores (AECOC) señala que “la ley especifica que las empresas tienen la obligación de repercutir el impuesto al consumidor final, incorporando una cuantía que en algunos casos supera el 50% del valor del producto”.
El sector pone el foco así en el consumidor, quien deberá pagar de más a la hora de comprar estas bebidas, situándolo como el gran perjudicado. Pero claro, esa es la idea de este impuesto: frenar el consumo de bebidas azucaradas. El problema es que habrá mucha confusión durante los primeros meses y no serán pocos los que no conozcan la entrada en vigor de la medida. El comprador habitual se dará cuenta de que su ticket de la compra de pronto habrá crecido sin motivo aparente, y también podrá ser confuso para los turistas y visitantes esporádicos.
Los fabricantes estiman una subida de precios en torno al 10% y 20% y protestan por las dificultades de tener que adaptarse en Cataluña a una situación distinta a la del resto del país, con los problemas que conlleva en términos logísticos. Apuntan también que hay empresas que trabajan exclusiva o mayoritariamente en el terrotorio catalán, y por tanto se verán muy perjudicadas. En definitiva, está claro que el gran argumento en contra de esta tasa es el freno al consumo, en un momento económico delicado.
¿Puede el impuesto a las bebidas azucaradas frenar su consumo?
No creo que haga falta recordar que el exceso de azúcar en la dieta es uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la población mundial, también en España. Nos invaden los productos con azúcar añadido y lo tomamos casi sin darnos cuenta, camuflado y oculto de mil formas. El mundo de las bebidas azucaradas no ha hecho más que crecer en los últimos años y su consumo habitual es uno de los principales causantes de obesidad, diabetes y otros problemas de salud.
Pero, ¿es la solución gravarlos con impuestos especiales? Son muchos los países que están aplicando medidas al respecto, tal y como ya hemos comentado en otras ocasiones. Las autoridades son cada vez más conscientes de la necesidad de promover hábitos de vida más saludables y de combatir los productos procesados en la dieta de una población obesa y mal alimentada. Se habla de una “declaración de guerra al azúcar”, y aplicar un impuesto está siendo la medida estrella.
Francia, Alemania, Dinamarca o México son algunos de los países que ya aplican impuestos a estas bebidas, y también lo hacen en algunas zonas de Estados Unidos. Reino Unido planea aplicar medidas similares mientras que ya limitan su consumo en los hospitales, y Portugal ha sido de los últimos en sumarse a esta iniciativa, encareciendo su precio junto con el del tabaco.
Para conocer el impacto real que tendrán en la población habrá que esperar más tiempo, pues se trata de un cambio de hábitos que no puede ocurrir de la noche a la mañana. Sin embargo, los primeros resultados sí son esperanzadores, sobre todo en el caso de México, uno de los pioneros en aplicar un impuesto especial para combatir la altísima tasa de obesidad. Después de dos años, la venta de bebidas bajó, de media, más de un 7%, siendo la bajada más significativa entre las familias con menor poder adquisitivo; además creció el consumo de agua embotellada.
También son positivas las cifras que lanzan estudios en otros lugares, como Berkely en California, donde las ventas de bebidas azucaradas cayeron más del 9%, sin verse afectadas las cuentas de los comercios. Es un caso similar al de Alemania, donde también se empiezan a extraer resultados positivos del gravamen, especialmente entre los grupos más jóvenes, contribuyendo a reducir las cifras de obesidad.
Un futuro incierto
A la vista de los resultados y de que cada vez más países se suman a aprobar impuestos sobre las bebidas azucaradas, cabe mirar al futuro con esperanza, si bien el panorama sigue siendo incierto. Que el Gobierno se haya echado para atrás ante la presión de la industria y los propios partidos políticos nos avisa de que no va a ser nada fácil hacer frente al exceso de azúcar que nos rodea.
Siempre es complicado establecer dónde está el límite de las autoridades para decidir por nosotros como consumidores. ¿Tenemos nosotros la responsabilidad total sobre lo que comemos? Está claro que si tenemos sobrepeso por llevar una mala alimentación no es justo echar la culpa a la industria o a los gobernantes, pero tampoco se trata de dar libertad absoluta. Al fin y al cabo, se supone que los políticos deben velar por el bienestar de los ciudadanos.
Tampoco es tan fácil aplicar un impuesto de este tipo. ¿Cuáles deben ser exactamente los parámetros de su aplicación? ¿En qué porcentaje? ¿Qué margen hay que dar a los fabricantes para adaptarse? El caso británico es muy significativo, porque desde que se anunció la medida hasta que se preveé que entre en vigor, en 2018, el sector dispone de mucho tiempo para tomar las medidas que crea oportunas. ¿Reducirá el azúcar de sus productos o simplemente se asumirá la subida de precios?
Es un caso similar al del tabaco; muchos fumadores siguen y seguirán fumando a pesar de que saben que les puede matar y de que el precio no dejará de subir. Pero sí se está demostrando que incrementar el precio de productos poco saludables puede tener resultados positivos. No solo en cuanto a que el consumidor se lo pensará dos veces antes de comprar, también puede llevar a los fabricantes a cambiar sus productos, reduciendo la cantidad de azúcar o apostando más por otros diferentes.
En cualquier caso, está claro que los problemas de salud a los que nos enfrentamos hoy no se van a solucionar de golpe simplemente subiendo el precio de las bebidas con azúcar. Asociaciones como la OCU denuncian que estas medidas no son la vía más adecuada para combatir la obesidad y el sobrepeso, la diabetes o el sedentarismo: hay que hacer mucho más. Ya sabemos que el exceso de azúcar no se limita a las bebidas, y tampoco es el azúcar el único problema. ¿Qué pasa con el aceite de palma, el exceso de sal o el abuso de grasas saturadas?
Poner freno a una industria que nos invade de productos ultraprocesados puede ser una buena medida dentro de un marco de actuación más amplio. Hay que promover hábitos saludables entre la población, especialmente entre los niños, informar y educar mejor al consumidor y fomentar el consumo de comida real, así como, controlar la publicidad y animar a llevar una vida más activa.
Estaremos atentos para conocer las consecuencias del impuesto en Cataluña, y habrá que esperar también para ver si finalmente Hacienda recupera la medida para aplicarla a nivel nacional. Debe primar la cuestión económica del país o lo primero debería ser siempre la salud? ¿Realmente es prioritario este impuesto al azúcar de las bebidas? ¿No debería acompañarse de otras medidas? El debate está abierto.
Fotos | iStock.com, sinAzucar.org, shardayyy
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