Cuna del andalucismo, este pueblo blanco de Málaga es la parada cultural y natural perfecta para huir de la masificación de la Costa del Sol

Se trata de la 'patria chica' de Blas Infante

Cuando hablamos de los pueblos blancos de Andalucía, evocamos una imagen que parece sacada de un cuento de hadas: casitas encaladas, apiñadas en las laderas de colinas, resplandecientes bajo el sol del sur de España. Estos pueblos, que se encuentran principalmente en las provincias de Cádiz y Málaga, son un testimonio vivo de la historia y la cultura andaluzas.

Su origen se remonta a la época de la dominación musulmana en la Península Ibérica, cuando se adoptó la tradición de encalar las fachadas para reflejar la luz del sol y mantener los interiores frescos durante los calurosos veranos. Este estilo arquitectónico ha perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en una de las imágenes más icónicas de la región.

Pero los pueblos blancos no son solo una postal perfecta; son lugares llenos de vida, tradición y orgullo. Cada uno de ellos guarda historias y costumbres que han sido transmitidas de generación en generación, ofreciendo una experiencia auténtica a quienes los visitan.

De entre todos, uno de los que destaca por su belleza y su significado cultural es Casares, un encantador pueblo situado en la provincia de Málaga, que recientemente ha sido reconocido como uno de los pueblos más bonitos de España por la Asociación Los Pueblos más Bonitos de España.

Esta asociación, creada en 2011, tiene como objetivo poner en valor aquellos municipios con un patrimonio y belleza excepcionales, impulsando el turismo sostenible y la conservación de estas joyas arquitectónicas y paisajísticas.

Para ser parte de esta selecta lista, los pueblos deben cumplir con estrictos criterios que incluyen la conservación del entorno natural, la riqueza del patrimonio histórico y cultural, y la calidad de vida de sus habitantes. Casares, con su historia fascinante y su innegable atractivo, ha logrado hacerse un hueco en este prestigioso listado.

Situado a poco más de 100 kilómetros al suroeste de Málaga, y a solo 15 kilómetros de la Costa del Sol, Casares es el destino perfecto para quienes buscan una escapada tranquila en un entorno pintoresco, pero con la comodidad de estar cerca de una gran ciudad. Se puede llegar fácilmente en coche desde Málaga en poco más de una hora, lo que lo convierte en una excursión ideal desde la capital de la provincia o desde otras localidades costeras cercanas, como Estepona o Marbella.

Uno de los mayores atractivos de Casares es, sin duda, su trazado urbano. Al llegar, lo primero que sorprende es la disposición escalonada de las casas blancas, que parecen colgar de las colinas como un enjambre de nidos de golondrina. Las calles estrechas y empinadas invitan a perderse sin rumbo, descubriendo rincones llenos de encanto en cada recoveco.

La Plaza de España, el corazón del pueblo, es un excelente punto de partida para explorar. Desde aquí, se puede subir hasta el Castillo Árabe, una fortaleza del siglo XIII que ofrece unas vistas panorámicas espectaculares del entorno y, en días despejados, incluso se puede divisar el perfil del norte de África en el horizonte.

Pero Casares no es solo un lugar para contemplar. Es también un pueblo lleno de historia, y una de las figuras más relevantes de su pasado es Blas Infante, considerado el "Padre de la Patria Andaluza". Infante nació en Casares en 1885, y su casa natal, que hoy es un museo, es una visita obligada para quienes deseen conocer más sobre la vida y obra de este destacado político e intelectual.

Infante dedicó gran parte de su vida a la promoción del andalucismo, un movimiento que aboga por la autonomía de Andalucía y la defensa de su identidad cultural. Su legado sigue vivo en la región, y Casares se enorgullece de ser la cuna de este ilustre andaluz.

Además del patrimonio histórico, Casares ofrece a los visitantes la posibilidad de disfrutar de la naturaleza en su estado más puro. El Parque Natural de los Alcornocales, que rodea el pueblo, es un paraíso para los amantes del senderismo y la observación de aves.

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Sus rutas atraviesan paisajes de ensueño, entre bosques de alcornoques y quejigos, y permiten descubrir la rica biodiversidad de la zona. Otro lugar de interés es la Fuente de la Hedionda, una antigua fuente termal de origen romano, cuyas aguas sulfurosas, según la leyenda, fueron utilizadas por Julio César para curar una dolencia de la piel.

Imágenes | Freepik

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