Así es el restaurante de Chechu Biriukov: el hijo de una 'niña de Rusia' que acabó ganando la Euroliga con el Real Madrid (y ahora rememora los sabores de la URSS)

Así es el restaurante de Chechu Biriukov: el hijo de una 'niña de Rusia' que acabó ganando la Euroliga con el Real Madrid (y ahora rememora los sabores de la URSS)
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Hay biografías que se escribirían solas o películas de Hollywood que comenzarían con menos argumento que la vida de José 'Chechu' Alexandrovich Biriukov Aguirregabiria.

Su padre era Alexander Biriukov, un taxista moscovita, y su madre era Clara Aguirregabiria, natural de Ortuella (Vizcaya) y que fue enviada en 1937 como una más de los miles de 'Niños de Rusia', mandados a la Unión Soviética durante la Guerra Civil; consagró su adolescencia y juventud al baloncesto, llegando con tan solo 20 años a España, donde jugaría para la selección nacional y para el Real Madrid durante 11 temporadas y cuya carrera acabó levantando una Euroliga para el club blanco.

Después vino una agencia de representación de artistas y presentadores y, desde 2015, su andadura gastronómica con Biriukov Bistró, (Paseo Tierra de Melide, 38), un restaurante familiar en Las Tablas, en la parte norte de la ciudad de Madrid. De todas estas andanzas nos habla con su buen humor habitual, sin resquemores del pasado y con una anecdotario cuajado de sonrisas de este baloncestista y hostelero que se siente cómodo con la definición de 'vascomoscovita' que un día le colgó un periodista.

 

Su historia comienza en Moscú, donde nace en 1963, y donde guarda buenos recuerdos de infancia, alejados de la percepción contemporánea que se ha hecho de Unión Soviética. "Mi madre, al saber dos idiomas, trabajaba en el cuerpo diplomático, y mi padre era taxista. La casa no era muy grande pero no nos faltaba de nada", relata.

"Además, la educación y la sanidad estaban cubiertas por el estado", comenta. De ese tiempo también muestra cierta nostalgia, sobre todo en lo deportivo. "El sistema soviético deportivo no se continuó con la caída de la URSS. Se aprendían valores, disciplina y trabajo en equipo. Eran más competitivos y tenían una mentalidad ganadora, algo que ya no se ve en el baloncesto ruso actual", asegura tras haber pasado parte de su juventud en la Academia Trinta.

Aunque disfruta como espectador de este deporte, en especial con el Real Madrid de Pablo Laso y se declara seguidor de los San Antonio Spurs, de la NBA, mientras que aborrece el basket control. "La gente quiere ver mucha anotación y velocidad, no partidos a 50 puntos y que un jugador pare un contraataque para jugar en estático", reivindica.

Salita 2

De la cancha a la barra

Aquella ascendencia materna fue la que permitió inscribir en 1979 como español a Chechu, nos cuenta desde detrás de la barra de su restaurante, donde atiende a proveedores desde las 10:30 de la mañana. "Yo no tenía ni idea de hostelería cuando hace cinco años abrimos el local. Juntamos unos ahorros mi mujer [casado en segundas nupcias] para montar un restaurante que fuera un negocio familiar", comenta mientras firma albaranes y maldice las llamadas telefónicas de operadores de telefonía y bancos.

"Me gusta comer, en eso soy muy vasco y muy ruso, y me gusta recibir a gente"

"2019 no fue un buen año pero 2020 se iba recuperando poco a poco. Tuvimos un buen mes de enero y de febrero pero en marzo hubo que cerrar todo [por la pandemia] y ahora llevamos abiertos desde julio, porque no nos podíamos permitir estar más tiempo cerrados", explica.

Resulta curioso que tras sus diversas aventuras laborales, Biriukov se embarcase en un restaurante. "Me gusta comer, en eso soy muy vasco y muy ruso, y me gusta recibir a gente, por lo que un restaurante es como tener a la gente en casa", asegura, aunque también advierte de lo difícil que es este sector.

 

La propuesta culinaria, muy española y con guiños rusos, que son proporcionados por Inna, su esposa, está adaptada también a la zona en la que se encuentra el local, en el PAU de Sanchinarro, donde tiene cerca las oficinas centrales de BBVA y de Telefónica, que marcan la pauta del menú del día.

