En Toro presumen de que fuera vino toresano el primero en cruzar el Atlántico en las barricas que Colón portaba en sus primeros viajes a América. Sin embargo, esta coqueta ciudad zamorana, bañada por el Duero y famosa por la calidad de sus vinos (y también por su porte recio) tiene mucho más que desnudar ante el gran público.
Un legado románico y de arte sacro de primera, una de las queserías más antiguas de España y una comida que hace apología de lo castellano y de su contundencia, pero cada vez más atenuada y modernizada, convierten la región, también dividida a nivel enológico entre Valladolid y Zamora, en un paraíso para escapadas.
Poco más de 15 municipios lucen el sello de la DO, de los cuales muchos se involucran a nivel enoturístico dentro de la Ruta del Vino de Toro, una de las 36 rutas del vino que hay en nuestro país y que demuestran que el vino es vehículo conductor, pero se abre a distintas actividades.
Pueblecitos encantadores como San Román de Hornija son el preámbulo vallisoletano ante la inminencia monumental de la propia Toro, pero también sus alrededores, como Sanzoles o Venialbo, que son perfectos para recorrer en primavera y otoño, o en los períodos de Semana Santa.
Día 1: los alrededores
Coqueta y bien pertrechada de una oferta hotelera muy completa, entre hoteles y casas rurales, Toro y sus alrededores es una comarca fácil de recorrer y con mucho encanto en la cual encontrar algunos pueblos castellanos donde descubrir arquitectura tradicional y hacer un merecido alto en el camino.
Mañana: San Román de Hornija
A la vera de la A6, perfecta para los que vayan desde Madrid, Toro es muy accesible desde Tordesillas, el punto que sirve de desvío para encontrarse en pueblos como San Román de Hornija, donde al viajero le sorprenderá su arquitectura popular y la iglesia, consagrada al mismo santo que da nombre al pueblo: San Román.
De hecho, la iglesia está sustentada sobre un antiguo monasterio que fundó el rey godo Chindasvinto, aprovechando la riqueza cinegética del pueblo, donde vino a retirarse.
Además de su iglesia, también resulta curioso el viaje en el tiempo que ofrecen las Escuelas Nacionales del pueblo, basadas en una colección de recuerdos académicos de los años 30, 40, 50 y 60 del siglo XX, que sorprenderán al viajero.
Sin embargo, lo más gozoso de San Román de Hornija es encelarse con la parte vallisoletana de la Ruta del Vino de Toro, como es la bodega subterránea de Ernesto del Palacio, incluidas catas bajo tierra, o la no menos imponente Bodega Elías Mora.
Por cierto, para los auténticos winelovers, deben saber que en San Román se encuentra Bodegas Pintia, el desembarco de Vega Sicilia en la zona, y también se elabora aquí el reputado Prima, cabeza de puente de Bodegas Mauro -otro estandarte de Ribera del Duero- en Toro.
Comida: Valbusenda
Muy fácil de asimilar en coche, Toro ejerce de núcleo comarcal donde algunos hoteles se convierten en un inesperado tesoro a los márgenes del Duero. Tanto como plan gastronómico como turístico, además de para hacer noche, recomendamos el hotel Eurostars Valbusenda, que cuenta con sus propios vinos, spa y unas instalaciones acogedoras a la altura de sus cinco estrellas.
Perfecto para recorrer la zona, el hotel es también ideal para cualquier tipo de escapada sin importar la estación. En este caso, tras dejar las maletas, recomendamos hacer un alto en el restaurante Nube, donde además de platos para un público generalista, vamos a encontrar también clásicos castellanos como el lechazo churro, el pulpo a la sanabresa o el cochinillo asado.
Tarde: Sanzoles y Viña Volvoreta
A través de un par de pequeñas carreteras comarcales, salpicadas de viña y cereal, se llega en apenas 20 minutos desde Valbusenda a Sanzoles, uno de los pueblos con más fiestas patronales de toda la provincia de Zamora, donde merece especial interés la festividad de El Zangarrón (25 y 26 de diciembre), donde un quinto del pueblo se pone un aparatoso disfraz mientras los mozos del pueblo le achuchan. También es interesante su Carnaval, su Primero de Mayo y la iglesia de San Zoilo.
Sin embargo, enológicamente lo que más nos atrae de Sanzoles es Viña Volvoreta, el proyecto de la enóloga María Alfonso, una joven viticultora que está recuperando vinos, uvas y métodos ancestrales de elaboración como el ánfora o el enterramiento de vinos en sus propios viñedos.
Originales, de mucha calidad —incluso para los que denostan los vinos naturales— y utilizando parcelas antiguas propiedad de su familia, María Alfonso también ofrece actividades enoturísticas como la visita a la propia bodega, en el centro del pueblo, o picnics al aire libre en el viñedo, vislumbrando buena parte de la comarca, y que es sin duda una experiencia perfecta desde primavera a otoño.
