La conocida como dieta blanda es una de las dietas terapéuticas más conocidas y recomendadas por los profesionales sanitarios. Tal es su popularidad, que casi se asocia a una suerte de remedios de la abuela, autoprescritos para tratar los malestares digestivos más comunes. Sus pautas son sencillas, pero esa familiaridad nos puede llevar a caer en errores comunes, propiciados a menudo por la falta de actualización en el propio sistema sanitario.
Hay que aclarar que el propio término popular de 'dieta blanda' puede generar confusión, ya que no se trata de ingerir alimentos necesariamente blandos o de fácil masticación. Se trata de una dieta de protección gástrica, de fácil digestión, que normalmente no se extiende más allá de algunos días. No está pensada para mantenerla a medio o largo plazo.
¿En qué consiste y para qué se recomienda?
La dieta blanda se prescribe cuando el sistema digestivo necesita recuperarse después de pasar una enfermedad, dolencia o situación concreta. Normalmente se asocia al proceso de recuperación tras sufrir una gastroenteritis, infecciones víricas, episodios de diarrea y/o vómitos, o intoxicaciones alimentarias. También es habitual pautarla en posoperatorios o como fase de adaptación para retomar la tolerancia a los alimentos.
El objetivo es que el sistema digestivo, debilitado, trabaje lo mínimo posible, y pueda recuperar su funcionamiento normal. Para ello se busca reducir al máximo los residuos, que son los que estimulan al tracto gastrointestinal y pueden causar molestias más o menos graves, como los que sufre una persona con intolerancias alimentarias.
De este modo, se evitan las comidas muy pesadas, grasas, picantes, excitantes o muy saciantes. Esencialmente, se trata de una dieta astringente muy pobre en fibra, evitando también la lactosa y los alimentos crudos y grasos.
En función de la situación concreta de cada persona, la dieta puede ser más o menos estricta. Lo primordial es asegurar una correcta hidratación, especialmente en una primera fase, a través del suero de farmacia o una limonada alcalina casera, con zumo de limón, agua, bicarbonato y un poco de azúcar. Los alimentos sólidos se irán introduciendo poco a poco, observando la tolerancia y respuesta del organismo, preferiblemente bajo supervisión médica.
Consejos generales para seguir una dieta blanda
Antes de repasar los alimentos incluidos y excluidos, conviene tener en cuenta una serie de consejos generales para sobrellevar correctamente esta dieta terapéutica.
- Mantener la hidratación constante, ya sea con suero de farmacia o con agua o infusiones, bebiendo en pequeñas cantidades pero de forma constante a lo largo de todo el día. Evitar que el líquido esté muy frío o muy caliente.
- Introducir los alimentos poco a poco, procurando que sean variados para cubrir las necesidades nutricionales básicas.
- Comer en pequeñas cantidades cada vez, pero aumentando la frecuencia a lo largo del día. Evitar pasar muchas horas sin ingerir alimentos sólidos, salvo en una primera fase muy estricta.
- Comer despacio, en un ambiente tranquilo, masticando bien cada bocado.
- Eliminar por completo el alcohol, el café, el té, los refrescos y los zumos comerciales, también los caseros más ácidos.
- No fumar.
- Cocinar con muy poca sal, pocas especias y muy poca grasa, usando aceite de oliva virgen extra en mínimas cantidades.
- Priorizar técnicas de cocción suaves y ligeras, como el hervido, el microondas, el vapor y, con cuidado, la plancha.
- Evitar los dulces o los azúcares añadidos,
- Comer la comida tibia.
- Reposar después de cada comida.
Los alimentos que se incluyen y alternativas veganas
Recordemos que una dieta blanda se basa en alimentos que favorecen una digestión suave y ligera, que no exijan grandes esfuerzos al sistema digestivo. Por tanto, se limita la fibra y la grasa al máximo.
Cereales refinados. El arroz blanco es el más común y el que mejor se tolera, pero también se pueden incluir trigo o bulgur, mijo, maíz o cuscús, siempre que no sean en versión integral. Pueden ser en forma de grano cocido o en derivados como pasta, sémola o harinas. Incluimos el pan, de nuevo blanco, mejor si es reducido en sal, y otros productos como los biscotes, panes crujientes o galletas saladas con el mínimo de aditivos (evitando las tipo snack ricas en grasas, sal y azúcares).
Carnes magras. Las pechugas de pollo y pavo son las más recomendables, cocidas o hervidas, o en una plancha o al horno con el mínimo de grasa, por supuesto sin piel.
Pescado blanco. De nuevo, cocinado al vapor, hervido, al horno, a la plancha o en papillote, escogiendo las piezas más magras (merluza, pescadilla, bacalao, lenguado, rape, gallo).
Caldo casero. Sin sal o con muy poca cantidad, preferiblemente de verduras o con un poco de carne magra de ave, retirando la posible grasa, o de pescado. Puede ayudar a hidratar.
Verduras cocidas o cremas. Comenzar con zanahoria cocida o triturada en puré o crema, e introducir otras hortalizas ligeras según tolerancia. Patata, calabaza, boniato y calabacín, mejor sin piel, son buenas opciones.
Huevos. Introducir primero la clara para comprobar la tolerancia. Evitando las frituras y las preparaciones poco cuajadas, priorizar el huevo cocido o en tortilla francesa ligera.