"También tenemos carta, que funciona más los fines de semana", explica y donde vemos esos puntos rusos. "Hay ensaladilla rusa, pero la de verdad, que en Rusia se hace con carne, en nuestro caso con una mortadela que traemos de allí", explica.

De ese ir y venir también nos habla, sobre todo de su época de juventud. "Los garbanzos o las lentejas eran un producto de lujo en la URSS, así que cuando mi madre volvía de sus viajes a España los traía, además del chorizo, la morcilla o la panceta. Entonces se hacía una comida con los amigos, muchos de los cuales eran también españoles", rememora.

También a su memoria vuelve la tortilla de patatas de su madre: "No cocinaba mucho porque no le gustaba y no tenía mucho tiempo pero la tortilla, con mucha cebolla, le salía de maravilla". Mención especial también para el turrón. "Nos enviaban turrón del duro y del blando desde España en Navidad, y a mí me encantaba el blando, el tipo Jijona, que mi madre intentaba esconder pero que siempre encontraba", sonríe mientras lo narra.

Otros de sus éxitos son los filetes rusos. "Son muy jugosos pero ese secreto no te lo puedo dar, la mordida es mucho más interesante y no son secos" o los pelmeni "es una pasta rellena originaria de Siberia, parecido a unos tortellini, que gustan mucho", comenta. "Las recetas son de mi esposa, que tiene mucha mano en la cocina, aunque ella no es la cocinera", matiza.

Ensaladilla Rusa Filetes Rusos Y Pelmenis C Biriukov Bistro Ensaladilla rusa, filetes rusos y pelmenis. ©Biriukov Bistró

No falta tampoco el vodka, del cual nos ofrece un chupito, y que conforma junto al té una de las quintaesencias del trago ruso. "Mandábamos a mis hijas mayores a Rusia en verano cuando eran adolescentes para que aprendiesen bien el idioma y una de ellas al volver me dijo que lo había pasado muy bien pero que estaba harta de té a todas horas", comenta entre risas nuestro anfitrión.

El aterrizaje en España

No le falla la carcajada ni el buen humor, tampoco cuando recuerda su paso deportivo por nuestro país. "Yo no hablaba español más que algunas palabras sueltas y lo que aprendía de pequeño cuando íbamos al País Vasco", explica, así que tuvo que aprender castellano al entrar en el Real Madrid.

Un hito del que formó parte su primo Javier, que tenía contactos con la cúpula directiva, y a los que recomendó el fichaje de aquel jugador de perímetro (alero y escolta), rápido, de potente salto y curiosa mecánica de tiro (muy plana pero efectiva) que comenzaba a despuntar con 18 años en el Dinamo de Moscú. "En el CSKA apenas jugué, aquello era la selección soviética, los mejores jugadores de toda Rusia y yo era muy joven, así que era el duodécimo hombre", explicaba en una entrevista concedida a un medio deportivo.

Sin embargo, su aterrizaje en España tuvo un sabor agridulce. "Cuando llegué me enteré de que no podía jugar durante un año en liga por una ley que había, y tampoco supe que además tenía que estar otros tres años sin jugar competición europea", comenta sin lamentos, ofreciendo un refrán ruso algo brusco que podríamos sustituir por el castizo 'agua pasada no mueve molino'.

 

"Perdí cuatro años, de los 20 a los 24, que son clave para el hambre de un deportista, porque además lo que te daba visibilidad era jugar la Euroliga", añade. Sin embargo, su paso por el Real Madrid fue exitoso en títulos y recuerdos, compartiendo vestuario con leyendas como Fernando Martín, Drazen Petrovic o Arvydas Sabonis, tres de los grandes hitos del baloncesto europeo, pero también con jugadores como Rafa Rullán, Juanma López Iturriaga, Antonio Corbalán o Fernando Romay, muchos ahora veteranos de la sección del club con los que se reúne en Biriukov Bistró.

