Cada año se producen en todo el mundo alrededor de 2,2 millones de nuevos casos de diabetes tipo 2 y unos 1,2 millones de enfermedades cardiovasculares. Y el principal culpable es el consumo habitual de refrescos y otras bebidas azucaradas.
Son las contundentes conclusiones de un nuevo estudio publicado este 6 de enero en la revista Nature Medicine, que además apunta directamente a las poblaciones de países en vías de desarrollo como las más vulnerables en este ámbito. Países de África subsahariana, América Latina y el Caribe suman cada año más casos de este tipo de enfermedades metabólicas por culpa de una mala nutrición vinculada al consumo de ultraprocesados y, particularmente, de bebidas con azúcares añadidos.
Según los datos del trabajo desarrollado por los investigadores de Gerald J. y Dorothy R. Friedman School of Nutrition Science and Policy de la Universidad de Tufts, Colombia, México y Sudáfrica son los tres países donde más se está manifestando una problemática que se extiende rápidamente a otras naciones donde un moderado aumento de los ingresos provoca que estas bebidas se vuelvan más accesibles en un efecto globalizador con consecuencias muy negativas en la salud pública y que ya está reflejándose tanto en la calidad de vida como en las tasas de mortalidad.
Los refrescos, bebidas energéticas, batidos y otras bebidas lácteas, néctares y productos similares, muy populares entre la población más joven e incluso niños, son ricos en azúcares añadidos que, al digerirse con facilidad, provocan un rápido incremento de los niveles de glucosa en sangre sin aportar prácticamente ningún nutriente de valor, dando incluso la sensación de estar tomando algo saludable o inocuo al no tener alcohol. Su consumo regular está relacionado con el aumento de peso y el desarrollo de problemas metabólicos como la resistencia a la insulina que puede desembocar en diabetes tipo 2 y cardiopatías, dos de las principales causas de muerte en todo el mundo. También se ha relacionado su consumo con diversos tipos de cáncer.
Dariush Mozaffarian, director del Instituto de Medicina de Alimentos de la Escuela Friedman y autor principal del estudio, señala además que los países de ingreso bajos y medios están menos preparados para afrontar las consecuencias que estas enfermedades tienen en la salud a medio y largo plazo, y alerta de que los adultos más jóvenes son más propensos a sufrirlas. "Necesitamos intervenciones urgentes y basadas en evidencia para frenar el consumo de bebidas azucaradas en todo el mundo", advierte Laura Lara-Castor, primera autora del artículo.
Así, los investigadores concluyen con la necesidad de adoptar políticas globales en todo el mundo con un enfoque multifacético y multidisciplinar en el que se incluyan campañas de salud pública, animando a los gobiernos a regular la publicidad de las bebidas azucaradas y a imponer impuestos a estos productos, como ya se está haciendo en países como México, donde la medida está demostrando dar sus frutos a la hora de reducir el consumo entre las personas de ingresos más bajos. En nuestro país, Cataluña impuso una tasa similar en 2017, con efectos ya visibles en la reducción de las ventas en menos de año.
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