48 horas en Oporto: qué hacer y qué ver en la ciudad de las francesinhas, los órganos y uno de los museos más brutales de Europa

  • Un destino cercano, completo y repleto de cosas que ver y hacer —aparte de su vino—

  • Perfecta en otoño y primavera, la ciudad portuguesa es una escapada ideal desde España para un fin de semana

Cualquier momento del año es un buen momento para descubrir Oporto. Porto, como la llaman los portugueses, está situada en el norte del país y a apenas 120 kilómetros de Galicia. La segunda ciudad más poblada y más grande de Portugal es además un destino turístico de primera, tanto para españoles como para un creciente público internacional, habiéndose convertido en puerta de entrada para muchos visitantes que cruzan el Atlántico.

Marcada por su carácter comercial, la ciudad es mundialmente famosa por haber alumbrado los míticos vinos de Oporto y por ser la desembocadura del río Duero, que ha configurado el paisaje urbano de una ciudad encaramada en una serie de colinas que ha hecho del río su razón de ser.

Siempre vinculada a Vilanova de Gaia Gaia, la ciudad vecina, que ocupa la margen sur del Duero de este estuario, el conjunto Oporto - Gaia es un plan cercano y accesible para pasar un fin de semana en Portugal. Bien comunicada por carretera y también con varios vuelos desde distintos aeropuertos españoles, el acceso a Oporto es relativamente sencillo durante todo el año.

Igual que durante todo el año es una visita más que recomendada. Curiosamente, a pesar de ser una zona cercana al mar, el tipo de turismo que Oporto genera es, eminentemente, cultural e histórico, además de gastronómico y enológico, motivo que hace que tanto el otoño como la primavera sean los mejores momentos para visitar la ciudad.

En nuestro recorrido vamos a intentar aprovechar al máximo Oporto, metiéndonos como un auténtico tripeiro —el apodo de los portuenses— en el corazón de una ciudad que presume de iglesias, de órganos, de mercados populares, de muchísima historia y, como veremos, de uno de los distritos culturales más potentes de Europa como es WOW Porto. Y mucho vino, claro.

Día 1: Oporto sagrado y sabroso

Si desembarcas en Oporto ten en cuenta que necesitarás un calzado cómodo y, en función de la época del año, o paraguas o chubasquero. Estamos en una ciudad atlántica y, como tal, las sorpresas en forma de lluvia están a la orden del día. Además, aunque el metro y los autobuses funcionan razonablemente bien, las conexiones no son todo lo buenas que querríamos.

Mañana: la ruta de las grandes iglesias

La Iglesia de Lapa, que alberga en su interior uno de los mayores órganos de la península ibérica.

Aunque suene a turistada, hay ciertos tips que uno no debería dejar de recorrer en Oporto y eso, innegablemente, pasa por conocer ciertas iglesias que suelen entrar en cualquier planning. Lo curioso es que hay algunas que son impresionantes por dentro y otras que lo son por fuera.

Aunque iglesias en Oporto hay muchas —y muchas merecen la pena—, sabemos que el tiempo es oro. Yo sintetizaría el recorrido de norte a sur, aprovechando a iniciar el viaje desde el barrio de Lapa y, a partir de ahí, ir bajando.

La Capela das Almas, una de las iglesias más espectaculares de Oporto.

En este sentido, la ruta más eficiente que yo haría para que, en poco más de una hora, unáis varias iglesias es la siguiente. Aun así, podéis omitir —aunque no lo recomiendo— el paso por Lapa.

  • Iglesia de Lapa: tiene uno de los órganos más grandes de la península ibérica y se toca todos los domingos. Además, contiene un pequeño museo del barrio de Lapa, una de las partes más antiguas de la ciudad.
  • Capela das Almas: la relevancia de esta capilla está en su exterior, completamente cubierto de azulejo blanco y azul en los que se narra la historia de San Francisco de Asís y de Santa Catalina.
  • Iglesia do Carmo y Iglesia de los Carmelitas: también barrocas, como la mayor parte del legado sacro portuense, este par de iglesias situadas en paralelo suelen estar en cualquier recorrido turístico y, como están en una zona céntrica, no suelen faltar en ninguna foto.
  • Iglesia de los Clérigos: es, seguramente, la más impactante de las iglesias portuenses por altura, ya que su campanario es accesible y constituye uno de los miradores más potentes de la ciudad. Hay que tener en cuenta que nos tocará subir —225 peldaños, concretamente— y que siempre suele tener cola.

