Vuelta al cole y vuelta a la rutina: ¿realmente es imprescindible el desayuno para rendir bien?

Es curioso que las vacaciones sean ese “merecido descanso para recargar las pilas” pero luego nos cueste tantísimo volver a la rutina con energía. Está claro que hay que reacostumbrarse a ciertos hábitos, y la alimentación juega un papel clave. Una de las comidas que más nos obsesiona es el desayuno pero, ¿realmente es imprescindible para rendir bien? ¿Es el desayuno la comida más importante del día?

Desayuna como un rey, no salgas de casa con el estómago vacío, que los niños tomen un desayuno completo, el cuerpo necesita recargar energía después del ayuno nocturno, hay que nutrirse bien para aguantar toda la jornada, si no desayunamos podemos engordar... son muchas frases que hemos escuchado y repetido miles de veces. Pero esta obsesión por “desayunar bien” se basa, casi siempre, en mitos y presunciones sin fundamento.

¿En qué consiste el supuesto “desayuno ideal”?

En Estados Unidos hay un concepto que me hace mucha gracia: breakfast for dinner. Se supone que es un capricho para permitirse de vez en cuando, para celebrar algo o compensar algún mal día. Se da mucho en familias con niños en “ocasiones especiales”, y consiste en tomar a la hora de la cena comida típica de desayuno. Porque, en general, el desayuno está lleno de platos tentadores, golosos, calóricos o cargados de grasas y azúcares.

Es un buen ejemplo para ilustrar que la idea de desayuno ideal no existe, es un mito que se nos ha metido con calzador en el imaginario colectivo y nos lo hemos terminado creyendo hasta el punto de tenerlo totalmente asimilado en nuestra cultura. Solo hay que ver los buffets de los hoteles o los anuncios de la tele: galletas, cereales, leche, zumo, tostadas, tortitas, magdalenas, bizcochos, croissants, churros, chocolate... ¿eso es saludable?

Recuerdo el día de mi adolescencia en el que se me ocurrió leer los ingredientes y la composición nutricional de los cereales integrales que solía desayunar. Casi me espanto al ver la cantidad de azúcar y la falta de ingredientes naturales; me pasé rápidamente a los copos de avena de la merienda de mi padre. El problema es que ahora los supermercados están llenos de mezclas de avena con, de nuevo, azúcar a cascoporro. En la sección “Desayunos”, claro.

Entre nuestras comidas típicas de desayuno tenemos opciones más recomendadas como el pan con tomate y aceite, pero me sorprende encontrar a tanta gente que sigue pensando que las galletas y los cereales son lo que hay que desayunar, y más si hay niños en casa. Incluso las magdalenas o bollos se consideran adecuados -"si son caseros/artesanos son buenos"- La industria alimentaria nos la ha colado muy bien.

El falso desayuno ideal, un invento reciente

Hasta el siglo XIX el concepto de desayuno que tenemos hoy apenas existía, y mucho menos se practicaba de forma generalizada. A raíz de los cambios sociales que trajo la revolución industrial también se modificaron los hábitos alimenticios, y de pronto se vio en los cereales la solución mágica a la salud de la población general. Y desde entonces los cereales son “imprescindibles” para empezar el día.

El problema, claro, es que todo ha ido evolucionando hasta encontrarnos hoy con una oferta enorme de productos procesados. Su base son los carbohidratos simples de baja calidad, adornados con muchos azúcares, grasas cuestionables -volvemos al famoso aceite de palma- y añadidos supuestamente saludables que encontraríamos fácilmente en productos naturales.

Es el fastfood del desayuno, una opción muy sencilla para familias ajetreadas con poco tiempo, y nos han convencido de que es lo que más nos apetece al salir de la cama. ¿Por qué nos parece tan raro el desayuno tradicional japonés, con pescado, sopa, encurtidos y arroz? ¿Qué hay de malo en desayunar verduras, legumbres, o un revuelto, o algo de carne o pescado? Como dice el dietista-nutricionista Juan Revenga, si tu desayuno no se parece al de los anuncios, es buena señal.

No hay ninguna base científica para afirmar que unos alimentos sean mejores que otros para empezar el día. Si ya sabemos qué comidas son saludables, ¿por qué limitarlas al resto de la jornada? También es curioso que mucha gente desayune siempre lo mismo sin caer en el hastío, lo que lleva a desatar el pánico si se encuentran la caja de galletas vacía. ¿Y ahora qué desayuno?

El desayuno perfecto y único no existe; un buen desayuno estará marcado por cómo organicemos y distribuyamos los nutrientes el resto de la jornada, de nuestros hábitos y, también, de nuestros gustos. Recordando que siempre será mejor si no sale de una caja con dibujos y si priorizamos los productos vegetales.

