"Hoy la comida es sorpresa"; este anuncio era una broma recurrente en casa pero real como la vida misma, producto de nuestra ingenuidad al congelar sobras de comida confiando en que nos acordaríamos qué había dentro. Al cabo de las semanas se nos olvidaba por completo.
El día en el que esperaba tener unas ricas lentejas con verduras y me encontré con pulpa de almendras sobrante de hacer horchata marcó un punto de inflexión. A la jornada siguiente cambié mi rutina culinaria sumando un nuevo accesorio al cajón de de los utensilios, una cinta de esparadrapo que, junto con un bolígrafo o rotulador, se ha convertido en un imprescindible de uso casi diario.
Su fin no es otro que el de ofrecer un sistema de etiquetado rápido, versátil y barato, que se adapta a prácticamente cualquier material y permite anotar en cuestión de segundos el contenido de tápers, frascos, botes, bolsas y cajas. Sea blanco o de color carne, el esparadrapo autoadhesivo se adhiere sin problemas al plástico, vidrio o cartón, y la cara exterior textil, ligeramente rugosa, facilita la escritura sobre ella.
Es de lo más útil para apuntar rápidamente qué metemos en el congelador, fecha incluida, pues nunca hay que confiar ciegamente en la propia memoria cuando se trata de la conservación de alimentos. El tiempo vuela y tras pasar por la congelación la comida se confunde y no es fácil de identificar a simple vista, mucho menos si el táper o su tapadera son opacos.
Ya sabemos que el congelador no es el depósito eterno de las sobras o los alimentos y que solo ralentiza su deterioro, no siendo nada recomendable mantener congelada la comida demasiados meses -entre seis y diez, según el tipo de alimento-. Tener siempre un rollo de esparadrapo a mano evita que las prisas o la pereza sean una excusa para no anotar qué y cuándo congelamos, y podemos darle más usos.
Es muy práctico para marcar los contenidos de diferentes envases de la despensa, como botes de conservas o de harinas -es complicado distinguir a ojo entre una harina de repostería y otra de fuerza, por ejemplo-, y hace que sea más fácil organizarse y trabajar si de un vistazo vemos el nombre del producto sin tener que ir sacando y abriendo recipientes.
Al ser autoadhesivo podemos emplearlo también como cierre provisional de bolsas y otros envases, resiste la humedad y se puede poner y quitar sin dificultad, sin dejar restos pegajosos o trocitos de papel como suele ocurrir con las pegatinas corrientes de papel. Y evita tener que recurrir a rotuladores permanentes si queremos escribir sobre bolsas de congelación, que no se llevan muy bien con un bolígrafo normal.
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También lo empleamos para dejarnos notas en la puerta de la nevera, el lavavajillas o un armario, o para tomar notas rápidas como la temperatura a la que debe estar el horno o si hay que comprar algo con urgencia. Sale muchísimo más barato que una máquina de etiquetas, es más fácil de usar y se puede comprar en cualquier supermercado, farmacia o tienda de barrio.
Es muy útil igualmente a la hora de preparar comidas para llevar y distiguir así entre diferentes miembros de la familia y, por supuesto, también tiene su utilidad sanitaria original; todos nos hemos hecho algún pequeño corte o quemadura en la cocina.
Fotos | Lisa Clarke - Joe
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