La isla de Koh Kood es la cuarta más grande de Tailanda, pero la menos poblada (tiene solo 2.000 habitantes). Se trata de una isla llana en casi toda su extensión, cubierta en gran parte con bosques autóctonos y plantaciones de coco y caucho, y es conocida por sus playas vírgenes de aguas cristalinas.
Debido a que su economía nunca ha dependido del turismo, este se ha desarrollado de forma mucho más sostenible que en el resto del país, y se ha orientado a una clientela adinerada, que busque unas vacaciones de relax en sus resorts de lujo.
Soneva Kiri es uno de estos exclusivos complejos hoteleros. Sus clientes pueden practicar snorkel en los arrecifes de la isla, explorar la jungla u observar las estrellas en el observatorio de la propiedad. Y también disfrutar de una cena suspendidos en lo alto de un enorme árbol.
Hasta cuatro comensales pueden disfrutar de la comida en una suerte de cabina, que se eleva seis metros sobre el suelo y es izada mediante cables. Una vez en posición, un camarero trae la comida escogida en tirolina.
Una experiencia de lujo
“Pasaron dos años y medio desde el diseño hasta la realización final; es genial ver que es tan apreciado por los huéspedes”, aseguró a Lonely Planet Graham Grant, gerente general del resort. “¡Incluso las personas con vértigo lo están disfrutando!”
Procedente de la huerta ecológica del complejo o de los mercados locales, el menú incluye los llamados “canapés en el dosel” con crujiente de batata, plátano y taro frito o las “ofrendas del bosque”, un pescado blanco horneado en hojas de plátano con limón y salsa verde.
La experiencia, eso sí, no es barata. El menú para dos personas cuesta en torno a 350 euros, sin bebida. Aunque, si te importa más las vistas que la comida, también se puede disfrutar de un desayuno o un sencillo té.
Imágenes | Soneva Kiri
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