Cuando en mi familia surgió la propuesta de dedicar unos días de las vacaciones a Oporto, me di cuenta de lo poco que conocía a nuestros vecinos peninsulares. Sólo había estado en Portugal una vez siendo niña, por lo que enseguida me sedujo la idea de pasar de nuevo sus fronteras y conocer un poco mejor un país y una cultura tan cerca a la nuestra, pero con un carácter único. Y por supuesto, no iba a perderme detalle de cómo y qué se puede comer en Oporto.
La ciudad no tardó en conquistarme. A pesar de recibirnos con una tarde gris y lluviosa, tuvimos suerte con el clima durante toda nuestra estancia. Pudimos disfrutar de temperaturas suaves, brisas y sol agradables para recorrer una urbe llena de contrastes con una gastronomía muy rica y variada que asalta al viajero en cada esquina.
Una ciudad bañada por el Duero y el Atlántico
Cuando un asentamiento se levanta junto a una fuente de agua, ésta marca de forma inevitable su personalidad, y en Oporto tanto el río Duero como el océano Atlántico han jugado un papel esencial en su desarrollo cultural y gastronómico. El ambiente marinero baña la vida en la ciudad y se refleja en la importancia de pescados y mariscos.
El bacalao es un imprescindible en la cocina portuguesa, y en Oporto no podía ser menos. El recetario que ofrece este pescado es inmenso, con especialidades locales como à Brás, à Zé do Pipo o à Joao do Buraco. Uno de los platos más célebres es el llamado Bacalhau à Gomes de Sá, que lleva el nombre de su creador. Se trata de una receta al horno preparada con bacalao en salazón, con patatas, huevo duro, cebolla y aceitunas, simple pero delicioso.
En verano resulta muy recomendable acercarse a una de las zonas más populares, del río y dejarse seducir por los aromas marinos. El barrio de la Ribeira es hoy una animada mezcla de ambiente turístico y marinero, muy agradable para pasear entre gaviotas y fachadas coloristas.
Los meses cálidos corresponden a la mejor época de sardinas, y así lo anuncian decenas de locales que viven estos meses sus mayor actividad. Nosotros nos dejamos caer en una de sus terrazas atraídos por el cargamento de pescado fresco que cargaba un local desde el puerto. Por unos seis euros por persona se puede disfrutar de un plato de tres ó cuatro sardinas a la parrilla con patatas y ensalada.
Tradición rural e importancia del mundo agrario
Aunque Oporto se ha visto influenciado por costumbres de otras culturas que han pasado por la ciudad, la riqueza de su litoral ha permitido siempre mantenerse fiel a las tradiciones del mundo rural. Esto se traduce en una gran presencia de productos frescos de la huerta y granjas, y sorprende la riqueza de verduras y frutas que se pueden encontrar en cada esquina.
Los huevos, las patatas y el arroz tienen una gran importancia y se dejan ver en casi cualquier plato, sobre todo en los contundentes guisos y sopas, más adecuados para los meses fríos. En verano destaca la presencia de productos frescos de temporada, y los puestos de mercados y tiendas de barrio se llenan de colores y formas de vegetales de todo tipo.
Para apreciar la variedad de frutas y verduras nada mejor que acercarse a uno de los mercados de la ciudad, especialmente el peculiar Mercado do Bolhão. Situado en el centro de la ciudad, es un mercado tradicional donde la actividad no cesa desde que se abrió en 1914. Se puede visitar libremente de lunes a sábado, mejor a primera hora de la mañana para evitar aglomeraciones de turistas.
El gran edificio destaca desde el exterior y siempre le rodea un gran bullicio. El interior está distribuido en torno a un patio central en dos alturas, a lo largo del cual se suceden los puestos de frutas, pescados, carnes, flores, especias, panes y otros productos. La construcción está muy estropeada pero el ambiente nostálgico y decadente le dota de un carácter único que merece la pena descubrir.
Carnes y quesos
Como parte de esa tradición rural que hemos comentado, también las carnes están muy presentes en la dieta de Oporto, especialmente el cerdo. Al igual que sucede en muchas zonas de España, los productos de matanza tienen gran presencia en la gastronomía más tradicional, con la elaboración de gran variedad de embutidos y recetas de guisos que recuerdan a nuestro cocido. Uno de los platos más famosos son las tripas à moda do Porto, que han dado el sobrenombre a de tripeiros a sus habitantes.
Los productos lácteos también juegan un papel básico en la cocina portuguesa, destacando la calidad de sus quesos, actualmente con doce Denominaciones de Origen Protegidas. En Oporto se puede disfrutar de cualquier variedad, tanto en restaurantes como en tiendas especializadas. Destacan los quesos de leche de cabra, como los frescos Saloios o el Cabreiro, y de oveja, como el famoso Azeitão amarillo o el Castelo Branco, ligeramente picante.
Una ciudad para amantes del dulce y el buen café
Cuando viajo me gusta fijarme en el tipo de cafeterías y la variedad de dulces que se pueden encontrar en cada destino. Portugal es una tierra ideal para aquellos que disfrutan de una buena taza de café, y más aún si se tiene el paladar goloso. Por lo que pudimos probar, en Oporto saben preparar con mimo una buena taza de café y además a buen precio. Es célebre el modernista Café Majestic, pero por ser foco de turistas sus precios están algo engordados, por lo que recomiendo sentarse en cualquier otra terraza de la ciudad para disfrutar sin prisas de una buena taza.
Los dulces y postres merecerían todo un apartado especial. Por todas las calles se suceden las tiendas y cafeterías con tentadores escaparates llenos de pasteles y galletas de todo tipo. Sin duda, la tradición monacal ha influido en el repertorio tradicional, con elaboraciones parecidas a las españolas. Destacan los dulces elaborados con huevo, como el toucinho de do céu, las queijadas de Sintra, o los famosos pasteis de nata. En cuanto a la repostería, sobresalen los bizcochos y pasteles esponjosos como el pão de ló, o los merengues y las galletas con frutos secos.
Comida rápida e influencia extranjera
A pesar de ser una ciudad que en los últimos años ha visto incrementado su interés turístico, me sorprendió cómo en Oporto no abundan tanto los locales de comida rápida globalizada que se repiten por medio mundo. Existen, obviamente, pero me dio la impresión de que todavía sus habitantes se aferran más a las tradiciones locales, eso sí, salpicados de la influencia de otras culturas a lo largo de su historia.
Restaurantes económicos incluyen en sus menús alguna que otra pizza, kebab o hamburguesas, aunque casi siempre el protagonismo lo roba el mar. Para los carnívoros, destacan más platos de carne de herencia brasileña, con piezas de considerable tamaño que suelen cocinar a las brasas. La especialidad local de comida rápida, calórica y barata es la francesinha, popularizada por emigrantes a mediados del siglo pasado. Consiste en una especie de sándwich con varias capas de embutidos, carne y quesos bañada en una consistente salsa algo picante.
En general, Oporto responde bien a la buena fama que tiene la gastronomía portuguesa. La fuerte presencia de productos frescos de la huerta, el amor por el pescado y marisco y la importancia de guisos tradicionales lo convierten en un buen destino adecuado para todos los paladares, y también para todos los bolsillos. Y por supuesto, no nos podemos olvidar del protagonismo de sus famosos vinos, pero se merecen un capítulo aparte.
Foto Francesinha | Rubber Slippers in Italy
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