Sant Antoni de Portmany (o San Antonio Abad, en su traducción al castellano) fue la puerta de la entrada al movimiento hippie que colonizó Ibiza a partir de los años sesenta. Pueblo marinero, pero también una bandera del rural ibicenco, Sant Antoni luego mutaría en una de las capitales de la fiesta balear.
Encandilados por su marcha nocturna y por sus playas, Sant Antoni poco a poco y con buenos mimbres va demostrando al viajero que hay un pueblo distinto. Sabroso, gastronómico, familiar, tranquilo y por descubrir que tiene mucho por enseñar, sobre todo al turista español.
Sant Antoni se abre así como una ventana que deja el Mediterráneo abierto, cargado de pesca local, pero también se vuelca hacia un interior no tan conocido, donde la huerta, el campo y la trilogía mediterránea caben. Margen para estrellas Michelin, para soles Repsol, para cocina de pescadores, para panes artesanos, para quesos de autor, para vinos en los que el brindis sabe a verano… Sant Antony lo tiene todo y lo tiene ahora.
A un tiro de piedra de las principales ciudades españolas, Ibiza se descubre como un planazo culinario que, además, como mejor se goza es fuera de temporada. Abril, mayo o los primeros días de junio la desvelan como el rincón perfecto para tener playa, campo, mesa y algo de movimiento sin preocuparse por aglomeraciones.
Día 1: de la viña a la playa
De dentro hacia fuera, Sant Antoni es un pequeño edén que, si nos gusta el vino, ofrece una curiosa propuesta enoturística, pero también es el lugar perfecto para entregarse a playas y actividades náuticas sin remisión. En función de nuestro perfil (familias, parejas, amigos…), hay un Sant Antoni disfrutable.
Mañana: enoturismo y un mar entregado
Apenas 34 hectáreas ocupan las tierras de Can Rich, la bodega más reputada de Ibiza, de las cuales solo la mitad son viñedo. El otro tanto, olivo. Catas guiadas, un emparrado encantador donde probar sus vinos y un pequeño paseo por las viñas en esta moderna bodega son buenos mimbres para descubrir otra forma de ver los vinos baleares.
Si no somos amantes del vino o nuestro plan prefiere volcarse en la costa, hay un montón de actividades que tienen que ver con el mar y con los que conquistar a mayores y pequeños. Una parada en el Aquarium Cap Blanc es casi fundamental, pero si queremos actividades más movidas las hay. Cursos de buceo —incluyendo bautismos para novatos—, rutas en paddle surf o paseos en barco (veleros, llauts o yates) dan fe de la versatilidad marítima de Sant Antoni.
Comida: Es Ventall, la tradición payesa
Cocina payesa traída al siglo XXI son los mimbres con los que el chef José Miguel Bonet reivindica Es Ventall, un restaurante con ya cuatro décadas de vida. Para acertar con los clásicos y comprobar qué se ha comido siempre en Ibiza, nada mejor que ir al bullit de peix o al sofrit pagès. También bordan los arroces y, si estamos tentados de buscar una apuesta algo más vanguardista, lo mejor es ir al menú degustación, igualmente repleto de sabores ibicencos.
Tarde: de cala en cala y tiro porque me toca
Dominar toda la costa oeste de Ibiza significa tener la suerte de ver atardeceres de bandera un día tras otro. Las opciones son casi infinitas porque el litoral que se recorta aquí abre la veda a buscar lugares más o menos tranquilos o, incluso, algunos a los que llegar a través de senderos y pequeñas carreteras. Si no queremos complicarnos la vida, tanto Cap Blanc como Ses Variades son opciones dentro del propio Sant Antony desde las que dominar la caída del sol.
Si tenemos tiempo o vamos más liberados, opciones también más que recomendables son algunos de los recovecos sobre los que los acantilados de Sant Antoni van apareciendo a medida que nos dirigimos al norte de la isla. Sa Penya Esbarrada, Cala Saladeta o Punta Galera están entre las mejores opciones para ver atardeceres algo más calmados.
Cena: Hostal La Torre o Las Puertas del Cielo
Aprovechando las ventanas que el sol va cerrando con su caída, hay un par de opciones que pone, encaramadas en esas rocas que garantizan tanto el sunset como una velada más o menos tranquila. Por un lado, Hostal La Torre, un clásico de Sant Antoni, que ahora ha cogido un nuevo estilo bajo el ritmo de Grupo Mambo. Cocina de producto, divertida y sin pretensiones, fácil de compartir y con la que acertar siempre son sus mimbres. Por otro lado, arriscada en Sa Penya Esbarrada y cerca de Pla de Corona, donde habitaron los primeros hippies de la isla, está el restaurante Las Puertas del Cielo.
Platos payeses, arroces, gambas, carnes a la brasa y pescados del día se encargan de dar la bienvenida gastronómica a un sitio tranquilo, asequible, no muy masificado y que gusta a todos los públicos en un entorno natural privilegiado.