Cena: Doña Negra
Es inevitable que en Castilla el asado iba a tener mando en plaza, pero resulta curioso como una pareja argentina puso en marcha Doña Negra, un asador y restaurante de cocina tradicional de Castilla y León en el corazón de Toro.
De aquí no deberíamos marcharnos sin probar su contundente arroz a la zamorana, dejarnos tentar por el rabo de toro guisado al vino (de Toro, claro) o los buñuelos de bacalao. También hay herencias argentinas como las empanadas y platos más frescos, incluyendo atún rojo y otros pescados, que sirven para compensar la potencia de la carta.
Día 2: Toro 'capital'
Presidido por la imponente colegiata, Toro es un enclave excepcional a orillas del Duero con un patrimonio histórico y sacro gestado durante siglos. Además de eso, es una ciudad paseable, amable y llena de pequeños comercios, bodegas y bares donde disfrutar del vino local.
Mañana: Fariña y Quesos Chillón
Empezamos el día saliendo de la 'capital' para acercarnos a Morales de Toro, a escasos cinco kilómetros, donde hay dos paradas imprescindibles que llevan un ADN toresano y zamorano marcado a fuego.
El primer alto se puede hacer en Bodegas Fariña, impulsora de la denominación de origen Toro, y la que más ha hecho por popularizar estos vinos y darles nueva vida tanto en el siglo XX como en el siglo XXI.
Albergan un museo enológico y etnográfico, incluyendo visitas a su sala de barricas, pero lo más interesante de la experiencia está en ver cómo ha evolucionado la vitivinicultura durante este último siglo y en la colección de arte que han ido generando, a costa de poner cada año un cuadro en Primero, un vino del año que llevan elaborando más de 20 años, y que ahora sirven para dar un aire de sala de exposiciones.
No lejos de este plan, que se consolida también con una cata de algunos de los vinos de la bodega, es más que recomendable acercarse a la centenaria quesería de Quesos Chillón. Hoy vanguardia alimentaria, pero basada en las enseñanzas familiares que comenzaron hace tres generaciones, Quesos Chillón presume de ser el museo privado del queso más importante de España.
A través de su propia historia, que comenzó con arrieros transportando quesos de Zamora que luego intercambiaban por corcho y conservas en Galicia, los Chillón han recuperado imágenes e instrumental de la elaboración del queso a lo largo del siglo XX.
De nuevo, con la cata por bandera, la experiencia se redondea probando algunos de sus quesos, dispuestos en una pequeña sala donde iniciar al consumidor y donde también puede comprar quesos sin ningún tipo de problema.
Comida: La Panera
Seguimos en Morales de Toro, donde en fin de semana tenemos un par de tentaciones para entregarnos al placer de la mesa. Podemos hacer un breve aperitivo en Vermutería Aventón, que elaboran su propio vermut, y que goza de un coqueto jardín que en primavera y verano se convierte en una delicia.
En el mismo pueblo, si queremos sentarnos a la mesa, lo mejor es apostar por La Panera, un restaurante tradicional con un ticket medio aseado que ofrece una carta basada en producto local sin adornos y que además también tiene interesantes guisos de carne y vino, como es habitual en la zona, además de buenas opciones de bacalao, otra de las estrellas de la cocina zamorana.
Tarde: Toro, sus iglesias, el mirador y la Colegiata
No esquivada, pero sí reservada; así descubrimos Toro en esta visita para poner el broche de oro a la experiencia. Debe comenzar en la Colegiata, que domina el skyline de la ciudad, y que conserva una de las dos únicas fachadas policromadas de España (junto a la de Santa María de los Reyes, de Laguardia, en Rioja Alavesa) y que da fe de la importancia de la capital toresana a lo largo de la historia.
Monumental, como su tesoro sacro, donde se pueden comprobar también los trabajos en orfebrería y platería que se han ido resguardando aquí durante siglos y que también es un imprescindible en la visita a la Colegiata.
Fuera de sus muros, Toro desentraña un encanto que se viste de medievo y Renacimiento con algunas de sus iglesias y también con la visita —reserva mediante— de la plaza de toros (una de las más antiguas de España), construida en adobe y madera.
Como colofón del recorrido, acercarse al mirador desde el que se ve el curioso meandro del Duero (con un puente que cruza el río de forma irregular) sorprenderá al viajero con una panorámica que hace estirar la vista hasta los confines castellanos.
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Cena: La Esquina de Colás
El broche de oro, a modo de wine bar o bar de vinos, se debe poner en La Esquina de Colás, un pequeño tesoro local donde se sirven vinos de la zona, incluyendo algunas de las estrellas, utilizando el Coravin, y que permite disfrutar por copas de vinos como Teso La Monja, Almirez, Numanthia o Termanthia, las banderas más prémium de la región.
Con una carta breve y consagrada al picoteo, La Esquina de Colás también apuesta por producto de mucha calidad que llega de más allá de Zamora como ostras, pulpo o gamba roja, demostrando que hay impulsos castellanos que no se conforman con lo más tradicional.
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