Aunque oficialmente la temporada de sandía en España se inicia en verano, la realidad es que es cada vez más sencillo ver esta fruta durante todo el año. Como es lógico, las que encontramos en los mercados y tiendas durante el otoño y el invierno son de exportación.
Sin embargo, las que se pueden ya encontrar en primavera son, principalmente, de cultivos españoles en invernaderos. No obstante, lo tradicional es considerar a las sandías como una fruta de verano, tal y como también sucede con el melón.
Lo cierto, más allá de ser casi un refresco, es que la sandía tiene numerosas propiedades que nos interesa conocer y que, incluso, van más allá de su pulpa. Evidentemente, será su carne la que nos atraiga, tanto por sabor como por volumen, y la que está más ligada a esas bondades nutricionales. Además, no olvidemos que también podemos hacer recetas con sandía.
Gastronomía aparte, la sandía es una gran fuente de hidratación. Con su contenido de más del 90% de agua, la sandía es una excelente manera de mantenerse hidratado durante los días calurosos de verano. Además, su alto contenido de agua ayuda a mantener la piel fresca y radiante, contribuyendo a una apariencia saludable y juvenil.
Además, es rica en nutrientes esenciales. Por eso es importante comprender que la sandía es mucho más que solo agua y azúcar. Está repleta de nutrientes esenciales como la vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico y promueve la salud cardiovascular. Además, contiene licopeno, un poderoso antioxidante que puede ayudar a proteger contra enfermedades crónicas como el cáncer y las enfermedades del corazón.
De la misma manera, promueve la salud digestiva. Gracias a su contenido de fibra, la sandía puede ayudar a mantener un sistema digestivo saludable y regular. La fibra ayuda a prevenir el estreñimiento y promueve la salud intestinal al alimentar a las bacterias beneficiosas en el intestino.
Pero, ¿qué pasa con las semillas de sandía? Pues que también nos han de importar. Evidentemente, no pasa nada por tragarse las semillas de una sandía. De hecho, hay estudios que avalan que su consumo puede tener determinados beneficios nutricionales, pues son ricas en fibras y antioxidantes.
Sin embargo y como es lógico, la cantidad de semillas que ingerimos –y procesamos– acaba siendo mínima, razón por la que creer que vamos a estar mejor o peor por tomar unas cuantas semillas de sandía (los clásicos pipos o pepitas) es algo absurdo. Lo bueno, como decimos, es que mal no nos van a hacer.
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