Hace unos días, tuve la oportunidad de visitar el restaurante Boggo, en el madrileño barrio de Salamanca, y pude compartir una cena en la que invitaban a bloggers y a distintos medios de comunicación para que conocieramos su nueva decoración, y su renovada carta. El local lleva aproximadamente siete años abierto, y acaba de ser totalmente renovado.
Tras la cena, la parte inferior del restaurante, que tiene una barra de bar con música, comenzaba a llenarse, y eso que era poco más de la medianoche. El local, tiene una disposición curiosa, con el restaurante en la parte superior y un bar o afterwork en la planta de abajo, que reúne a jóvenes al salir del trabajo, para charlar y tomar una cerveza o un cóctel, y pinchar algo, para transformarse horas después en un lugar idóneo donde tomar la primera copa.
El restaurante es un espacio amplio, con cómodos asientos y buena iluminación, en el que se puede comer sin apreturas. La decoración recordaba a las coctelerías americanas con sillones y sofás de cuero en tonos grises y crudos. La cocina podría calificarse como cocina de mercado con platos llenos de contrastes, en los que la combinación de ingredientes y especias, me pareció muy acertada.
La idea que tenían era servir una cena basada en las setas, pero nos comentaron que habían tenido que modificar la degustación a las circunstancias, ya que no había sido fácil encontrar algunas variedades de hongos previstas, por lo que cambiaron el menú adaptándolo a la calidad que querían ofrecernos, detalle éste que me gustó mucho.
No obstante, fue un menú basado en las setas, que prácticamente estuvieron presentes en todos los platos, bien como ingrediente principal o en la guarnición. Comenzamos con un foie micuit con pan de especias y miel de trufa con crujiente de miel, acompañado de vino Jarel, un moscatel de Málaga que armonizaba estupendamente.
El plato que más me gustó fue el tartar de atún rojo y mango con espuma de wasabi y brotes de rábano, que véis encima de estas líneas, que nos sirvieron con un vino de la D.O. de Alicante, llamado Lascala. La mezcla de sabores dulces con el picante del wasabi y de los brotes, era una delicia.
Continuamos con unos boletus salteados al estragón con trufa y un huevo escalfado, una excelente combinación que acompañamos de un delicioso vino de uvas Mencía, procedente del Bierzo, Luna de Beberide y finalmente, tomamos un solomillo de buey con chantarellas a la salsa de whisky de Malta en el que la carne nos gustó mucho por su calidad y ternura. El vino con el que acompañamos el solomillo fue un Prima, de la D.O. Toro.
Para redondear la cena, tomamos un sorbete de Maracuyá, y con él dimos paso al postre, un maravilloso tiramisú de Galleta María, que nos hizo a todos retornar a la infancia y disfrutar de un sabor y textura impresionantes. A mi gusto, podía haberse servido sin los cordones decorativos de coulis, ya que el sabor del tiramisú era exquisito y no había necesidad de más.
En resumen un menú delicioso que, según coincidimos todos los asistentes, tuvo en todos los platos un nivel altísimo de calidad, por lo que salimos contentos de haber podido compartir esta renovada ilusión con la que el restaurante Boggo afronta esta nueva etapa. Lo que quedó pendiente, por lo avanzado ya de la noche, fue conocer el bar y afterwork de la planta de abajo, de la que subía ya la música animando a los que empezaban entonces la noche.
BOGGO
C/ Velázquez 102 Madrid
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