El temor a que algo se haya estropeado aumenta cuanto más tiempo estamos fuera de casa
Uno de los grandes temores a marcharnos de viaje, si es que existe temor a las vacaciones, es comprobar qué hacemos con los grandes electrodomésticos de nuestra casa.
La nevera y el congelador, a veces juntos en el formato combi, suponen más de un quebradero de cabeza para muchos españoles cuando abandonan su hogar habitual durante el verano.
El drama de pensar si hay aún mucha comida dentro; si vamos a consumir mucha energía por mantenerlo encendido o si nos arriesgamos a que durante este tiempo pueda haber un problema de electricidad que corte el suministro, existen.
Lo más sensato, si vamos a estar mucho tiempo sin estar en casa, es desenchufar también la nevera, siempre y cuando no vaya asociada al congelador, sacando de allí cualquier tipo de producto fresco o perecedero, para que podamos ahorrar los cerca de siete euros mensuales que uno de estos electrodomésticos consumen.
La otra alternativa es que, si no queremos desenchufarla, por lo menos sí podamos gastar menos electricidad subiendo la temperatura de la nevera, lo cual permiten la mayor parte de frigoríficos modernos, sirviéndonos esta medida para limitar en la medida de lo posible el gasto energético de uno de los electrodomésticos que más consume de nuestros hogares.
Sin embargo, hay algo contra lo que no estamos preparados en la mayoría de los hogares y que puede hacer que lo que tengamos almacenado en el congelador se acabe echando a perder sin que nosotros lo sepamos.
Una realidad que se multiplica en verano, pues a menudo se producen cortes en el suministro eléctrico por la saturación de algunas redes, y que podría suponer que parte de los productos que tenemos allí se descongelen.
¿Cuánto? Pues no lo sabemos, pero existe la posibilidad de que suceda un corte o una pérdida de tensión que provoque que esos alimentos ya no pudieran ser consumidos. Sin embargo, desconoceríamos que esto sucediera, alterando así la cadena de frío y poniendo en riesgo nuestros alimentos.
Por eso, lo que recomendamos hacer antes de irnos de casa y sabiendo que el congelador está en uso es dejar un 'chivato' que, a la vuelta, nos demuestre que en algún momento del verano el suministro eléctrico ha fallado y los congelados se han resentido.
Básicamente se trataría de congelar agua en un recipiente pequeño apto para congelación, como un vaso o un tarro, incluso unos cubitos de hielo de los grandes y congelarlos a conciencia. Una vez listos, los metemos en el congelador, en bloque, en un recipiente o una bolsa de plástico.
Si cuando volvamos notamos que estos bloques de hielo ya no tienen la forma inicial porque se han derretido parcialmente será señal de que el congelador no ha realizado del todo bien su tarea, iniciándose procesos de descongelación que podrían ser lo suficientemente importantes como para haber estropeado los alimentos.
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