A España tardó en llegar, pero en cuanto desembarcó lo hizo a lo grande. En pocos meses los lineales del supermercado se llenaron de marcas de fabricantes de lácteos que ofrecían su propia leche sin lactosa, generando una categoría propia solo igualada, o ya superada, por las versiones vegetales. Su consumo se ha normalizado, pero todavía es un producto que genera muchas dudas y confusiones en el consumidor. La propia denominación no ayuda a aclarar las cosas.
No es solo cosa de nuestro idioma; en todo el mundo a la leche o cualquier lácteo -o alimento- apto para intolerantes a la lactosa se la conoce como "sin lactosa" (lactose-free, laktosfrei, senza lattosio, sans lactose, etc). Esto nos puede llevar a pensar que a la leche natural de vaca, cabra u otro animal se le retira la lactosa de alguna manera, como a la desnatada se le quita la grasa. Pero nada más lejos de la realidad.
Es mucho más sencillo y económico añadir que quitar. Y así es como los fabricantes simplifican el proceso dándonos una ayuda para digerir bien la leche, pues ese es el problema al que se enfrentan los intolerantes a la lactosa.
Aquí es donde debemos recordar qué es la lactosa, en qué se diferencia la intolerancia de una alergia y por qué también un amante de los lácteos pero intolerante a la lactosa puede consumirlos.
La lactosa y su intolerancia
Uno de los macronutrientes que componen la leche son los hidratos de carbono, grupo al que pertenecen los azúcares. La lactosa es el azúcar natural de la leche, un disacárido formado por una partícula de galactosa y otra de glucosa. Aproximadamente, la leche de vaca tiene un 5 % de lactosa, y para poder digerirla correctamente sin molestias debe ser separada en esos dos componentes.
La encargada de separar, procesar y digerir la lactosa es una enzima denominada lactasa. Sin lactasa, o con déficit de ella, la digestión de los lácteos con lactosa se complica, generando malestar y problemas digestivos, que en ningún caso ponen en riesgo la vida como puede ocurrir con una alergia. La alergia a la leche es una reacción del organismo a las proteínas, y sí puede tener consecuencias más graves.
Así pues, un intolerante a la lactosa no produce la suficiente lactasa para descomponerla. Esa falta de enzima puede ser congénita desde el nacimiento, adquirida paulatinamente con la edad -la más común- o puede ser temporal debido a otras circunstancias pasajeras. Hay personas que pierden la lactasa antes y otras que tienen una intolerancia más suave, tolerando otros lácteos en pequeñas cantidades, como los fermentados.
Entonces, ¿qué es la leche sin lactosa?
A la leche sin lactosa no se le quita nada, se le añade a su fórmula esa enzima que nos falta a los intolerantes, la lactasa. De este modo, cuando bebemos la leche ya se ha producido esa separación de galactasa y glucosa, ahorrando el trabajo a nuestro sistema digestivo.
Esto se puede hacer antes de envasar la leche, en un paso previo al tratamiento térmico de pasteurización o esterilización, o bien añadiendo la lactosa justo en el momento del envasado en tetrabriks o botellas. El resultado en ambos casos es el mismo.
Por lo demás, el fabricante puede presentar el producto que quiera, como cualquier otra leche: entera, desnatada, semidesnatada, enriquecida con calcio o fibra, con sabor a cacao o vainilla, etc. También se añade lactasa a otros lácteos como leches fermentadas, postres, quesos, leche evaporada, leche condensada, nata, mantequilla, etc.
Sí hay una diferencia notable en las leches sin lactosa que se comercializan hoy, pero es puramente organoléptica. Es una leche más dulzona, porque el poder edulcorante de la galactosa y la glucosa por separado es mayor. Eso puede llevar a algunas personas precisamente a preferirla, ya que es una bebida "naturalmente" dulce, pero puede echar para atrás a otros.
Algunos fabricantes están ya trabajando con otras técnicas para ofrecer una leche sin lactosa que no sea tan dulce, imitando el sabor original de la leche, separando previamente la lactosa mediante diversos sistemas. Pero son aún productos muy excepcionales.
¿Tiene beneficios especiales?
El único beneficio que tienen estos lácteos a los que se añade lactasa es el de garantizar una digestión normal a un intolerante a la lactosa. No tiene ningún sentido consumirla si la leche corriente te sienta bien, y, de hecho, acosumbrarse a los productos sin lactosa puede convertirte precisamente en intolerante, acelerando un proceso natural que suele producirse con la edad.
Los productos sin lactosa son todavía más caros que los corrientes, y la gama disponible aún es más escasa, no siempre fácil de encontrar en todos los comercios. Si desarrollas intolerancia a la lactosa por beber leche sin, podrías dejar de tomar lácteos que consumías anteriormente, perdiendo así nutrientes muy valiosos en tu dieta si no se sustituyen por otros.
Los lácteos no son imprescindibles, pero a día de hoy es más sencillo mantener una dieta nutritiva y equilibrada consumiéndolos, por su accesibilidad y mejor precio. Es por ello que la leche sin lactosa es muy beneficiosa para quienes no puedan digerir la leche, evitando la mala absorción de nutrientes que provoca.
Pero hay que tener presente que los productos sin lactosa no son mejores que los "normales", por mucho que los fabricantes jueguen con la legalidad del etiquetado y la publicidad promocionándolos como más "ligeros" o "digestivos". Además hay muchos productos que no son lácteos ni lo contienen en sus ingredientes que añaden el sello "sin lactosa" de forma voluntaria y rozando la competencia desleal, como ya advirtió el Gobierno.
La leche y la lactosa son alérgenos que, si están presentes, deben señalarse obligatoriamente en el etiquetado. Si se ha añadido lactasa para hacerlos aptos para intolerantes, normalmente el fabricante también lo indica, y puede llevar el sello de la asociacion Adilac. Algunos fabricantes de lácteos además añaden la nota "naturalmente sin lactosa" para que el consumidor sepa que, aunque sea un lácteo, un intolerante puede tomarla, como sucede con muchos quesos.
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