Yogur natural. Es conveniento evitar todos los lácteos en una fase más aguda del proceso de recuperación, pero el yogur puede tolerarse bien pronto gracias a los fermentos que incorpora. Hay que escoger yogur auténtico y 100% natural, sin ningún ingrediente o aditivo añadido.
Lácteos ligeros. Si el yogur se tolera bien, probar a introducir algún queso fresco bajo en grasa y sal, como requesón, cottage o tipo de Burgos, también quark o queso fresco batido, siempre natural.
Frutas cocidas o asadas. Evitar las frutas ácidas como los cítricos y bayas, y priorizar aquellas que son más ricas en pectinas, preferiblemente retirando la piel, como la manzana y la pera. El plátano se suele tolerar bien en crudo, pero procurando que esté maduro, más blando. También el membrillo cocido o asado es una buena opción.
Legumbres. Especialmente para personas vegetarianas y veganas; se recomienda usar solo legumbres peladas (lentejas rojas, lentejas sin piel, guisantes pelados partidos...), cocidas y trituradas en puré, opcionalmente con alguna de las verduras mencionadas.
Tofu fresco natural. Probar su tolerancia consumiéndolo en su versión más blanda y fresca, sin ningún ingrediente añadido ni procesamiento posterior. El tofu tipo silken es muy cremoso y tiene un sabor muy agradable; si es más firme se puede cocinar ligeramente a la plancha.
Seitán. También en su versión más natural, sin condimentar ni procesar; solo para quienes toleren bien el gluten.
Bebidas vegetales. Comenzar con leche de almendra y bebida de arroz, siempre naturales sin endulzar o edulcorar, y probar a introducir otras como la de avena o quinoa antes de la soja.
Aceite de oliva virgen extra. En cantidades muy moderadas, preferiblemente solo para condimentar antes de servir y dar algo de sabor, o con una mínima cantidad para cocinar.
Principales alimentos a evitar
En contra de las pautas desfasadas y mitos que aún colean en el ámbito sanitario e imaginario colectivo, se deben evitar los productos ultraprocesados, los dulces y la bollería, y los refrescos o cualquier bebida industrial. Los alimentos que excluye la dieta blanda son, por tanto, todos los que no están incluidos en el apartado anterior.
- Fiambre ultraprocesado. El jamón cocido o tipo York se suele tolerar bien y es fácil de consumir, por eso se sigue pautando, pero es preferible consumir pollo o pavo natural cocido en casa. Aún así, si por comodidad se prefiere recurrir al producto comercial, leer muy bien la etiqueta y elegir un producto con un porcentaje de carne superior al 90%, reducido en sal, sin lactosa y sin azúcares añadidos.
- Carnes grasas, rojas o partes grasas de las aves, y embutidos.
- Pescado azul y marisco.
- Cereales integrales y sus derivados.
- Galletas, bollos, cereales de desayuno, bizcochos o cualquier otro dulce, casero o comercial.
- Salsas, vinagres y condimentos picantes.
- Encurtidos y snacks salados o azucarados.
- Frutos secos.
- Hortalizas crudas y verduras de hoja verde, coles y ricas en fibra (crudas o cocinadas).
- Frutas crudas o muy ácidas.
- Chocolates, chocolatinas, cacao, chicles o golosinas.
- Bebidas alcohólicas.
- Café y té.
- Leche y quesos grasos.
- Postres lácteos, batidos o yogures azucarados.
- Bebidas de tipo bífidus activo, que suelen estar azucaradas o edulcoradas.
- Zumos comerciales o caseros ácidos.
- Alimentos fritos o rebozados.
- Legumbres con piel.
Recetas para planificar un menú de dieta blanda
El panorama que nos plantea una dieta blanda puede ser desmotivador, y más aún después de sufrir una enfermedad como la gastroenteritis que tanto debilita el organismo. Para ayudar a sobrellevar estos días de recuperación, a continuación sugerimos algunas recetas que se pueden adaptar a esta dieta terapéutica.
- Caldo casero de pollo, sin grasa.
- Caldo casero de pescado.
- Arroz blanco tradicional, en microondas o un arroz blanco olla expres.
- Crema de zanahoria (sin guarnición). Eliminar o reducir la cebolla si no se tolera bien.
- Crema de calabaza y zanahoria, eliminando todas las especias y la guarnición, también el ajo.
- Sopa minestrone sin alubias, usando solo patata, zanahoria y calabacín, y eliminando el queso y los condimentos.
- Crema de calabaza y lentejas rojas, sin el curry, sin el ajo y sin la guarnición.
- Crema de verduras, sin el bacon, teniendo cuidado con el puerro si aún no se toleran bien los vegetales.
- Tortilla francesa.
- Revuelto de tofu, solo con zanahoria y calabacín previamente cocidos.
- Pescado hervido con verduras.
- Merluza al microondas, sin el tomate y moderando los aderezos.
- Pechuga de pollo al horno, haciendo la salmuera pero prescindiendo de las especias.
- Calabaza asada.
- Boniato asado al microondas o en la olla de cocción lenta.
- Manzanas asadas, sin rellenar.
- Compota de manzana, reduciendo al mínimo el azúcar.
Fotos | iStock - Unsplash - Marco Verch
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