Luego hay otras tres iglesias que también os recomendamos, pero que podéis recorrer por la tarde en una ruta más marcada por el río.

Comida: A Cozinha do Manel; una casa portuguesa

A Cozinha do Manel, en Campanha.

Hay tres recomendaciones a la hora de comer en Oporto: llega pronto, no pidas mucho y evita el centro. A partir de ahí, el cielo es el límite. No lejos del centro está el barrio de Campanha, donde está además la estación que conecta la ciudad con autobuses y trenes de Portugal y España.

Aquí os recomiendo un escarceo en A Cozinha do Manel, un pequeño restaurante tradicional, alicatado hasta el techo en azul y blanco, donde comer auténtica cocina portuguesa.

La clásica alheira portuguesa

Poco frecuentado por turistas, es un sitio perfecto para pedir la clásica alheira y donde os recomiendo también pedir las pataniscas de bacalao. Junto a ellas, los platos de pulpo, entre ellas una receta que me sorprendió como es el pulpo empanado, que consiste en cortar filetes de pulpo muy finos y luego empanarlos, que se acompañan de un arroz cocido en el propio caldo del pulpo y es una auténtica locura.

Los filetes de pulpo de A Cozinha do Manel

Lo de ser comedido con la comanda es un buen consejo, pues las raciones son contundentes y puede que te pases de frenada.

Tarde: la senda del Duero

Los rabelos son los barcos que llevaban los toneles de vino río abajo hasta hace muy pocos años.

Aún en la orilla portuense y de nuevo en el perfil sacro, tres paradas más: la Iglesia de San Francisco, la Catedral de Oporto y la Iglesia de San Ildefonso. Después de ello, el starter pack de turista en Oporto no estaría completo sin un paseo en rabelos, los clásicos barcos que desembarcaban en vino desde el interior hasta la ciudad. Ahora son a motor, pero conservan la forma, y son accesibles, permitiendo hacer el recorrido de los seis puentes y llegando hasta el estuario del Duero.

Tras esta coyuntura, aunque vuelva a ser un plan sagrado, creo que no deberíamos marcharnos de Oporto sin descubrir el Mosteiro da Serra do Pilar —monasterio de la Sierra de Pilar—, en Gaia, que también tiene unas vistas de Oporto de impresión —mejor llegar aún con luz— y cuyo claustro e iglesia son circulares.

A Perola do Bolhão es una de las tiendecitas centenarias que circundan el mercado. Un ultramarinos chapado a la antigua donde proveerse de especialidades locales.

Tras este breve escarceo por Gaia, yo regresaría a Oporto y me dejaría caer por sus calles más concurridas como la Rúa das Flores y me acercaría al Mercado do Bolhão, recientemente remodelado y que conserva mucho encanto tradicional, a pesar de haberse masificado. A su alrededor también hay pequeños colmados y tiendas tradicionales, algunas centenarias, como Casa Natal, Casa Lourenço, O Pretinho do Japón o A Pérola do Bolhão, donde comprar café, embutidos, quesos y conservas a mejor precio que en el mercado.

Cena: una ciudad para comerse con las manos

Cachorrinho de Gazela, en Oporto.

Si sigues por el centro, una de mis recomendaciones para alternar con un poco de calma es acercarse a la Churrasqueria Gazela (en Batalha), que se hizo famosa por sus cachorrinhos de Gazela —un pequeño bocata de dos salchichas distintas, queso y salsa piri piri— y que te comerías a docenas.

Con devoción por los dulces hechos de yema y crema, la confitería portuguesa es una excusa más para pecar en este viaje.

También, aunque el ruido de la pastelería portuguesa se va siempre a los pasteles de nata, os recomiendo que en alguna panadería para llevaros puesto un trozo de bola de carne (una masa hojaldrada similar al hornazo) mientras buscamos un buen lugar donde caer en la francesinha. Tres direcciones imprescindibles son O Afonso, Brasão Cervejaria y el Cufra.

Una francesinha clásica, con su salsa a base de caldo de carne y cerveza.

Briconsejo: generalmente entrad en locales llenos de portugueses y no de turistas y, si son cutres en aspecto, generalmente mejor va a ser su francesinha.

