Disfrutar del vino en casa: todo lo que necesitas para ser casi un sumiller en tu hogar

Descorchar, servir, oler y catar. Cuatro sencillos pasos para disfrutar del vino cuando estás en un restaurante y convierten la enología en un auténtico placer al que no tienes por qué renunciar por el fastidioso coronavirus y la dichosa Covid19.

No hace falta ser un gran sumiller (o sommelier, para los que dieron francés en el cole) para saborear el vino en casa en las mejores condiciones posibles. Hoy te contamos qué instrumentos y utensilios (sencillitos) te hacen falta para que tu cocina o tu comedor se conviertan en un salón de catas y no te prives del placer del vino por estar en cuarentena.

Sacacorchos automáticos -y tradicionales-; decantadores, las copas apropiadas, el bienamado Coravin, termómetros, bombas de vacío y, si tienes espacio, alguna cava, son nuestras sugerencias para que este año te conviertas en un auténtico sumiller en casa y, de paso, puedas descubrir con calma estos conceptos clave sobre vino que te contamos hace unas semanas.

A enfriar se ha dicho

Posiblemente, el sueño de muchos nosotros sea tener una bodega de obra en la cual guardar nuestros vinos sin tener que preocuparnos de temperaturas, luces o ruidos.

Como, lamentablemente, no es siempre lo más fácil ni barato, tenemos que buscarnos la vida por diversos recovecos de casa para guardar el vino. Cada uno conoce mejor que nadie esos rinconcillos pero siempre debéis tener en cuenta que no deben ser espacios muy luminosos, ni sujetos a grandes cambios de temperatura, ni con mucho ruido o con mucho olor. Por lo que habéis leído, os habréis dado cuenta de que la cocina es enemiga del vino.

Una alacena oscura en medio del pasillo, algún armario que no tenga mucho uso pero que esté bien ventilado o, debajo de una cama, siempre que guardemos las botellas con cuidado, pueden ser lugares idóneos para que nuestro vino esté aislado, limpio y lejos de sus enemigos naturales.

Además, como es lógico, no será lo mismo guardar un reserva de hace 15 años que guardar un vino joven del año, así que tampoco guardes absolutamente todo, que no todos los vinos mejoran y evolucionan de la misma manera.

Remedio de frío para los que dan mucha salida al vino

Poco vino pero mucha rotación, así obedece esta vinoteca a los que siempre quieren tener varias botellas en el punto óptimo. Debes instalarla en un lugar que no sea archienemigo de las pautas que te hemos comentado anteriormente y procurar que nunca le dé el sol de forma directa, ya que tampoco queremos cargarnos la vinoteca.

Con una capacidad para 8 botellas, este sencillo armario refrigerado te permitirá tener a mano los vinos que prefieras -incluso abiertos- para que nada falle durante, por ejemplo, una velada en la que queráis maridar varios platos. Es muy fácil de usar, ya que sólo tenemos que regular la temperatura con los controles exteriores, pudiendo saber siempre a cuántos grados están nuestras botellas.

Siempre a mano y a la vista

Este modelo horizontal de Cecotec tiene hueco para 8 de tus elegidas, además de la ventaja de tener una puerta transparente, por lo que será más fácil identificar las botellas que tengas dentro.

Su panel táctil es una bendición para controlar la temperatura y te facilitará mucho la tarea de tener siempre el vino bien refrigerado. En este caso, las variaciones térmicas entre las botellas superiores e inferiores es ínfima, así que no tienes nada de lo que preocuparte.

Palabras mayores

Si ya disponemos de una bodega que haría palidecer a más de un bar -o tenemos continuos cargamentos de vino- tenemos que ir a la artillería pesada. En este caso, una vinoteca de 41 botellas que ya nos permitirá tocar todos los palos dentro de este mundillo.

Mantiene los vinos entre 7º y 18º, tiene un mando interno para cambiar la temperatura, luces LED para no alterar la calidad del vino y, muy importante, un par de baldas inferiores que permiten la cabida de botellas de mayor formato, como las de champán o las estilo borgoña.

Frío al momento

Si el espacio es un problema -y suele serlo- pero no quieres renunciar a que los vinos cojan temperatura rápidamente o la mantengan lo mejor posible, necesitas algunos aliados.

Enfriadores activos, fajas, fundas o cubiteras vienen al rescate para que ese chardonnay joven o ese gran reserva riojano sean, literalmente, caldos calientes.

Inseparable de tus espumosos

Sea cava, prosecco o champagne, ninguna de tus botellas caminará jamás sola -y caliente- si tienes esta funda ajustable a mano. Sólo exige estar guardada en el congelador, siempre presta a que se necesiten sus servicios sobre la mesa.

