Se levanta la primavera en el sur de Palencia, vibrando de verde entre lomas, cerros y campos de cereal salpicados de amarillo a costa de la colza. Es el Cerrato Palentino, un paisaje de viña y monte que se divide entre una pizca de la DO Cigales y una enorme extensión de la DO Arlanza.
A apenas dos horas y media de Madrid en coche, el Cerrato Palentino coquetea en su borde sur con la provincia de Valladolid y hacia el este con la de Burgos, en un medio camino que lo sitúa en el corazón de Castilla.
Un plan para todas las estaciones donde calma, paisaje, historia, gastronomía y vino se suceden a cada paso. Perfecta para una desconexión primaveral y sorprenderse con sus colores, pero también para el son que marcan barrios de bodegas como los de Baltanás, Dueñas o Torquemada, o para descubrir tesoros románicos.
El Cerrato espera cerca, asequible y casi virgen, en un terreno donde la mesa habla de vinos claretes y ojo gallos, de sopas de ajo, de lechazos y, también preñada de un despliegue verde que pone al pimiento de Torquemada, a las cebollas de Palenzuela o al pan de fabiolas en un mapa imprescindible.
Día 1: de los barrios de bodegas al tesoro de los visigodos
Baltanás, Venta de Baños, Villamuriel del Cerrato, Dueñas, Castroverde de Cerrato, Torquemada, Palenzuela, Tariego de Cerrato… Así hasta más de una cuarentena de pueblos que se reparten por algo más de 1.500 kilómetros cuadrados, drenados con ríos como el Pisuerga, el Arlanza o el Carrión, que se encargan de refrescar y reverdecer la zona.
Abordable a través de la autovía A-67 desde Palencia, los primeros pueblos del Cerrato palentino apenas distan a un cuarto de hora de la capital palentina, que también podría servir como eje de operaciones.
Mañana: catas y caminos entre barrios de bodegas
El suelo es el testigo de una actividad enológica pretérita que convirtió al Cerrato en un pulmón vitivinícola durante siglos, cortado abruptamente por la filoxera. Los suelos de pueblos como Torquemada (en la DO Arlanza) o Dueñas (en la DO Cigales) se encuentran horadados por decenas de bodegas familiares, la mayor parte de ellas convertidas ahora en merenderos, que dan vida a los llamados barrios de bodegas.
Un paisaje salpicado de chimeneas y de experiencias enoturísticas como las que ofrecen desde Bodegas Remigio Salas, una 'casa' con más de cinco generaciones de viticultores, que aún hoy ofrece en Dueñas vinos singulares como los ojo gallo, la auténtica forma de conocer el rosado castellano. Si sois fieles al pan y a la confitería, haced un alto en la panadería Oviedo y llenar el coche de sus pastas de té caseras.
No lejos está Torquemada, donde también se puede descubrir otro barrio de bodegas histórico con elaboradores como Señorío de Valdesneros o de Bodegas Esteban Araújo, dos referencias que enseñan las bodegas tradicionales subterráneas y donde también se pueden disfrutar de catas guiadas.
Comer: Mesón del Cerrato
A través de la A-62, a apenas 20 minutos de Torquemada, tras hacer hambre caminando entre los barrios de bodegas y si no hemos caído en la tentación de probar los famosos panes fabiolas de Palencia —un pan de carácter candeal que, además, tiene otra versión casi hojaldrada con manteca de cerdo—, la cocina castellana se abre paso.
Mesón del Cerrato (Tariego de Cerrato) se convierte en una opción maravillosa para probar una cocina castellana sencilla, de producto y que no renuncia a cierta modernidad. Es el lugar donde probar las sopas de ajo avahadas (se convierten en una especie de tarta tatin, tostadas y sequitas), su pichón estofado o los imprescindibles pimientos asados de Torquemada.
Mención especial merecen sus postres, que se cuentan por más de una decena, innovadores, creativos y sorprendentes en un pueblo de apenas 500 habitantes. De la gestión se encargan las hermanas González, herederas de este negocio familiar donde Patricia, Vanessa y Yovana toman las riendas de sala, cocina y postres.
Tarde: puestas de sol desde cerros y la iglesia más antigua de España
Apenas 10 minutos de travesía separan el ágape de la iglesia visigótica de San Juan de Baños, catalogada como la iglesia más antigua de España —está datada del año 661— y es uno de los grandes vestigios de arquitectura visigoda en nuestro país.
Un tesoro histórico muy cerca de la ciudad de Palencia y perfectamente visitable (de martes a domingo en los siguientes horarios), supone un vestigio que conviene no sacar de la ruta.
