Todos tenemos tápers y fiambreras en casa, algunos quizá pidiendo ya la jubilación y otros que aguantan estoicamente los años sin un rasguño, pero lo que está claro es que forman ya parte de los utensilios básicos de cualquier cocina. Ahora bien, ¿sabemos usarlos correctamente? La pregunta parece absurda -es un recipiente con tapa, no tiene mucho misterio-, y sin embargo hay una forma de utilizarlos que suele pasar desapercibida.
En realidad la idea parte del mecanismo de uso de otros recipientes similares que muchos ya usamos en nuestras cocinas, sobre todo los que hemos crecido en una cultura que rinde pleitesía a la buena mantequilla, además del aceite de oliva. Las mantequilleras, al fin y al cabo, son como un táper que funciona boca abajo. Y ahí está la clave del asunto.
Normalmente utilizamos los tápers herméticos, de plástico o de vidrio, como una caja de almacenaje. Es la opción más opvia para transportar comidas de cuchara y tenedor, con mucha salsa, ingredientes pequeños o líquidos, pero no es la más útil cuando se trata de alimentos grandes.
Hablamos de tartas y pasteles, bollos y panes, bocadillos, una tortilla de patatas, quiches o piezas de queso, comidas voluminosas que suelen tener más altura y que no salen tan fácilmente de un táper en posición normal, porque lo habitual no es comerlas directamente pinchando el tenedor. En este caso, lo mejor es darle la vuelta.
Así funcionará como una mantequillera, una quesera o un transportador de tartas, cuyos modelos más habituales siguen el mismo diseño que un táper corriente, pero al revés. El espacio más alto, el que funciona como caja, se transforma en la tapa o cubierta, como una campana, dejando el alimento sobre la superficie más plana y delgada que se convierte así en bandeja o plato de servir.
Cualquier táper con cierta altura nos servirá para estos usos si tiene el tamaño necesario, aunque recomendamos aquellos con cierre de pestañas tipo pestillo, herméticos, y mejor si son de vidrio; con una tapa/bandeja de bambú tendremos además un material más ecológico y mucho más bonito para servir, especialmente cuando guardemos la mantequilla, quesos o pasteles.
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