10 pueblos bonitos y fríos de España a los que escaparse en julio para huir del calor

Julio ya está aquí y, para ser fiel a su cita con el termómetro, pone por bandera los más de 30 grados en buenísima parte de la geografía española. Las noches tropicales se suceden y dormir se convierte en una quimera, dejando que apenas sean unos pocos privilegiados los que aún tienen que taparse por la noche para dormir.

Si eres de esos nostálgicos de dormir con manta o, directamente, se te hace bola el calor intenso y prefieres vivir a menos de 30 grados, tenemos una decena de recomendaciones de pueblos bonitos de España donde, además, el calor da tregua por la noche.

No pretendamos magia tampoco a la hora de registrar las máximas del día, pues en julio y en España, por lejos que vayamos o por alto que subamos tendrá que hacer calor a las cuatro de la tarde. Otro cantar es que consigamos conciliar el sueño sin recurrir a aires acondicionados o ventiladores.

De las montañas del Maestrazgo de Teruel, Cuenca y de Castellón, pasando por algunas de las cumbres más interesantes de la Sierra de Gredos o dejándonos caer por la Cornisa Cantábrica, hemos encontrado una decena de pueblos bonitos y fríos en los que el verano no es tan intenso.

Pajares, Asturias

Puente Los Fierros y valle de Pajares en el concejo de Lena, Asturias

Famoso por el puerto de montaña homónimo, que sirve de puerta de entrada a Asturias desde León, el pequeño pueblo de Pajares —realmente una parroquia— está enclaustrado en el corazón de los Picos de Europa a casi mil metros de altitud.

En invierno, destaca la actividad de la estación de esquí y montaña Valgrande-Pajares, que también sirve de punto de partida para el senderismo estival. Además, también resulta relevante la discreta ermita de Santa Marina de Pajares que allí se encuentra o la iglesia de San Miguel.

El Barco de Ávila, Ávila

Puente románico de El Barco de Ávila

A 1.004 metros de altitud y ubicado en la cara norte de la Sierra de Gredos, El Barco de Ávila es una de esas localidades donde el verano es especialmente amable si de calor se habla. Rara vez se superan los 20º centígrados de temperatura media en el mes de julio, razón que puede hacer que los que buscan pueblos bonitos y fríos tengan aquí su particular paraíso.

Además de eso, conviene reparar en la cocina del pueblo —famoso por sus judiones— y también por su encanto arquitectónico, donde dan buena cuenta de su patrimonio la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el castillo de Valdecorneja y el puente románico, reconstruido tras la guerra de la Independencia.

Morella, Castellón

Morella, en Castellón

Cambiamos de registro serrano para establecernos en el corazón del sistema ibérico. Aquí espera el impresionante Maestrazgo, cuyos tres vértices son otro remanso de paz y frescor para los que huyen del calor si del mes de julio hablamos.

Uno de los pueblos con más encanto del Maestrazgo es el castellonense Morella. A nivel arquitectónico destaca la poderosa Iglesia de Santa María, de estilo gótico, y que bien da la sensación catedralicia. A nivel civil, el castillo de Morella condensa buena parte de las miradas de un pueblo relativamente grande (unos 2.500 habitantes) que multiplica su población y la de su comarca en los meses de verano.

Rubielos de Mora, Teruel

Rubielos de Mora, Cuenca

Con uno de los cascos históricos mejor conservados de España, Rubielos de Mora presume de ese corazón del Maestrazgo, pero ya en la provincia de Teruel. Ermitas, colegiatas e iglesias son el testigo mudo del paso del tiempo en un pueblo que merece la pena recorrer, amemos el frío o no.

También su arquitectura civil es relevante, como lo es también la presencia cercana del parque Dinópolis, que es una opción ideal para conocer con niños —y no tan niños— y descubrir un poco más del pasado en el que los dinosaurios habitaron estas sierras conquenses.

Sigüenza, Guadalajara

Plaza mayor de Sigüenza, en Guadalajara.

Apenas a una hora y media de Madrid, dos estrellas Michelin, un castillo milenario y una buena colección de iglesias, amén de una imponente catedral, son los reclamos con los que Sigüenza encandila a cualquier viajero.

Si a ello le sumamos que es un pueblo bastante fresco, debido a su ubicación en las sierras de Guadalajara y en las cabeceras del Alto Tajo, tenemos la respuesta ideal para cualquier tipo de escapada sin mirar la fecha.

Benasque, Huesca

Valle de Benasque, con el pueblo a la derecha.

Apostar por los Pirineos para huir del calor es apostar a caballo ganador, independientemente de dónde busquemos. En este caso, sugerimos el patrón natural que Benasque marca en el Pirineo de Huesca, donde será su encanto de alta montaña el que haga las delicias de los viajeros.

También el valle y sus pueblos tienen un discreto patrimonio arquitectónico, pero a este rincón pirenaico se viene a ver montañas, glaciares, hacer senderismo y descubrir parajes aún verdes incluso en los meses más tórridos del año.

Isaba, Navarra

Vista de la localidad navarra de Isaba, en el valle del Roncal.

Es una de las puertas naturales al navarro valle del Roncal, razón también que hace que Isaba sea uno de esos reclamos veraniegos donde el calor parece no hacer mella. No quiere decir que no exista, claro, pero no al menos a los niveles que se sufren en el resto de España.

La Iglesia de San Cipriano y la basílica de Nuestra Señora de Idoia son sus dos grandes pilares arquitectónicos, pero de nuevo es el encanto de estos valles y de los ríos que los surcan los principales embajadores de este bonito pueblo donde el calor del verano pasa de puntillas.

Ezcaray, La Rioja

Vista aérea de Ezcaray, en La Rioja.

Algo más de 2.000 habitantes censados, pero una población que se multiplica hasta por siete durante los meses de verano dan fe del boom que el riojano pueblo de Ezcaray tiene durante las vacaciones.

Aquí, entre otros tesoros, encontramos el dos estrellas Michelin Echaurren. También varias fiestas veraniegas hacen aquí su fresco agosto, como el día de San Lorenzo, el 10 de agosto, pero entre los méritos del pueblo, consagrada como Primera villa turística de La Rioja también hay que recordar su casco viejo medieval, el entorno natural serrano en el que se encuentran y, cómo no, lo bien que se come.

Orbaneja del Castillo, Burgos

Orbaneja del Castillo, en la provincia de Burgos.

El pueblo cruzado por una cascada lleva desde hace años inscrito en un boom turístico que hace de este remoto confín de Burgos en una tentación vacacional para los que persiguen el frío o huyen del calor a toda costa.

Toda la villa está catalogada como Conjunto Histórico, conservando un recogido casco histórico empedrado y una arquitectura tradicional que encantará a los amantes de los pueblos con encanto.

Guardo, Palencia

El municipio de Guardo en invierno, en la Montaña Palentina

Uno de los robledales más antiguos y mejor conservados de España se encuentra en Guardo, un pequeño municipio de la Montaña Palentina. También tiene varios elementos arquitectónicos reseñables, como la fachada del Palacio del Arzobispo Bullón o la Iglesia de San Juan Bautista, cuajada de barroco español.

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No es el pueblo más pequeño de esta lista —hablamos ya de 6.000 habitantes—, pero sus alrededores también están cuajados de naturaleza y su temperatura media, que rara vez supera los 25º centígrados de media en verano, son una bendición para los que reniguen del calor y busquen pueblos bonitos.

Imágenes | iStock

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