El cierre vespertino, perfecto en los largos atardeceres de primavera, se puede poner en el barrio de bodegas de Baltanás, la capital comarcal, donde un cerro aloja más de 370 antiguas bodegas, excavadas en piedra y en seis alturas.
Aquí además está el Museo del Cerrato, un compendio etnográfico que data la vida de la región, terreno fértil y molinero, plagado de cultivos, viñas, colmenares y palomares, de trascendental importancia histórica. Además, también tiene una curiosa y nutrida colección de arte pictórico, ubicada en el antiguo palacio de Santo Tomás.
También hay un lagar rehabilitado, que ejemplifica la antigua forma de hacer vino en la zona, y que durante la Feria del Queso y del vino (a finales de octubre) se pone en marcha para demostrar cómo se elabora vino en la zona.
Cena: La Zarcera
Recientemente remodelada, La Zarcera actúa como epicentro gastronómico del barrio de bodegas de Baltanás. Julia y Patxi regentan este local en el que el vino local es el protagonista, amén de alguna cerveza artesana castellana, donde tomar un picoteo y algunas tapas, la mayoría de ellas elaboradas con producto palentino.
También tienen una pequeña tienda con delicatessen y productos gourmet de la zona, como los pimientos embotados, el foie, legumbres, mieles, queso o chocolates. Por supuesto, también hay vino que nos serviría para volver a cargar el maletero de tesoros del Cerrato, incluyendo sus famosos quesos.
Dónde dormir
Otros 10 minutos separan el centro histórico de Baltanás de Finca El Cercado, una antigua casa solariega con apenas 10 habitaciones que ahora está convertida en un tranquilo hotel rural, rodeado de vegetación y decorado con mucho gusto, en el que sus cuatro estrellas y el trato cercano te harán sentir como en casa.
Perfecto para grupos grandes, ya que la casa se alquila entera, es una opción perfecta para estar bien ubicado en el Cerrato y tenerlo de base de operaciones. Cristina Sotomayor, propietaria y directora del hotel, además elabora planes a medida s sus huéspedes en función de lo que deseen: gastronomía, naturaleza, ornitología…
Día 2: una Castilla verde
La impresión de pensar en los paisajes de Castilla como una gran y seca planicie se desmonta en el Cerrato palentino. Salpicado de lomas, cerros y pequeños bosques, su orografía también se nutre de ríos que vertebran una zona de fundamental importancia hidrográfica como el Pisuerga.
Mañana: la senda del Canal de Castilla
La gran obra de ingeniería fluvial de España, con más de 200 kilómetros de longitud, también se adentra en el Cerrato palentino. Podemos abarcarlo a través de varios caminos en la zona del Ramal Sur, siguiendo parte del cauce del río que atraviesa Palencia.
Otra opción es ir saltando de pueblo en pueblo y esclusa en esclusa con el coche, haciendo paradas en diversos puntos como en Villamuriel de Cerrato, que además aloja una de las esclusas más anchas e interesantes, ya que permitía alojar hasta dos barcazas al mismo tiempo.
Comer: la Bodega del Canal
Antigua bodega, convertida hace apenas 20 años en restaurante, sus enormes salones conservan las formas abovedadas del pasado, alojando ahora un estilo de cocina castellano de mucho producto y mucha tradición, presidido por un gran horno de leña que funciona a pleno rendimiento en pleno Villamuriel de Cerrato.
Es el lugar ideal para pedir el clásico lechazo asado, aunque también podemos apostar por su cochinillo o las chuletillas de cordero. Además, por reserva previa, también hay sopa castellana, que también se termina de marchar en sartén y en el horno. Como remate, conviene no dejar pasar por alto su leche frita.
Tarde: entre pájaros y viñas
La tarde cerratense se puede coronar con otra experiencia enoturística, visitando la bodega Pagos de Negredo, cuyas viñas se sitúan a más de 700 metros de altitud, dominando un imponente cerro a las afueras de Palenzuela. Su historia, moderna, además remite a los vinos de esta parte del Arlanza, a apenas 12 kilómetros de la Ribera del Duero, y que ya a finales del siglo XIX eran reconocidos mundialmente.
Otra alternativa, sobre todo en los días más despejados y menos calurosos de la primavera, está en entregarse a la experiencia ornitológica que se puede descubrir en rutas que implican a los principales pueblos de la zona como Baltanás, Dueñas, Torquemada o Villaviudas.
Corrucas, bisbitas, cojugadas, águilas reales, escribanos o perdices se dan con abundancia en estas tierras que alternan alfoces, páramos, laderas y cerros, y donde el avistamiento de pájaros es realmente espectacular.
Imágenes | Visual Crea / ADRI Cerrato Palentino / Diputación de Palencia
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