Para muchos españoles o, al menos, los que éramos adictos a la sesión de Los Simpson de Antena3 a las dos de la tarde, el váter japonés siempre será parte de un recuerdo homérico del Lejano Oriente.
Fascinado por aquel váter inteligente que, sabiamente, distribuía distintos chorritos estratégicamente colocados a las partes nobles, Homer Simpson ya adelantó que, en cuanto a temas, de higiene, los japoneses nos daban sopas con hondas como se comprueba en el capítulo Treinta minutos sobre Tokio, de la décima temporada de la serie.
De ese episodio han pasado más de 20 años y, sin embargo, el váter japonés está de moda. No sólo por cuestiones higiénicas, sino por una cuestión de sostenibilidad que, en ciertos casos, es más práctica que nunca en la España de 2023.
Sequía mediante, como anuncian en Xataka, parte de las opciones del futuro para no despilfarrar agua pasan por elementos como el denominado baño seco. Sin embargo, la idea del wáter japonés permanece en la recámara como ejemplo de economía ahorrativa.
Más allá del pijerío
Lo saben en la alta hotelería, donde estos váteres han dejado de ser un unicornio difícil de ver para ser cada vez más frecuentes. Enmarcado en un halo de prestaciones que distribuye ese par de chorros en función de lo que tenga que limpiar, estos váteres también han ido evolucionando.
Permiten controlar la presión del agua, también su temperatura e incluso, adaptándose a cada tipo de situación, también permiten cambiar el ángulo de disparo. Vamos, un auténtico prodigio de la técnica que habría sorprendido a todo un artillero como el general prusiano Von Clausewitz.
Sin embargo, la ventaja del váter japonés va mucho más allá del pijerío, que podría ser la primera sensación que nos dé cuando nos enfrentamos a él. A modo de pozo de los deseos o de fuente mágica, el inodoro japonés siempre sorprende en nuestro primer ¿cara a cara? con él.
Nuestra intención hoy no es glosar sus maravillas higiénicas —que las tiene—, sino demostrar cómo puede ser un elemento sostenible y económico en casas y, sobre todo, en hoteles.
Combatir la sequía desde una cisterna
Así lo asegura Lucas García Montaner, director del hotel Lago Resort. Ubicado en Cala’n Bosch, en plena isla de Menorca, donde el agua no abunda, recurrir al retrete japonés ha demostrado ir mucho más allá de la técnica.
De media, una cisterna convencional gasta 10 litros de agua por descarga. Cantidad que se reduce si hay varios controles en el tipo de inodoro, que ya vemos a menudo con la posibilidad de dos tipos de descarga, en función de las ‘aguas’ que queramos eliminar. Lógicamente, el gasto de la descarga se sigue teniendo que hacer, pero ahorra el uso del bidé o de la ducha si se requiere.
Tras la reciente remodelación de parte del resort, convirtiendo 91 habitaciones en sostenibles —lo que le ha valido la catalogación de ecohotel—, Lago Resort ha encontrado en el retrete japonés un arma de doble filo en favor de la sostenibilidad.
“Hemos comprobado que con el inodoro japonés ahorramos hasta 10.000 litros de agua al día en temporada alta”, asegura García Montaner, explicando que “el gasto de agua en hotelería en una isla como Menorca, en bidés o duchas, es muy alto”. Ahora, imaginemos que todos los hoteles españoles, especialmente los de costa donde el agua no abunda, permitieran resolver con estos chorritos lo que antes exigía un bidé.
La aplicación doméstica
Con el váter japonés, este dilema desaparece, igual que han desaparecido los bidés de sus instalaciones y que, aquí lo que nos importa en las casas, podemos implementar. Evidentemente, este tipo de inodoros son bastante más caros que una cisterna convencional, pues su precio ronda los 1.200 euros en las versiones más asequibles. Más allá, lo que queramos gastar y las prestaciones que queramos incorporar.
Lo cierto es que el váter japonés, quizá para una casa, no sea la herramienta de sostenibilidad que puede significar para un hotel. Sin embargo, cumple con una función dos en uno, reemplazando de nuestros baños al bidé. Más aún en un tiempo en que las casas de los españoles son cada vez más pequeñas, maximizar el aprovechamiento del espacio puede ser capital.
Una realidad que también gana enteros en la habitación de un hotel, donde te cargas de un plumazo un elemento más en el baño. Quizá en una condición unitaria no se note, pero cuando multiplicas 90 bidés por su coste y por el espacio que ocupan, la situación se torna casi tan cristalina como el agua que emana de estas fuentes de la felicidad y el higiene.
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En cualquier caso, depende de nuestro presupuesto y de las ganas de hacer obra porque hay alternativas. Las más baratas son simplemente las que abarcan una cubierta o tapa de inodoro japonés, que se adaptan al váter que ya tengamos y que va desde los 200 a los 500 euros. Si hablamos del inodoro completo, los precios fluctúan en las versiones más fáciles de encontrar entre los 800 y los 1.500 euros.
Si a eso le sumamos que también nos ahorramos un ejemplo de grifería y de canalización y que, de postre, podemos economizar el gasto de agua diciendo ‘adiós’ al bidé, las cuentas salen.
Imágenes | iStock / 20th Century Fox
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