Apenas 10 minutos necesitará para que el vino en cuestión se enfríe, lo justo para poner unos aperitivos sobre la mesa. Una vez enfriada, mantendrá la temperatura de tu botella durante un buen rato y además no crea escarcha. ¿Se puede pedir más por menos?

Elegancia y funcionalidad

Si hay un sello de calidad dentro de la cocina, conocido por su fiabilidad, es Le Creuset, que hoy nos demuestra que no sólo hace cocottes y cacerolas de hierro colado como nadie, sino también utensilios para el vino.

Es el caso de esta funda flexible, que permite además meter en ella tus botellas magnum, y que recurre a un gel interno para enfriar en cuestión de minutos su continente. Sólo tienes que preocuparte de meterla en el congelador y ella se encargará de lo demás. Incluso, como ventaja añadida, su tejido es antimanchas, así que no tienes de qué asustarte si alguna gota de vino cae en ellas.

Perfecto para llegar a la mesa

Siguiendo los mismos parámetros -un gel enfundado en plástico que se congela- este enfriador nos permite con mucha dignidad poner esta cubitera sobre la mesa, manteniendo el frío del vino y dejando un sello de distinción incluso sobre la mesa.

Admite vinos tranquilos y espumosos, además de ser fácil de limpiar gracias a su material plástico -por si salpica alguna gota- y es desmontable, por lo que cuando acabes sólo tendrás que devolver el gel al congelador y el recipiente a cualquier armario.

¿Está a la temperatura correcta?

Quizá nos falle la intuición a la hora de sacar un vino de la nevera o de la vinoteca, o no estemos seguros de si hemos dejado actuar lo suficiente a los enfriadores.

Por eso, tener a mano un termómetro de vino, que desde fuera miden la temperatura de nuestras botellas, nos puede echar una mano para saber si tenemos que darle más margen en la vinoteca o si hay que darle un momentín para que se atempere fuera o en nuestra copa.

Asequibles, cómodos y muy útiles, estos termómetros te harán más de un favor para no tomarte el vino más caliente de lo que debes.

El descorche

Apenas un sencillo gesto, corte de cápsula incluido, servirá para que tengas el vino listo sobre la mesa. No es una maniobra que exija demasiada ciencia pero sí algo de práctica -tampoco mucha- pero nos valdrá como buena excusa para abrir unas cuantas botellas.

Sacacorchos eléctrico, el tradicional sacacorchos búho de doble palanca o el convencional de una palanca no pueden faltar en nuestros cajones si tenemos vino por casa.

La opción eléctrica

Práctico, asequible y acompañado de un par de compañeros -un vertedor, un cortacápsulas y un tapón de vacío-, este sacacorchos permite abrir hasta 120 botellas con una sola carga, así que no deberás preocuparte -salvo que tengas un catering- de tener que enchufarlo a menudo.

Tan apto para ti como para hacer algún regalo a cualquier wine lover que conozcas y muy útil para cuando tienes algún corcho especialmente resistente entre manos.

Un clásico infalible

Quizá no sabías que la particular forma de búho de este sacacorchos de doble palanca es de origen español y que lleva casi 80 años rondando por el mundo. El diseño original es obra de David Olañeta, diseñador industrial dentro de la firma vasca BOJ (acrónimo de los apellidos de Manuel Barrenechea, Bernardo Olañeta -padre de David- y Vicente Juaristi).

Aunque emulado y replicado -a pesar de estar patentado- un Búho Boj no puede faltar en nuestras casas porque, además de vistoso, es muy funcional, sencillísimo de usar y muy, muy duradero. Vamos, de los que te acompañan toda la vida.

Sofisticación en dos movimientos

Seguro que más de uno tenéis el modelo Búho o el modelo Camarero en casa, así que si queremos ir más allá con la distinción en el descorche, casi haciendo magia, apostamos a este modelo de palanca simple de Le Creuset.

Eficaz, útil, ergonómico y, para qué engañarnos, bastante pintón, este sacacorchos apenas necesita fuerza para que tus botellas se abran, así que probablemente no puedas prescindir de él una vez que lo tengas a mano.

Verter y decantar

Llega uno de los momentos clave y es que a nadie le gusta estrenar el mantel con la primera gota de vino que se derrama. Por eso, tener un vertedor a mano -aunque sea un sencillo cono de aluminio- puede ahorrarte esa mínima e irrisoria deshonra.

Otra guerra es la tarea del decantado. No todos los vinos lo necesitan y, los que lo necesitan, pueden ser por diversos motivos. Por ejemplo, en un vino joven puede ser útil si este tiene poco olor, es muy astringente o los taninos demasiado marcados. De esta forma, conseguiremos domarlo y permitir que su sabor se realce.

Distinto es el caso de los vinos añejos, además de para evitar posibles posos o sedimentos acumulados, es fundamental para que adquieran todos sus matices.

