Muchos de los 'fallos' que se pueden apreciar en las habitaciones de hotel se producen por igual en hoteles con cinco estrellas o en alojamientos más humildes
Cuando viajamos, sea placer u ocio, los hoteles suelen ser un refugio habitual. Sin embargo, hay habitaciones de hotel que están lejos de hacernos la vida más fácil. No todas, claro, y no tiene que ver simplemente con el número de estrellas de las que presuma o deje de presumir.
Hay elementos que, tras mucho trasegar por hoteles de toda índole, acaban disgustándome esté donde esté. Por eso, hay determinados elementos que no me gustan en las habitaciones de hotel.
Insisto en que no es una cuestión de estrellas, pues muchos de los 'fallos' que se pueden apreciar en las habitaciones de hotel se producen por igual en hoteles con cinco estrellas o en alojamientos más humildes. Posiblemente pasen más inadvertidos en hoteles modestos, siendo fallos que podríamos considerar algo más groseros en los hoteles más caros.
Sin embargo, esto no quita que, sea donde sea, puede haber ciertos fallos que a mi juicio son imperdonables porque a veces no tienen que ver directamente con el pretendido nivel del hotel, sino más bien con otro tipo de fallos.
No hablamos de un nivel de pijismo en el cual pretendo que haya tal o cual champán en la habitación. Tampoco de blasfemar porque un albornoz o unas toallas estén más o menos nuevas. Incluso sin entrar a valorar cómo de cómoda puede ser una cama o dejar de serlo.
Algunas de las cosas que más me irritan dentro de una habitación de hotel tienen que ver, en la mayoría de los casos, por elementos de diseño o de concepción del espacio que alguien no tuvo en cuenta. O, si lo tuvo, decidió omitirlo. Sea como fuere, estos son mis hateos a ciertos elementos de las habitaciones de hoteles. Ordenados de mayor a menor, claro.
1. Luces que no entiendo
Creo que pocas cosas puede haber más molestas en una habitación de hotel que tener que adivinar qué luces se encienden o apagan desde según qué interruptor. Es cierto que en determinados hoteles hay un interruptor de apagado general que permite controlar todas las luces al mismo tiempo, pero no siempre pasa.
Ir apagando lucecitas por la habitación, como si fuera Pulgarcito, es algo que me apetece poco a última hora de la noche. Sobre todo, en hoteles donde, además, tienes que buscar enchufes o interruptores que están a desmano. Por favor, diseñadores, busquen una manera de que haya siempre un interruptor general.
2. Duchas que tampoco entiendo
Reconozco que pocas cosas me gustan más en un hotel que las duchas con efecto lluvia. Quizá sea por no tenerla en casa, pero me parecen cómodas y relajantes. Menos relajante me parece tener que hacer un máster de cómo funcionan algunas duchas, multiplicando los mandos y haciendo imposibles de domesticar a simple vista.
Un mando para abrir el agua; otro grifo para controlar el tipo de chorro y un tercero, claro, para gestionar la temperatura suelen estar en el día a día de muchos hoteles. De los tres, el que menos me gusta, es el de la temperatura. No siempre es fácil calibrar, sobre todo cuando tienes que prestar atención a un pequeño dial donde pueden aparecer —o no— los grados a los que se supone que está el agua.
3. Duchas que rebosan
Seguramente sean los baños de hotel mi talón de Aquiles. Sin embargo, una de las cosas que más me incomoda es poner perdido el cuarto de baño porque la ducha está mal aislada o, peor aún, porque de una forma u otra el agua acaba salpicando. Me molesta, no solo por mi, sino porque no creo que una camarera de piso debiera tener la obligación de pasar la fregona por un charco que se ha generado a costa de un mal diseño.
Tengo la suerte, mala o buena, de ser alto y que esto provoque que, a menudo, el agua de la ducha salga por encima de la mampara cuando se choca con mi cabeza. Muchas de estas realidades se evitarían con mamparas más altas o más largas. Sea como sea, también hay duchas que, no sé por qué, tienen puertas mal selladas y acaban permitiendo que el agua se filtre.
4. Duchas sin presión
No quiero parecer el maniático de las duchas de hotel, pero sí, soy. Imagino que no soy el único al que le hace poca ilusión enfrentarse a duchas que apenas tienen potencia. No pido que sean capaces de regar el Santiago Bernabéu, pero sí de que tengan una mínima presión que permita ducharse con comodidad.
También, en este dogmatismo de ducha, podemos meter el drama de que no alcancen suficiente temperatura, lo cual también es bastante molesto. No pido, insisto, agua que me escalde como un centollo, pero sí que pueda alcanzar los 38º o 40º sin complicaciones.
