Supongo que habrá sido casualidad —o sugestión de mi subconsciente— pero justo durante las dos semanas previas a mi onomástica me he encontrado con muchas velas originales para la tarta de cumpleaños.
Resulta curioso la cantidad de alternativas que existen para las velas tradicionales, desde algunas que nos ayudan a contar y así saber con certeza la edad del cumpleañero a otras que hacen justo lo contrario, sembrar las dudas, pasando por otras más chic e ideales para adolescentes glamourosas.
No es que sea una recopilación exhaustiva ni mucho menos, pero nunca esta de más saber como podemos darle un toque diferente a nuestra tarta.
Para empezar, mis preferidas, las velas más racionales y legibles, las del método Heckman. La idea de vender una vela larga cada cuatro cortas para ordenar la disposición de las mismas en la tarta se le ocurrió a su diseñador, Carlo Heckman, cuando en 1950, mientras celebraba el cumpleaños de su abuelo, le molestó el caos de velas que reinaba sobre la tarta.
Una buena opción si quieres asegurarte de que la gente no te pregunte una y otra vez… ¿cuántos años cumples? Y si lo hacen siempre puedes contestar con otra pregunta ¿no sabes contar?
La siguiente en mi lista, por irónica y graciosa, es esta vela interrogante, que dejará a nuestros invitados con las ganas de saber la edad que estrenamos.
Es perfecta para esas personas jóvenes de espíritu que no quieren ser juzgadas por el paso del tiempo, o simplemente para aquellos con un fino sentido del humor.
Tampoco me disgustan estas velas con forma de bloques de Lego, muy coloridas y llamativas. Lo que pasa es que parecen un tanto grandes y llegaría una edad en la que necesitaría una tarta de bodas para poder colocar tanta vela —y unos invitados hambrientos para comérsela—.
No obstante, es una buena idea para el cumpleaños de un niño que se sienta identificado con este conocido juego de construcción. Aunque igual prefiere jugar con ellas y no quiere que las encendáis para no gastarlas.
Por último, la vela que jamás permitiría sobre mi tarta. Más que nada, porque ni siquiera es una vela, son solo unos números con cristales de Swarovsky engastados.
Y yo me pregunto: ¿Qué es de la tradición de soplar y pedir un deseo? Al apagar las luces ¿Quién sabe donde esta la tarta sin las velas encendidas? y por último, pero no menos importante ¿Existe algo sobre la faz de la tierra a lo que no le hayan incrustado esos dichosos cristalitos?
Al menos tienen una ventaja, no se manchará la tarta de cera mientras el resto de niños que no cumplen años quieren también su turno para soplar las velas.
En fin… ¡Que cumplas muchos más!
Vía | Compradicción I y II, las lentejas, noquedanblogs
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