"Drazen era un jugador superlativo, capaz de meter 20 puntos cualquier día, pero Sabas [Sabonis] era de otro planeta. Hacía todo y todo bien", comenta del pívot lituano, con el que compartió etapas junior en la selección soviética.

La cara y la cruz dentro del parqué

A ella tuvo que renunciar al entrar en España, donde acabaría jugando para el combinado nacional (con la elástica patria jugó 57 partidos) en una etapa no demasiado fructífera para el equipo, donde el mejor sabor de boca se dio en un Preolímpico en 1988, jugado en Holanda, donde España consiguió el pase a los Juegos Olímpicos de Seúl de ese mismo año.

Lamentablemente, el buen papel del Preolímpico no se refrendó en la máxima competición. La selección acabó octava, tras un mal partido en cuartos de final contra Australia. "No se jugó bien y Antonio Díaz Miguel [seleccionador en aquel torneo] se empeñó en una defensa que nos costó el partido", cuenta pero también asume errores y culpa a las lesiones y a ciertas normas FIBA.

 

"Llegamos sin pívots a aquel torneo. Teníamos un buen juego exterior pero por dentro había muchos jugadores importantes lesionados. Además, Fernando Martín no podía jugar por una regla absurda que impedía que los que habían pasado por la NBA jugasen", asegura.

En 1990 también llegaría uno de los peores momentos de la carrera de Biriukov: una rotura del tendón rotuliano de su pierna izquierda. "En aquellos momentos era una lesión inhabilitante aunque me recuperé pero con mucho esfuerzo", explica. "Ahora la medicina deportiva ha evolucionado mucho y una lesión así no acaba con tu carrera pero en aquella época sí", arguye. La lástima fue que le impidió jugar el Mundial de Argentina, donde España, también lastrada por los problemas físicos, no pasó de la fase de grupos.

En 1992 la cosa no cambió, a pesar de celebrar las Olimpiadas caseras de Barcelona. "Tuvimos mucha mala suerte con las lesiones, llegando muchos jugadores tocados y en un fin de ciclo", comenta. Se ponía así punto final a un período exitoso del baloncesto español que comenzó en 1984 con aquella medalla de plata de Los Ángeles. El resultado, novenos de 10 equipos, incluso sucumbiendo de manera catastrófica ante Angola.

Sin embargo, el mal trago con el combinado nacional no impidió que guarde un magnífico recuerdo de su paso por el Real Madrid, donde conquistó cuatro ligas, cuatro Copas del Rey, dos Recopas de Europa, 1 Copa Korac y, sobre todo, la ansiada Euroliga de 1994.

El broche final y nuevos horizontes

 

"Era imposible perder con una pareja interior como la de Sabas y Joe Arlauckas", comenta entre risas. A lo que se sumó la presencia de Zelkjo Obradovic como entrenador, el más laureado en la máxima competición continental. "A Zelkjo preparar y motivar en torneos cortos como una Final Four se le daba muy bien", explica.

Aquel partido contra el Panathinaikos fue el punto final oficial de la trayectoria de Biriukov en el baloncesto. "Tenía dos años más de contrato pero me dijeron que no iba a contar mucho conmigo en la siguiente temporada", aclara. "Prefería rescindir el contrato porque calentar la silla no era lo mío", comenta con orgullo. Como último partido, ya a modo de homenaje, Biriukov se enfrentó vistiendo la camiseta blanca del Real Madrid en un encuentro honorífico contra el CSKA de Moscú.

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Con las botas colgadas, Chechu montó ISAC, una agencia de representación de actores y presentadores con la que colaboraba asiduamente con la productora Globomedia y que mantuvo en liza durante 17 años, hasta que puso fin a esta aventura, pasada la crisis de 2008.

Desde entonces estuvo barruntando dar el paso hacia la hostelería, meditando durante más de siete años cómo dar ese salto profesional, al que quería dotar de un carácter familiar. Así surgió en 2015 Biriukov Bistró, un coqueto restaurante de ambiente familiar y dejes rusos, cuajado de fotos históricas del pasado deportivo de nuestro protagonista, que se convierten en el improvisado photocall donde comensales y amigos no dejan de revisar.

Imágenes | Cuenta de Instagram de Biriukov Bistró y José Biriukov

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