70 bares en 200 metros: así es el 'callejón del pis' donde comer los mejores yakitori de Tokio y viajar en el tiempo

En Shinjuku, uno de los barrios más bulliciosos y modernos de Tokio, se esconde un pequeño rincón plagado de diminutos bares salido de otra época

Uno de los grandes atractivos que tiene viajar a Japón es su comida. Probar in situ desde la gastronomía más tradicional a los productos más frikis con envoltorios de colores y personajes que parecen salidos de un manga. Y de todas las innumerables opciones que ofrece el país, saciar el apetito en las barras típicas a pie de calle, además de las izakayas tradicionales, es una experiencia casi obligada.

Si hay un barrio que casi con total seguridad cualquier viajero pisará en su periplo por Tokio, sin duda ese es Shinjuku (新宿). El que nunca duerme, uno de los grandes centros administrativos de la capital que cruzan cientos, miles de personas cada día en una marabunta incesante de trabajadores, vecinos y turistas. El barrio de los grandes rascacielos, de las luces de neón, de los pachinkos y karaokes, e infinitas tiendas, centros comerciales y todo tipo de restaurantes, bares y cafeterías para comer y beber.

Junto a la salida oeste de la estación de Shinjuku, escondido entre ese urbanismo más contemporáneo que casi nos traslada a un futuro distópico, se encuentra un rincón de lo más peculiar. Es Omoide Yokocho (思い出横丁), un estrecho, estrechísimo callejón anclado en el tiempo plagado de minúsculos locales de comida con una oferta apabullante, donde los yakitori son la estrella.

El antiguo callejón del pis

El nombre de Omoide Yokocho significa algo así como «el callejón de los recuerdos», pero su apodo más popular tiene una referencia menos poética. Conocido como «el callejón del pis», nos podemos hacer una idea de cómo era en sus orígenes, y seguro que a muchos occidentales nos vendrá a la memoria alguna calle en concreto de nuestro barrio que bien podría responder hoy a ese apelativo.

Como bien explica Laura Tomàs, experta en cultura japonesa y una de las responsables de la web especializada Japonismo, ese ilustrativo apelativo recuerda los orígenes del callejón, cuando en los años 40 la zona carecía de baños donde aliviarse y los clientes orinaban directamente en la calle. Afortunadamente, hoy sí existen unos baños públicos y son muchos los locales que cuentan con el suyo propio. Pero ya se sabe que los apodos se resisten a morir.

Un superviviente de la posguerra

Para conocer la historia y entender la evolución de Omoide Yokocho hay que remontarse precisamente a la década de 1940, concretamente al final de la II Guerra Mundial. Con un Japón derrotado y arruinado anímica y económicamente, los tokiotas se encontraron con muchos de sus barrios arrasados.

Toda la zona que rodea la salida oeste de la estación había sido quemada, y muchas de sus calles permanecían hacia 1945 sepultadas bajo los escombros. Sin infraestructuras, el área se llenó de vendedores ambulantes que ofrecían lo que podían a una población hambrienta y necesitada, desde alimentos básicos como patatas, arroz o judías azuki cocidas, hasta objetos de primera necesidad como jabón y ropa.

No tardaría en surgir la llamada Lucky Street («el callejón de la suerte»), una especie de mercadillo callejero con puestos separados por un panel que comercializaban en el mercado negro. En unos años de economía controlada, estos puestos proliferaron en una zona estratégica de la ciudad, junto a la estación, lugar de tránsito para miles de familias que iban y venían huyendo o buscando una vida mejor tras la destrucción de sus hogares. También era un punto clave de transporte de mercancías.

Sin embargo, hacia 1947, el gobierno actuó con más mano dura controlando el comercio no autorizado de bienes y productos, especialmente la harina de fideos udon usada para el ramen y unos dulces llamados imagawa-yaki. Los vendedores cambiaron su mercancía por productos no controlados, fundamentalmente casquería de cerdo y ternera de la carne que llegaba a través de las Fuerzas de Ocupación de las tropas aliadas, fundamentalmente estadounidenses.

Poco a poco fueron abriéndose puestos callejeros que directamente preparaban y vendían comida preparada con esa casquería y también otras carnes en brochetas, barras de yakitori y shochu (bebida alcohólica destilada), que fueron ganando una gran popularidad. La zona, como toda la ciudad de Tokio y el propio Japón, se fue recuperando y resurgiendo de sus cenizas, y el callejón fue tomando forma.

Un recuerdo de otra época

Ya hacia finales de la década de 1950 la zona que rodea la estación de Shinjuku experimentó un gran cambio derivado del plan de extensión de la línea Eidan de metro, la remodelación de la propia estación y la construcción de una nueva terminal de pasajeros, parejo a la reconstrucción de toda la ciudad.

Se desalojaron decenas de pequeñas tiendas y puestos callejeros ocupados ilegalmente para acometer estas obras mientras el barrio iba adoptando, poco a poco, su forma actual. Los que se salvaron fueron aquellos situados desde el antiguo edificio Shinjuku Nishiguchi Kaikan hasta Ome Kaido, el germen del Omoide Yokocho actual.