Tampoco es la comida más importante del día

El falso mito del desayuno ideal se extiende a la idea de que el desayuno es la comida más importante del día. Parece lógico eso de que necesitamos recargar las energías después de tantas horas sin comer para quemarlas a lo largo de la jornada, pero no está nada claro. La mayoría de afirmaciones de este tipo se basan en estudios observacionales sin demostrar, cuando no es directamente un eslógan de una marca.

El desayuno se está poniendo en tela de juicio en los últimos años y cada vez hay más trabajos que analizan su influencia en la salud, pero todavía queda mucho por investigar. Entre las conclusiones que se destacan de los últimos estudios, no se ha podido demostrar que nos ayude a tener más energía, o a adelgazar.

Lo que debería importarnos es qué y cómo comemos a lo largo de todo el día, y no dar tantísima importancia a una única ingesta. Es decir, hay que priorizar los hábitos en su conjunto y buscar el equilibrio que mejor nos funcione según nuestras propias necesidades.

Si por ejemplo estamos intentando adelgazar, saltarse el desayuno no tiene por qué se malo, salvo que nos lleve a arrasar con la máquina de chocolatinas a media mañana. Si tenemos problemas de ansiedad o nos ayuda a controlar el picoteo y los atracones, sí podría ser una buena ayuda. Pero hay que elegir bien.

Entonces, ¿qué pasa si no desayuno? ¿Y los niños, necesitan desayunar?

Los mitos del desayuno hacen que mucha gente, y en especial muchos padres y madres, se sientan culpables cuando en su casa no se desayuna bien. Se preocupan y se obsesionan por desayunar o por que los niños se terminen su desayuno completo antes de ir a clase. No hay que agobiarse: no pasa nada por no desayunar.

Conozco casos de personas que se obligan a desayunar mucho para “aguantar todo el día”, cuando precisamente podría tener el efecto contrario. Hay personas que no tienen hambre hastas varias horas después de levantarse, pero si comen algo a primera hora “se abre la veda”, y el estómago se prepara para seguir recibiendo alimentos, despertando la gusa ya a media mañana.

Lo ideal sería comer cuando nos lo pida el cuerpo, procurando que al final del día hayamos ingerido los nutrientes necesarios de forma equilibrada con nuestros hábitos de vida. Puede que a las 7 de la mañana tengamos el estómago cerrado, pero a las 11 podemos hacer una pausa para tomar algo si ya nos entra hambre.

Es normal que nos preocupe el caso de los niños, que al fin y al cabo están en fase de crecimiento y necesitan un desarrollo físico y cognitivo adecuado. Se afirma que el desayuno es importantísimo para los pequeños y que es vital para que rindan bien en el cole, pero, de nuevo, los estudios lo ponen en tela de juicio.

Falta investigación y profundizar mucho más en todas las variables que pueden entrar en juego -estado nutricional, nivel socioeconómico, tipo y cantidad de desayuno, lugar y entorno, etc-, pero, al final, volvemos a lo mismo: no hay que tener el desayuno en un altar como si fuera la clave esencial de toda la dieta. Tampoco en los niños.

Citando de nuevo a Juan Revenga,

Con una alimentación adecuada a su alcance a lo largo de todo el día, todos los días, que el niño (o el adulto) quiera desayunar o no, para mí, es lo de menos.

Y me gusta las sugerencias que nos da en cuanto a qué ofrecer a los más pequeños por la mañana. ¿Por qué no una tortilla con atún, las sobras de la ensaladilla de la cena o pescado a la plancha? ¿Y una crema de verduras o unas empanadillas de pisto, que además se pueden comer en el camino del cole? Aprovechemos cuando son pequeños para que se acostumbren a comer de todo ya de buena mañana, algo que a nosotros todavía nos choca.

En conclusión

Tenemos que superar los mitos y falsas creencias que rodean al supuesto desayuno ideal como la comida más importante del día. Desayunar per se no es bueno ni malo, lo importante es alimentarse de forma equilibrada y coherente con nuestros hábitos. Obsesionarse u obligarse a desayunar no merece la pena, y mucho menos si vamos a imitar los desayunos cargados de azúcares, carbohidratos refinados y grasas saturadas de la publicidad.

Yo adoro desayunar y siempre me levanto con apetito, pero puede que a ti te vaya mejor no tomar nada hasta el mediodía. Y si eres de los que necesitan desayunar pero no tienen tiempo de cocinar nada, puedes preparar algo por la noche o aprovechar las sobras de la cena. O recurrir a las tostadas variadas y saludables como las que nos propone la dietista-nutricionista Sílvia Romero.

Mi desayuno favorito “portátil” fácil de llevar, saciante, energético y saludable son los frutos secos y semillas o los snacks de legumbres. ¿Cuál es el tuyo?

Fotos | iStock - Unsplashed
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