Día 2: el Universo Wow, vino, chocolate y corcho a gogó

Abierto en 2020, Wow —World of Wine— es una brutal reconversión de antiguos espacios de bodegas en la zona de Gaia, convertidos ahora en museos y recorridos culturales donde se encuentran algunos de los museos más potentes —del mundo— en diversos sentidos. Perfecto para familiarizarse con el mundo del vino, pues hay varias bodegas visitables, pero también espléndido para pasar un día en familia, Wow tiene varios atributos para que merezca una visita de todo un día por sí mismo.

Mañana: recorriendo el universo del vino

The Wine Experience, en Wow

Estos planes se pueden alternar si vamos con niños o no, pero también la parte de The Wine Experience en Wow es muy ilustrativa para comprender todo lo que rodea a este producto. Además, no se limitan a contar de forma interactiva su propia historia del vino de Oporto —que tiene un lugar fundamental—, sino que trasciende a todos los estilos y recorrido del producto.

Explican de forma clara, didáctica y muy amena todo: desde la uva y las zonas del mundo hasta los tipos de vino, cómo se catan, cómo se diferencian y, por supuesto, ofrece una cata final. Además, tienen un pequeño montaje etnográfico donde simulan una pequeña ciudad portuguesa donde cada casa es una región y donde se encuentran las particularidades regionales bien diferenciadas.

Fuera de Wow, hay varias bodegas que se pueden recorrer y que también recomendamos como sería la visita a Taylor's, quizá uno de los nombres más grandes en la historia del vino de Oporto, y que es más que aconsejable si queremos adentrarnos en este mundo de vino e historia.

Comida: T&C

Francesinha en T&C

Además de tener siete museos, Wow también tiene siete restaurantes en los que toca todos los palos. De carne, de pescado, gastronómicos, de sushi, más familiares y T&C, que es el que os recomiendo para imbuiros de espíritu portugués en la mesa.

Si ya habéis probado francesinhas antes, aquí también las encontraréis, pero mis recomendaciones en este restaurante, que ha aprovechado una antigua zona de bodegas —incluidos sus toneles— es que volváis a los clásicos de la cocina portuense.

En lo que no debería faltar, las moelas de frango (mollejas de pollo guisadas en salsa de tomate), los callos a la moda de Oporto (unos callos más ligeros que los españoles, sin pimentón, que se acompañan de alubias) y alguno de los platos de bacalao.

Tarde: dos museos para grandes y pequeños

The Chocolate Story es un museo totalmente interactivo a través del cacao.

Aparte del Museo del Vino, Wow tiene, a mi juicio, otros dos museos que son imprescindibles y didácticos. Para los más pequeños, la tentación del The Chocolate Story (un museo del chocolate) —y también para los mayores—, en un recorrido muy bien documentado de la historia del cacao, desde sus orígenes mesoamericanos a la actualidad.

En The Chocolate Story se recorren todas las fases de producción y de historia, desde el cacao primigenio hasta la actualidad.

En él se ven procesos de elaboración, cómo se industrializó el producto e incluso una representación de una plantación de cacao y cómo aprender a distinguir el cacao de calidad del que no lo es tanto. Desde luego, un museo muy ilustrativo que recomiendo encarecidamente a niños y mayores, también para que sepamos por qué el chocolate que vemos en el supermercado rara vez va a ser de calidad.

Planet Cork es el museo consagrado al corcho.

El otro gran museo, aunque podréis decir que es una extravagancia, es Planet Cork (un museo íntegramente dedicado al corcho). Sí, corcho. Portugal es el primer productor mundial de corcho, con casi el 50% del total y es brutal comprobar cómo se extrae, cuáles son sus virtudes y cómo las dehesas se han convertido en un pulmón verde y sostenible de un producto totalmente natural que, más allá de cerrar botellas, también sirve para construcción, moda e incluso aeronáutica.

Cena: 1828

Servicio en 1828.

En Wow se puede echar una muy buena tarde y, además, sus restaurantes también invitan a estirar el día. Si tenemos más intenciones gastronómicas yo recomendaría ir a Mira Mira, el restaurante que el chef Ricardo Costa (dos estrellas Michelin en The Yeatman) tiene dentro de Wow. Con vistas sobre la ciudad de Oporto, ejerce una cocina de raíz portuguesa pero creativa, que seguramente tenga una estrella Michelin más pronto que tarde.

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La otra alternativa es apostar por el modo churrasqueria con 1828, un restaurante especializado en carnes. Chuletas, rib eye, entrecot, solomillo, tomahawk… Todo gestado al josper y a la brasa, 1828 es un templo carnívoro de primer orden en el que dar salida a otra de las grandes pasiones portuguesas: la chicha.

Imágenes | WOW

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