Si hay alguna forma de hacer que lugares tan dispares como Murcia, Dubái, Tokio o Buenos Aires convivan en apenas un metro cuadrado ese es la puerta de la nevera. Convertidos en postal de recuerdos de viajes —o como lista de la compra— son muchas las puertas de nuestros frigoríficos que se han convertido en una especie de álbum de fotos.
Decenas de imanes plagan así nuestras cocinas y embellecen el electrodoméstico que más caro nos sale al año, pues alrededor del 30% de la energía que se consume en un hogar corresponde a la nevera.
Fundamental donde los haya, la realidad es que es uno de los pocos aparatos eléctricos —por no decir el único— de una casa que nunca se apagan y eso supone que su gasto energético sea altísimo. Más aún cuando el precio de la energía eléctrica ha estado más alto que de costumbre.
Sin embargo, no solo se trata de combatir ese coste, sino también teorías peregrinas que sostienen que poner imanes en la puerta de la nevera supone un gasto todavía mayor para nuestros electrodomésticos.
Lo cierto es que no es así, como tampoco es cierto que el campo magnético que los imanes generan perjudique a los alimentos que se encuentran en el frigo. Razón por la que incluso Endesa ha tenido que salir al quite para explicar que ambas ocurrencias son completamente falsas.
Según explican en su página web, dejan bien claro que se trata de una mentira, pues estos adornos magnéticos no obligan a la nevera a consumir más electricidad, echando por tierra el bulo de que "aumentar la fuerza electromagnética del campo eléctrico del aparato".
Yendo más allá, incluso hacen especial hincapié en esa otra falacia que insinúa que estos imanes dañan a los alimentos, pues "los campos magnéticos de estos imanes son tan insignificantes que ni siquiera atraviesan la puerta de la nevera".
Así que puedes respirar tranquilo y seguir utilizando la nevera como hasta ahora y llenándola de imanes, que la factura de energía que llegue a tu casa mes a mes no va a tener nada que ver con los imanes.
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Otro cantar es que, por ejemplo, te dediques a estar abriendo y cerrando continuamente las puertas de la nevera, que tardes mucho en llenar la nevera o que introduzcas alimentos calientes o templados y esto suponga al frigorífico un sobrecoste energético.
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