Quizá hayas pensado alguna vez que los típicos botes de conservas. Sí, esos de latón, con apariencia metálica, que tienen distintas acanaladuras, obedecen a meros caprichos de algún diseñador que pensó que iban a ser más aparentes con estos canales.
La realidad, como es lógico, es que poco o nada tiene que ver con ir de fantásticos y presumir de diseño, sino con razones funcionales. Razones funcionales que, por cierto, se conocían hace más de 200 años, cuando llegaron a nuestras vidas las primeras conservas enlatadas.
Es cierto que ahora no todas las latas de conservas, sean del material que sean, tienen esas acanaladuras, pero la mayoría sí lo tiene. De hecho, te darás cuenta de que hay un patrón común cuando además esas latas pueden ser de platos precocinados como lentejas, judías o fabada.
Es decir, es especialmente relevante que algunas latas tengan esta disposición. Como es lógico, la realidad tiene más que ver con la física y con la química que con cualquier tipo de capricho y para ello conviene comprender que, al fin y al cabo, hablamos de conservas.
Lo que se pretende con estos canales es, curiosamente, hacer más sólida la construcción de la lata. Puede parecer raro, ya que quizá tendría sentido pensar que lo más conveniente sería que fuera recta.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad: una lata completamente recta sería más delicada que estas latas con diferentes acanaladuras. Como ejemplo simple, coge cualquier lata vacía que tengas a mano y comprueba cómo no podrás abollar una de ellas, mientras que sí podrás aplastar con facilidad una lata totalmente lisa.
¿Por qué se hace esto? Pues porque cualquier tipo de conserva ha de ser sometida a un proceso de calentamiento cuando se enlata, que es lo que va a garantizar su durabilidad, además de esterilizarlo y eliminar cualquier tipo de patógeno.
Al meter este tipo de nervios o acanaladuras, sin ganar altura o anchura, permitimos a la lata tener algo más de flexibilidad para dilatarse o contraerse en función de las temperaturas exteriores. Al tener este 'margen' de contracción o dilatación, sus paredes no pierden integridad estructural y, por tanto, si se someten a cambios térmicos bruscos no van a partirse.
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Quizá en casa no nos parezca tan evidente, pero pensemos en un gran barco mercante que transporte miles de latas, introducidas en contenedores, donde las temperaturas puedan aumentar de manera considerable. Gracias a este acanalamiento de las letas, no se producen grietas en las paredes de la lata y, por tanto, se impide que pudieran entrar bacterias externas.
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