Casa de comidas Gloria, el restaurante de Nacho Manzano en Oviedo

El chef Nacho Manzano es conocido por sus restaurantes con Estrellas Michelin, como Casa Marcial en Arriondas, que ha cumplido 20 años hace poco, y también, por La Salgar, un restaurante de cocina asturiana en Gijón que regenta con su hermana Esther.

Yo no he tenido ocasión de disfrutar de esas mieles, pero sí he podido probar la Casa de comidas Gloria, el restaurante de Nacho Manzano en Oviedo, acompañado de otra Esther, en este caso mi compañera Esther Clemente, que siempre me lleva a comer a sitios deliciosos cuando visito Asturias.

Fiel defensor de la gastronomía asturiana, en el menú de la Casa de comidas Gloria encontramos una carta corta y sencilla que pretende ofrecer al comensal una reinterpretación de lo que es habitual en las sidrerías típicas. Croquetas, fabada, bollos preñaos, carnes, pescados... pero todo con un toque diferente y afinado.

Empezamos la comida con una tapa de croquetas de jamón y otra de bonito marinado con ahoranomeacuerdobien de tomate. Las croquetas estaban realmente buenas, con una bechamel capaz de ser al mismo tiempo ligera y consistente. No perdía la forma pero resultaba muy esponjosa en la boca.

El bonito marinado estaba mejor si cabe. El marinado era delicado, pero conseguía robarle ese sabor a pescado crudo que puede tener el bonito cuando no lo marinamos acertadamente. La salsa ligera de tomate natural, que tenía un nombre muy bonito que no consigo recordar, aportaba un extra de frescor.

Como plato principal escogimos dos recetas contundentes: un cachopo y unas costillas de ternera. Para quien no sepáis que es, el cachopo es un plato típico asturiano que consiste en dos filetes de ternera, a los que se añade jamón y queso en medio, para luego empanar y freír el conjunto. Muy ligero, vamos.

El cachopo de Casa de comidas Gloria, no obstante, es un poco diferente, tal y como nos contó amablemente la camarera, para que no nos lleváramos una sorpresa. En vez de usar filetes de ternera, utilizan ternera picada para hacer una especie de hamburguesa gigante empanada rellena de queso. Uno diría que es una bomba, y lo es, pero está deliciosa, muy jugosa y sin resultar nada pesada, sino todo lo contrario.

Las costillas de ternera también estaban muy buenas, cocinadas justo en su punto, tiernas, jugosas y muy sabrosas, hasta el punto de que apetecía repelarlas con los dientes, aunque me abstuve por mantener la compostura.

Como broche, Esther y yo compartimos un rico postre: una tarta de leche, cacao y avellanas coronada con crema de chocolate blanco y acompañada de helado de maracuyá de la que no dejamos ni las migas, que como dirían en Asturias, los dos somos muy llambiones.