Las intolerancias alimentarias, como sucede con las alergias, afectan a la vida de quien las padece más allá de la comida y la bebida al incluirse en la formulación de numerosos medicamentos y productos afines para tratar enfermedades y otros problemas de salud. La lactosa, el llamado azúcar de la leche, es uno de los componentes más comunes que se incluyen en infinidad de productos alimentarios en los que no pensaríamos que podrían contenerla, y sucede lo mismo con aquellos que podemos comprar en la farmacia.
Si bien una intolerancia no debe confundirse con una alergia, que sí presenta graves riesgos para la salud, cualquier persona que haya sido diagnosticada como intolerante a la lactosa sabrá el malestar que puede generar si no se anda con mil ojos y una lupa para controlar todo lo que comes o bebes. Desde pequeñas molestias digestivas hasta náuseas, hinchazón, dolor intenso y diarreas
Como alérgeno de obligada mención, la leche y sus derivados aparecen claramente indicados en el listado de ingredientes de cualquier producto alimentario, pudiendo incluirse también menciones preventivas según el etiquetado precautorio de alérgenos -«puede contener trazas de leche», etc.-. En los medicamentos, sin embargo, es más difícil localizar la lactosa en su composición, empezando por la minúscula letra de los envases.
La lactosa en la farmacia
Se calcula que uno de cada cinco medicamentos comercializados en España contienen lactosa como excipiente, o un 40%, según estimaciones de la AEMPS. La razón de su uso habitual por la industria farmacéutica es que se trata de un componente muy práctico como aglutinante y diluyente, sobre todo para para comprimidos y cápsulas, también como agente de soporte en polvos de inhalación, productos liofilizados y algunos líquidos. Es económico, fácil de usar y cumple muy bien su función como excipiente farmacológico, especialmente para comprimir.
Se incluye en los excipientes de declaración obligatoria, por lo que siempre podemos consultar si un medicamento tiene o no lactosa. Si nuestra intolerancia está diagnosticada debería aparecer en nuestro historial como paciente de los servicios sanitarios, aunque lo más recomendable es hacérselo saber a nuestro médico cuando vaya a recetarnos cualquier tratamiento o medicamento.
En cualquier caso, a menudo los profesionales sanitarios desconocen la composición exacta de los fármacos cuando se trata de excipientes que no causan alergias, por lo que conviene comprobar la composición exacta de cada producto leyendo el envase y/o prospecto, o consultando directamente a través de la página web de CIMA·AEMPS.
¿Tengo que evitar los medicamentos con lactosa?
Como hemos recordado al principio, la intolerancia a la lactosa no es una alergia, y además cada persona puede experimentar niveles de tolerancia distintos. Depende también de los hábitos diarios, pues alguien que consume lácteos más 'amables' de manera más o menos habitual tiene un organismo más entrenado para digerir mejor pequeñas cantidades de lactasa.
Depende también de la cantidad de lactosa que se ingiere en cada toma de la medicación. Esta depende de la fórmula (B1 x B2) + B3, como explican en Adilac:
- B1. La cantidad de lactosa que contenga una dosis (pastilla, cápsula, gragea) del medicamento.
- B2. La cantidad de dosis total tomadas.
- B3. En caso de ser una persona polimedicada, la cantidad de lactosa ingerida por otros medicamentos.
Desde la Fundación Española del Aparato Digestivo indican que la mayoría de pacientes con malabsorción de lactosa pueden tolerar hasta 10 g de lactosa en una toma, cantidad que suele ser mejor tolerada cuando se acompaña de otros alimentos; la lactosa sienta peor con el estómago vacío. Si se toma con probióticos o fermentados como el yogur y el kéfir, se tolera aún mejor.
La cantidad de lactosa de un medicamento corriente suele ser casi insignificante
Los últimos estudios científicos apuntan a que la cantidad de lactosa que se suelen ingerir a través de la medicación es inferior a 2 g diarios, siendo, de media, unos 400-500 mg por toma. Desde el Colegio de Farmacéuticos de Sevilla aseguran que no, un comprimido con lactosa no te va a sentar mal si eres intolerante. “Los pacientes con déficit de lactasa en el intestino podrían tomar cualquier comprimido o cápsula (no existe ninguno que lleve 400 mg de lactosa) y científicamente no deberían referir sintomatología alguna relacionada con la intolerancia”, afirma la farmacéutica Rosario Cáceres Fernández-Bolaños, aludiendo a un estudio de 2008.
En ocasiones se confunde la intolerancia a la lactosa con síntomas digestivos que no están causados por ella, pues un medicamento podría sentarnos mal por otros motivos, y no olvidemos que la propia enfermedad puede generar malestar. Caso aparte presentan soluciones líquidas como aquellas que se ingieren previamente a algunas pruebas diagnósticas, como una colonoscopia, que sí pueden contener altas cantidades de lactosa capaces de generar gran malestar en el paciente.
En una intolerancia alimentaria, al final, al paciente no le queda otra que aprender por el método de ensayo y error a través de su propia experiencia personal, pues cada caso es un mundo y nadie mejor que uno mismo para conocerse y saber cómo reacciona habitualmente su cuerpo, procurando que los profesionales sanitarios que le atienden estén bien informados de su condición.
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