Dónde dormir en Sant Antoni de Portmany
Las opciones para pernoctar en pueblos como Sant Antoni de Portmany son casi infinitas, tanto en función de lo que busquemos como lo que queramos pagar. Hostal La Torre es un clásico, perfecto para dos o tres personas y en una zona tranquila del pueblo sin estar muy lejos y cuyas opciones puedes encontrar aquí.
Lógicamente, hay muchas alternativas en el centro de Sant Antoni con los que no permanecer lejos del bullicio, pero si buscamos calma, hay decenas de villas y pequeños agroturismos hacia el interior como Can Pujolet, Sa Talaia o el hotel Pikes donde la calma se convierten en las reinas.
Día 2: mercados locales, pescado del día y panes centenarios
Si tenemos la suerte de caer en Sant Antoni de Portmany un viernes tenemos una cita verde y sabrosa con el Mercat de sa Cooperativa, donde todas las mañanas los productores locales ponen verduras y frutas a precios más que competitivos. También, si es sábado, podemos coger el coche y acercarnos al Mercat de Sa Forada, con un ambiente aún más auténtico y payés, cerca del cruce con Can Tixedó. Además, en el primero, podemos tener la suerte de comprar algunos de los panes de trigo xeixa de la panadería artesana Es Brot.
Mañana: tours motorizados y senderismo a discreción
Volcado hacia el interior, Sant Antoni de Portmany también puede ser descubierto a través de los Vespa Tour que se pueden contratar y que nos permiten dejar de lado el coche e ir pueblo a pueblo, descubriendo lo más pintoresco de Sant Antoni. Si queremos dejar las ruedas de lado y ponernos en marcha a pie, algunas rutas senderistas están más que recomendadas para conocer ese Sant Antoni interior como la del Pla de Corona, perfecto para los primeros meses del año con la floración de los almendros.
Famosa también por su escenario deportivo, Sant Antoni es en primavera y otoño otro de los lugares predilectos para practicar cicloturismo o ciclismo MTB. Hay varias empresas que alquilan bicicletas en la isla, adaptadas a todo tipo de usuarios, y con las que además entregan recorridos y rutas recomendadas para ver Sant Antoni. Una de las más impactantes es acercarse a Es Broll, un pequeño valle surcado de arrojos y riachuelos que ejercía como el vergel hortelano de Sant Antoni, cuyas acequias y conducciones sorprenderán a más de un viajero.
Comida: Cala Gracioneta
Pocas ensenadas tienen el encanto de Cala Gració y Cala Gracioneta, nombres que no nos suenan a casualidad viendo los encajados arenales que dan vida a estas playitas, bulliciosas pero elegantes, en verano. Es el lugar perfecto para entregarse a un chiringuito de nivel donde brasas, tanto para pescado como para carnes, llevan la voz cantante, aunque también marchan buenos arroces y platos frescos de corte internacional como tartares, burratas o frituras. Un lugar perfecto para cerrar la última comida portmanin.
Tarde: una ruta por la otra Ibiza que, en realidad, es la auténtica Ibiza
Dice Fina Prats, corresponsable del proyecto agrícola Can Fontet y de la quesería Ses Cabretes que "la otra Ibiza es la de las alfombras rojas, la música y el champán". Y no le falta razón, porque la Ibiza real era la de payeses, de huertas, de algarrobos y olivos, y de cabras. A esa Ibiza más rural no falta Sant Antoni con pueblecitos como Buscastell, Santa Agnes o Sant Mateu d’Albarca (no conviene perderse la fiesta del vino que se celebra tras la cosecha, durante el mes de diciembre), salpicados de blancas iglesias, campos de almendros y pequeñas explotaciones agrarias.
Cena: estrellas Michelin o pescados del día
Es Tragón (en la foto) concentra los focos Michelin de Sant Antoni y lo hace con un madrileño como chef, pero que ha sido capaz de reinterpretar la esencia mediterránea e ibicenca en un plan que, sin ser para todos los públicos, merece mucho la pena. Cocina creativa, de autor y de temporada que se sirve en un único menú degustación con el que el chef aspira a las dos estrellas Michelin.
Más 'terrenal' y también un fabuloso brindis para cerrar el viaje a Sant Antoni de Portmany es el restaurante Es Nautic, incrustado en el puerto deportivo del municipio. Pescados a la sal, al horno y a la brasa dan fe a costa de meros, dentones y cabrachos la riqueza del mar ibicenco. También gambas, cigalas, galeras, bogavantes y langostas avalan esta potencia. Por cierto, un truco para saber cuándo un bogavante o langosta son ibicencos es fijarse en sus colores. Si son azules y tienen un ligero moteado beige en el dorso serán mariscos locales.
Imágenes | iStock / Visit Sant Antoni / Grupo Mambo / Imam Comunicación
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