Económico y eficaz

Imprescindible, funcional y muy discreto. Sólo tienes que encajarlo en la boca de la botella y olvidarte para siempre de esa molesta gota rebelde que siempre insiste en manchar la mesa.

Este tapón servidor antigoteo además permite ser lavado en lavavajillas, aunque con un ligero repaso bajo el grifo y con un poco de papel estará listo para la acción en cualquier momento.

Ideales para compartir

Cuando la cuarentena acabe, podrás llevar tus vinos y tus láminas antigoteo allá donde vayas. Nada menos que 50 finas láminas de PET, utilizables en consumo humano, que además puedes reutilizar con tan sólo darles un poquito de agua.

La despedida definitiva para esas molestas gotas y sus cercos sobre tu mantelería, o ideales para tener unas cuantas botellas abiertas sobre la mesa y no tener que cambiar de boquilla.

¿Quién dijo abrir? Llegó Coravin

Si ha habido una revolución en el mundo del consumo de vino en este siglo XXI es, por aplastante superioridad, la aparición del Coravin, tanto es así que incluso le dedicamos un artículo.

Este sencillo artilugio llegó para hacer que beber los vinos más caros y exclusivos no suponga descorchar la botella y tener que bebérsela entera para que no se arruine -qué pena, ¿verdad?- o pagarla entera -esto sí da más pena-. El mecanismo consiste en una especie de pistola, provista de una fina aguja de acero revestido de teflón que perfora el corcho y extrae el vino del interior con ayuda de una carga de argón.

Con ello se consigue presurizar el vino, que permite que sea servido, y bloquear el paso del oxígeno pueda entrar en él, impidiendo que la oxidación se lleve a cabo. Además, como el hilo de acero es tan fino, la propia condición del corcho reabsorberá ese mínimo agujero.

Milagros aparte, el Coravin está siendo utilizado desde hace años en alta restauración de todo el mundo, como en el madrileño Corral de la Morería, con una estrella Michelin, y que da salida a buena parte de sus viejísimos jereces con este sistema.

Algo que tú podrás emular ahora en casa, tengas vinos antiguos o simplemente con vinos más jóvenes pero de los que quieres disfrutar sólo una copa. Coravin se convertirá así en tu inseparable compañero de tragos.

Airear y decantar, todo es empezar

Muchos vinos necesitan lo que popularmente se conoce como abrirse. Básicamente, es tan sencillo como dejar respirar el vino y que sus matices se expresen con más facilidad y para necesitan un poco de aire. De nuevo, insistimos, no todos los vinos necesitan aireado o decantado, sólo aquellos que son muy viejos o los que han tenido crianzas muy largas.

La razón es que un correcto aireado o decantado permitirá captar todo lo que este vino tiene para enseñarnos. Razón también por las que los decantadores, además de tener un cuello ancho, suelen ser muy anchos en el fondo, para mejorar esa oxigenación. Dicho esto, vamos a las recomendaciones dignas de sumiller para que te luzcas y lo goces en casa.

Fácil, práctico y con poca ciencia

Barato y funcional, perfecto para no comernos mucho la cabeza -todo depende del vino que tengamos en casa- y que te permitirá abrir un corpulento tinto de Toro o de Priorat con suficiente éxito.

Sólo tienes que descorchar, colocar la boquilla y al servirlo pasará por ese par de conductos, dando al vino suficiente margen para que se airee, y encima sin manchar nada. ¿Qué más se puede pedir?

Técnico pero elegante

Los gemelos más famosos del menaje de cocina, los Zwilling J. A. Henckels, no sólo se dedican a las baterías de cocina desde hace más de 200 años. También hay hueco para ellos en el mundo de la sumillería.

En este caso con un aireador, super funcional, que a través de un conducto de plástico en espiral permite el aireado del vino. Menos voluminoso que el anterior aunque algo más caro, este aireador hará que cualquier vino que tengas por casa hable desde el primer minuto.

Decantando, que es gerundio

A muchos vinos no les bastará con un poquito de aire para contar todo lo que esconden dentro de ellos. Por eso, un decantador no puede faltar nunca en la casa de un amante del vino, que lo deberá tener siempre a punto por lo que pueda pasar.

En este caso, os vamos a recomendar dos modelos de probada solvencia, ajenos a modelos muy recargados o de caprichosas formas que hayáis visto, ya sean con doble cuello o curiosas elipses.

Valor seguro, el recurso Riedel

La importancia del cristal de calidad es clave en todos los procesos que involucren al vino, prescindiendo del vidrio en la medida de lo posible. Fieles a una tradición secular de cristal soplado, este decantador -aunque no barato- asegura el resultado del decantado por su fondo ancho, la finura de su cuello y la elegancia de su cristal.

Da igual el vino que viertas que este decantador lo mejorará. Eso sí, recuerda que el decantado debe ser despacioso y permitiendo que el vino resbale con calma por el cuello del decantador, nunca siendo bruscos o perderemos el efecto deseado.

