En plena Costa Blanca y a solo 20 km de la costa aparece uno de los municipios alicantinos más sorprendentes
La Costa Blanca atrae durante todo el año a millones de visitantes que buscan, sobre todo, sol, playa, mar, buena comida marinera y temperaturas agradables. Pero la provincia de Alicante, como todo el litoral mediterráneo, también acoge poblaciones de interior que sorprenden cuando parecen trasladarnos a otra época.
Presumiendo de ser uno de los pueblos más bonitos de España, el primer representante alicantino de esta red de villas, se alza El Castell de Guadalest. Y usar la expresión de alzarse no es en vano, pues el núcleo del pueblo original nos recibe encaramado a un peñasco que domina un valle característico del paisaje interior de la Marina Baja.
Con su histórico castillo como guardián de las tierras que lo rodean y los restos de sus murallas medievales, el pueblo mantiene la esencia tradicional de casas encajas en la roca de luminosas paredes blancas, calles empinadas empradas y unas vistas exuberantes a su bello entorno, en el que el gran pantano ya forma parte del paisaje natural.
Y, en perfecta comunión con su riqueza paisajística, que contrasta con el ambiente playero que sigue otros ritmos a solo 20 km de distancia, el patrimonio cultural y etnográfico de este municipio es otro de sus grandes tesoros. Y está lleno de sorpresas que deleitarán a los visitantes más curiosos amantes de las extravagancias con historia.
Llegar a El Castell de Guadalest supone hacer un pequeño esfuerzo por sus carreteras estrechas llenas de curvas, pero merece la pena tomarse la cosas con calma. Habrá que dejar el vehículo en el más que necesario aparcamiento disuasorio para ponerse en marcha peñasco arriba, pues siempre es recomendable arrancar estas visitas desde lo alto, que además es el punto originario de la población, que ya existía en época musulmana.
El pueblo está dividido en dos barrios: el del Castillo, en lo alto de la peña, y el del Arrabal, creado posteriormente y que se se extiende por toda la falda de la montaña. El Castillo de San José, aunque sufrió los estragos de varios terremotos y de la Guerra de Sucesión, todavía es visitable y se mantienen los vestigios de las primitivas murallas y sus torres.
Otro castillo en ruinas es el de La Alcozaiba, antigua fortaleza musulmana del siglo XI, hoy parte de la Casa Orduña, una casa gran nobiliaria histórica que se mantiene hoy como vivienda museo y que consta de cuatro niveles, incluyendo bodega, pajar y caballerizas. Otros puntos visitables imprescindibles son la prisión del siglo XII y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, de estilo barroco.
Pero sin duda lo más particular que tiene el pueblo, además de su ubicación, es la cantidad de pequeños museos donde se reúnen colecciones de lo más peculiares: Belén y Casitas de Muñecas Saleros y Pimenteros, Microminiaturas, Vehículos Históricos Valle de Guadalest, Microgigante, o los más tradicionales Museo Etnológico y Museo Histórico Medieval, no por ello menos interesantes.
Entre visita y visita siempre es buena idea asomarse a alguno de los miradores para contemplar -y fotografiar- las magníficas vistas de un valle rodeado de las sierras de Xortà, Serrella y Aitana, con el impresionante embalse de Guadalest a un lado. Un entorno que, por supuesto, se presta a practicar varias rutas de senderismo de distinta dificultad.
El turismo que atrae el pueblo, especialmente en temporada alta de verano, ha propiciado que Guadalest ofrezca una buena oferta de locales de restauración donde recargar energías y probar la gastronomía local. Entre las especialidades de la zona hay que destacar conejo al alioli, la olleta de blat (de trigo y alubias), arroces, carnes asadas y todo tipo de preparaciones con verduras de la huerta alicantina.
Imágenes | El Castell de Guadalest - Comunitat Valenciana
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