Tras cancelarse los dos años anteriores por la pandemia, la Tomatina de Buñol vuelve por todo lo alto a celebrarse en la localidad valenciana, festejando, además, su 75 aniversario. Esta fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional en 2002, es ya una de las más populares de nuestro país y atrae a miles de participantes ansiosos por participar en una auténtica batalla campal a base de tomatazos que tiñen las calles de rojo.
Es el último miércoles del mes de agosto cuando Buñol vive sus fiestas más esperadas desde que comenzó la tradición de forma casi casual en 1945, aunque ya se celebró el pasado sábado una edición infantil para que pudieran participar también los niños sin riesgos. La afluencia de público local y foráneo es tal, que desde hace años se estableció un límite de aforo máximo, obligando a los interesados a adquirir previamente una entrada.
El origen de la fiesta
Como suele ocurrir con los festejos más populares, la Tomatina empezó como un episodio improvisado paralelo a las fiestas locales, como otras tantas patronales que animan el verano en pueblos y barrios de todo el país.
Según la historia oficial, fue en 1945 cuando un grupo de jóvenes hastiados del aburrido desfile de gigantes y cabezudos los que decidieron, por iniciativa propia, animar la fiesta colándose entre la comitiva de la cabalgata. La poca delicadeza de los susodichos provocó la caída de un participante que, tomándose la interrupción de malas maneras, comenzó a dar golpes y arremeter contra los infiltrados.
En el transcurso del tumulto se derrumbó un puesto de verduras que casualmente exhibía su mercancía en el tramo del recorrido, y todos los presentes comenzaron a arramblar con los vegetales, contagiándose del ímpetu del momento y lanzándose hortalizas unos a otros, especialmente tomates, en plena temporada.
Las autoridades finiquitaron los disturbios, pero la batalla improvisada gustó tanto que los mismos jóvenes, a los que presumiblemente se unirían otros, repitieron ya a conciencia la misma acción al año siguiente, llevando consigo a la fiesta sus propios tomates de casa. Daba inicio así una costumbre convertida en tradición que no dejaría de ganar popularidad año tras año, hasta que se prohibió en la década de 1950, pues la Policía estaba harta de tener que disolver la lluvia de tomatazos.
Eso no echaría para atrás a sus fervientes participantes, que a menudo eran detenidos, hasta que en 1957 la cancelación oficial de las fiestas llevó a los vecinos a representar un simbólico "entierro del tomate", incluyendo música en vivo de marchas fúnebres, tomándoselo con humor y aprovechando para criticar veladamente a las autoridades.
Ya era tarde: la presión popular hizo que la fiesta volviera a ser autorizada poco después, y desde 1980 el Ayuntamiento es el encargado de organizarla. Desde entonces no ha dejado de crecer su éxito y participación, a la que se fueron sumando visitantes de otros pueblos y regiones. La fama definitiva llegaría en 1983, a raíz de un reportaje emitido en el programa 'Informe Semanal' de TVE, firmado por el periodista Javier Basilio.
Su fama se extendió por toda España y pronto captó la atención también del público internacional, teniendo repercusión en medios turísticos y culturales de todo tipo, y apareciendo incluso en películas, programas de televisión, videojuegos y hasta el doodle de Google. También se ha replicado en otros lugares del mundo como Colombia, China o Estados Unidos; la atracción por lanzarse tomatazos y nadar en puré de tomate parece algo universal a todas las culturas.
De dónde vienen los tomates y cómo son
En su origen, la peculiar batalla vegetal solo exigía hacer acopio de los tomates que se tuvieran en ese momento, pero con la especialización de la fiesta se han ido seleccionando también tomates específicos para este menester, que proporciona la propia organización.
Se procura emplear tomates que no supongan un desperdicio alimentario, y que además no se conviertan en proyectiles exageradamente peligrosos. Y es que no sirve cualquier tomate para desarrollar una Tomatina exitosa sin -demasiadas- contusiones o accidentes.
Los proveedores de esta particular munición han ido cambiando, pasando de la cooperativa agrícola de Xilxes a la empresa Citrimed, ambas de Castellón, empleándose para ello tomates ya maduros y de variedades locales menos adecuadas para el consumo, que normalmente no se aprovechan ni tienen más salida comercial.
Citrimed lleva más de una década proporcionando los tomates que este año sumarán unos 130.000 kilos, haciéndose destianado otros 1.600 para la edición infantil. Ante el aumento de la demanda, en las últimas ediciones se ha hecho necesario comprar tomates de fuera de la Comunidad, por lo que este año se lanzarán frutos también de Murcia y Castilla-La Mancha.
Los tomates se recolectan específicamente para este festejo y se guardan en cámara controlada durante unos tres días, buscando la maduración adecuada que deje el producto en el punto óptimo. Lo ideal es que el tomate tenga el tamaño justo para poder cogerse sin problemas con una mano, con una textura blanda que permita ser aplastado ligeramente antes de lanzarlo, reduciendo así el daño potencial.
La batalla comenzará el miércoles a las 12.00 del mediodía, prolongándose hasta las 13 horas. Los camiones van apareciendo en las calles delimitadas para la fiesta, lanzando los primeros tomatazos. A continuación, sueltan su carga y los participantes pueden ya lanzarse para hacer acopio de las balas y entregarse al jolgorio.
La Villa de Buñol en el tiempo
Fotos | La Tomatina - flydime
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