Así, el «el callejón de los recuerdos» nos remite hoy precisamente aquellos años, pues mientras Shinjuku y la ciudad crecían a un ritmo inusitado, transformando por completo el urbanismo del centro de la capital, el callejón permaneció prácticamente inalterable como un testigo ajeno a la modernización, anclado en otra época, como un recuerdo de tiempos pasados.

Por eso se dice que recorrer los apenas 200 metros que tiene Omoide Yokocho es vivir un verdadero viaje temporal, recordar el Japón de la era Shōwa (1926-1989) con un callejón destartalado, estrecho, salpicado de cajas de bebidas que los locales acumulan en el suelo bajo un cielo de cables, farolillos de papel y letreros. Y donde se entremezcla una sucesión de olores que difícilmente no abrirá el apetito.

Es un lugar perfecto para dejarse llevar y probar sin miedo lanzándose a la aventura, pero los paladares más delicados tendrán que andarse un poco con ojo si la casquería y los alimentos más exóticos no son precisamente lo suyo.

La experiencia del Omoide Yokocho actual

Según se indica en la web oficial del callejón, Omoide Yokocho tiene en la actualidad unos 80 locales, de los cuales más de 60 son establecimientos de comida, principalmente yakitori (brochetas de pollo a la parrilla) y motsuyaki (casquería). Ocupan una superficie de unos 2.000 metros cuadrados, abriéndose a ambos lados del callejón que completa un circuito circular.

Las dimensiones del lugar determinan el propio espacio de cada local, en su mayoría minúsculos y con una capacidad muy limitada de comensales, algunos en formato izakaya con algunas mesas pequeñas, y la mayoría como simples barras abiertas directamente a la calle, que al cerrar bajan la persiana cual puesto de mercado.

El callejón es un bullicioso punto de encuentro de todo tipo de clientes, desde hombres de negocios y trabajadores de la zona hasta japoneses que están de paso, tokiotas ociosos o turistas. Gracias precisamente a la mayor afluencia de extranjeros de los últimos años, muchos locales incorporan carteles y menús adaptados al occidental, bien con cartas en inglés, bien con fotografías.

También la oferta gastronómica ha evolucionado un poco, no tan centrada ya solo en la casquería ensartada. Las opciones más populares entre los extranjeros son las brochetas yakitori que tienen el pollo como ingrediente principal, como toriniku (carne blanca), tsukune (albóndigas), negima o torinegi (muslo con puerro) o tebasaki (alitas). También hay yakitori de casquería de ave, como las sunagimo (mollejas), piel de pollo o hatsu (corazón).

Aunque se pueden encontrar brochetas de verduras, no son muy abundantes los platos vegetarianos de este callejón, y puede ser algo desagradable para los que tengan especial repulsión a especialidades más locales como las de anguila del Kabuto (solo tienen anguila) o suppon -tortuga japonesa de caparazón blanco- o las que tiene el bar Asadachi (朝起), con pene de caballo, testículos de cerdo o rana.

Algunos izakaya tienen una carta más extensa y variada, no centrada en un solo producto, y hay locales que ofrecen otro tipo de comidas, desde sushi y marisco a currys, fideos soba y udon, ramen, donburi (cuencos de arroz con ingredientes encima), hot-pot, comida china o, una especialidad muy apreciada en invierno, el estofado oden con alga kombu. También se encuentran algunas cafeterías, bares enfocados a bebidas y alcohol y tiendas.

Un mini mundo con sus propias reglas

Antes de lanzarse a la aventura gastronómica del Omoide Yokocho hay que tener en cuenta que es un rincón ajeno a la moderna vida de Shinjuku y que se rige por sus propias reglas. De hecho, cada local puede tener normas específicas.

Lo primero es tener la cartera llena de efectivo, porque pocos establecimientos admiten pago con tarjeta. La comida es barata, pero la cuenta suele subir con las bebidas, y a menudo la lista de precios no incluye los impuestos. Además, está prohibido fumar en todo el callejón, aunque algunos bares sí lo permiten dentro de su espacio.

Hay locales en los que se limita el número de bebidas alcohólicas permitidas por cliente a unas tres, para que no se queden de sobremesa solo bebiendo y haya rotación de clientela, ya que son espacios con una capacidad muy limitada de comensales y no es raro que se formen colas en los más populares. En este sentido, no está de más recordar que hay que ir cargados de paciencia ante posibles aglomeraciones, y que no es buena idea acudir con bultos o muchas bolsas.

En el callejón también se celebran algunas fiestas y eventos especiales a lo largo del año, algunos comunitarios como el festival de Kumano Jinja Reitaisai, del santuario local de Shinjuku, y otros propios del Omoide Yokocho, como el popular festival de otoño (Omoyoko Aki Matsuri, 思横秋祭り) en el que se pueden probar platos especiales creados para la ocasión y en el que suelen haber premios y sorteos.

Japonismo. Un delicioso viaje gastronómico por Japón (Guías Singulares)

Imágenes | Emran Yousof - Mario Häfliger - Lan Pham - James Pere - Dick Thomas Johnson - Stephen Kelly - ginomempin - tosh chiang - Omoide Yokocho

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