5. Luces a destiempo
Ahora no vengo a hablar de interruptores. Vengo a hablar de esas pequeñas luces que titilan o destellan en mitad de una habitación de hotel. Esto sí admito que puede entrar en el rango de pijada y se soluciona con un antifaz, pero tengo la fea costumbre de querer habitaciones muy oscuras para dormir. Llamadme raro.
Sin embargo, es posible que haya dos o tres luces, parecidas a ovnis, alternando el descanso nocturno. Un clásico es el piloto rojo de stand-by de la televisión, generalmente bien en frente de tu cara. Otro clásico es el mapa verde de emergencia, a veces de un verde nuclear que haría temblar a Homer Simpson. Y luego está el destello de muchos termostatos del aire acondicionado o la bomba de color, generalmente luciendo en azul, que convierten la habitación en un arcoíris.
6. ¿Me dejas cargar el móvil? Gracias
He de decir que me encantaría ir a hoteles y poder olvidarme del teléfono móvil, apagarlo y no tener que cargarlo. Por desgracia, vivo en el siglo XXI. Sí, ese en el que sin teléfono es más difícil vivir que un canguro en el Amazonas y donde, por desgracia, suelo necesitar que mi despertador sea el teléfono.
Sin embargo, hay hoteles que tienen la fea o curiosa costumbre de no poner enchufes cerca del cabecero de la cama. Sí, también sé que está feo dormir con el teléfono al lado de la oreja. O que hay que buscar la calma y otras historias de autoayuda, pero insisto en el siglo XXI. Por eso, quiero enchufes —me vale uno, no necesito diez— al lado de la cama donde pueda dejar el teléfono de manera normal una noche cualquiera. Y no, no quiero tener que desconectar una lámpara de mesilla de noche ni tener que mover una cajonera.
7. ¿Mesas de escritorio?
Estoy convencido de que muchos de los diseñadores que han ideado los escritorios de un hotel nunca se han sentado en ellos. Sí, de nuevo siento ser un ciudadano del siglo XXI que pasa más tiempo en hoteles del que debería. Esto significa que buena parte de las líneas que escribo en DAP las he tecleado desde la habitación de un hotel.
Habitación de un hotel donde, posiblemente, el respaldo del asiento no sea cómodo ni los reposabrazos de la silla estén a una altura cómoda que permita reposar medianamente los brazos ni en la silla ni en la mesa. No pido milagros ni la silla más cómoda del mundo, sólo no tener que escribir como si fuera un T-Rex con artrosis.
8. Minibar con maxiruido
Es curioso como elementos tan pequeños puede generar tanto ruido. Si tú también has blasfemado ante minibares que parecen la lavadora de la abuela sabrás de lo que hablo. Los minibares son ese mal necesario, aunque no sé cuánto de necesario, que esperan en los hoteles para clavarte cuatro euros por un agua o por una botellita de Gordon's que lleva allí más tiempo que Gibraltar siendo británico.
Que el minibar no tenga rotación o que no lo utilice es algo que me importa generalmente poco. No le presto demasiada atención, pero él hace por notarse y suele temblar y hacer un ruido maravilloso, fomentado además por el nicho o sarcófago de madera en el que se encuentra, y que acaban siendo una sonata nocturna muy poco agradable.
9. Tierra llamando al aire acondicionado
Si ya te vuelves loco con el manejo de las luces, para ingresar en la López Ibor es intentar descifrar el aire acondicionado o termostato de muchos hoteles. Creo, conspiranoico mediante, que buscan siempre las opciones más difíciles de entender, con más botones y más idiomas para que los huéspedes desistan de intentar tocarlo y lo dejen tal y como está.
No sé si estoy pidiendo mucho, pero me gustaría, en cierto modo, poder modular medianamente la temperatura de la habitación del hotel en cuestión sin tener la sensación de estar en la Estación Espacial Internacional. Mención aparte es que haya algunos que directamente estén programados en el modo Antártida o, peor aún, en el modo Sáhara a mediodía.
10. Ante todo, mucha calma
¿Tiemblas cuando te toca una habitación cerca del ascensor o a pie de pasillo? Si es tu caso, bienvenido al club. Soy consciente de que, en un hotel, por necesidad, hay habitaciones que van a estar más cerca del tráfico. Sin embargo, creo que esto puede ser más evitable de lo que parece con una correcta insonorización.
La doble puerta suele funcionar muy bien, con lo cual nos ahorramos parte de estos dramas, evitando que se cuelen en nuestra habitación los berridos del que llega a las tres de la mañana o la estampida mañanera de media docena de niños camino de la piscina. No creo en el universo only adults que ahora parece imperar, pero sí confío en un término medio o, al menos, no signifique que el pasillo del hotel se convierta en la calle Preciados un 23 de diciembre.
Imágenes | iStock
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