Opción asequible para que siempre haya vino en la mesa

No hace falta tirar la casa por la ventana para tener un decantador a mano, aunque si hablamos de detalles y regalos, hay opciones seguras que harán las delicias de maridos, suegros o jefes.

En este caso, bajamos el rango pero no las prestaciones para traer un decantador que cumple con las tres bés tan deseadas: bueno, bonito y barato.

Con el cristal seguimos topando

Si después de todo este arduo proceso de conservación, enfriado, descorche y aireado servimos el vino en el primer vaso, jarra o taza que tengamos por casa, la mayoría del trabajo se habrá ido al traste.

Tan importante es el fin como los medios en este caso, maquiavelismo aparte, por lo que si queremos un resultado perfecto, hay una premisa clara: optar por copas de calidad.

Además, cada vino, con algunos matices, requiere de su tipo de copa, por lo que es importante que prestemos atención al pie, al cuello y al cáliz de cada una de ellas para saber qué le conviene a cada una de ellas. Este tema daría para un simposio sobre copas en el que no entraremos -no hoy- pero que vamos a sintetizar en varios formatos clave que deberías tener en casa si eres un wine lover.

Del mismo modo que no utilizaríamos un vaso de caña para beber whisky, o una jarra de cerveza para un refresco, nuestros vinos exigen continentes a la altura de lo que son.

Adiós a la flauta

Todos brindamos alguna vez al año, desgraciadamente menos de lo que deberíamos, y seguro que lo hacemos con un espumoso -menos de lo que deberíamos también- y, muy probablemente, lo hagamos en copas largas y de boca estrecha, llamadas flauta, o, las copas Pompadour -bocas anchas y tamaño corto- nos lo estemos cargando.

De nuevo, al más puro estilo aristotélico, en el término medio está la virtud y es que los espumosos no dejan de ser vinos, con burbuja pero vinos. Por eso, una copa de flauta no deja que los percibamos en nariz como debieran y una pompadour disipa demasiado la chispa del champán o del cava, además de ofrecer más superficie al aire, por lo que los olores se volatilizan antes -y además se calienta más.-

Nada de esto significa que debas correr al mueble bar, coger las copas que tienes y que las tires a la basura pero sí, que si tienes margen, puedas hacerte poco a poco con tu colección de copas. Además, lo importante al final es que siempre tengamos motivos para brindar.

Larga vida a los blancos

No es lo mismo beberse un buen Verdejo de Rueda del año que será un vino joven, ligero y muy aromático, cargado de frescura, que beberse una copa de un viura riojano con crianza en barrica como el Capellanía. Simplificar un tipo de copa sólo por el color es un error, que además se magnifica en los vinos tintos, pero los blancos no son ajenas a ello.

Por eso, en el caso de un vino joven, muy frutal y muy fresco, es conveniente apostar por copas que no sean excesivamente anchas en boca, siendo las más recomendadas aquellas que tienen forma de tulipa, estrechándose ligeramente en la parte superior, para así mantener esa frescura y no siendo demasiado anchas en la parte inferior.

Tiempo de tintos

Si nos ponemos excesivamente puristas podríamos catalogar que cada tipo de uva tiene su tipo de copa. Afortunadamente, hay criterios de unificación por los cuales encontramos copas de vino tinto que pueden funcionar bien con prácticamente todo tipo de vino, ya sea joven, crianza, reserva, roble, gran reserva o sin importar la uva.

De hecho, las dos grandes referencias mundiales históricas del vino (Burdeos y Borgoña) tienen su copa distintiva y su propio tipo de botella. Ajenos a tanta perfección, os traemos otras opciones de copas muy funcionales, que reivindicarán desde una garnacha de Méntrida a una cariñena de Calatayud o una monastrell de Jumilla.

Y ahora, ¿cómo lo guardamos?

Has abierto una botella, os habéis servido un par de copas y vuelta a empezar. Perfecto, no hay que tirar vino, ni temer por devolverlo a la nevera o a la vinoteca. En la vinoteca estará como en casa y en la nevera, aunque no sea el mejor lugar, es preferible porque se ralentiza la oxidación, un proceso irremediable una vez que lo abrimos.

Por eso, dejando atrás volver a recorchar, vamos a recurrir a las socorridas y asequibles bombas de vacío que nos aseguran la estanqueidad del vino y alargan su vida útil aunque, lógicamente, no hacen milagros.

De propina y para que vuestros espumosos no pierdan su particular chispa, un par de tapones para cavas y champanes que sustituirán a aquella cucharilla que poníamos de pequeños y que, sintiéndolo mucho, no valía para nada.

Imágenes | iStock/Directo al Paladar/El Corte Inglés/Coravin
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