Este gastrónomo jubilado ha vuelto a escribir solo para poner a parir a Mugaritz: “Se han olvidado de que la comida tiene que saber bien”

Conocido por ser uno de los estrellas Michelin más transgresores del mundo, el peaje que ha de pagar suele ser la incomprensión de algunos clientes

No esperaría yo empezar esta noticia con uno de los temas míticos de Camilo Sesto y su "Ya no puedo más / Siempre se repite esta misma historia" de su Vivir así es morir de amor. Especialmente cuando estamos hablando de gastronomía y del restaurante Mugaritz, pero cada equis tiempo se repite una misma polémica: lo mal que come alguien en el dos estrellas Michelin que dirige Andoni Luis Aduriz en Rentería, Guipúzcoa.

Esta vez el turno le ha tocado a John Ferris, actuar inversor de startups y, en el pasado, editor de periódicos, así como bloguero gastronómico. En este caso, Ferris ha salido de su crítico letargo para quedarse a gusto a través de su blog explicando lo mal que comió en Mugaritz.

No es el único. Y no tiene pinta de que vaya a ser. Criticar a Mugaritz se ha convertido en un comportamiento más o menos habitual de determinados gastrónomos, influencers o foodies, como sucedió también en julio con una cliente estadounidense ante lo que denominó la peor comida de su vida.

Todos ellos, tanto Ferris como la tiktoker Chloe Jade Travels, se quejaron, en líneas generales, de que la comida en Mugaritz no está rica. O no para los estándares de un dos estrellas Michelin. Suelen ser, además, clientes no españoles. Lo que resulta más sangrante en el caso de Ferris es que, suponiéndose su experiencia previa en restauración, sabría a qué exponerse.

Por desgracia, no parece haber sido así, resumiendo su crónica con una entradilla sin desperdicio: "Una noche de tonterías que van desde lamerse el ombligo hasta hacer ruidos balando mientras se come cordero que termina con un gemido seco".

Puede que sea por algunos de los platos de la temporada de Mugaritz, bautizando el menú como Lo que no se ve. Es el caso de, por ejemplo, Ombligo del mundo (en la imagen de apertura, que consiste en lamer un jugo ácido de una gelatina con forma de ombligo), el pan con jamón y tomate (que, tras una fermentación, adquieren la textura del queso brie) o el pato a la naranja, que aparece como un turrón.

A veces da la sensación de que no es suficiente advertencia la que el propio Andoni Luis Aduriz hace en sus redes sociales. Tampoco en los congresos gastronómicos. Tampoco en los artículos que escribe a menudo para diarios de tirada nacional. Tampoco, incluso, las miles de reseñas digitales que hay de Mugaritz en internet, tanto de críticos profesionales como de clientes anónimos.

Parece que el chef vasco debería crear el menú 'Tampoco' para todos aquellos que aún llegan a este caserón en Rentería y pretenden que la experiencia se limite a comer bien. Aduriz ha repetido por activa y por pasiva cómo considera Mugaritz gastronómicamente y donde advierte de que no busca solo el sabor. Ni, en el caso, la comodidad culinaria del comensal.

Innova, provoca y busca una conceptualización distinta de la alta cocina. Y lo lleva haciendo dos décadas, no dos semanas. A bombo y platillo, Mugaritz es conocido por sus estrellas Michelin y por llevar años también dentro de la lista The World's 50 Best Restaurants, lo cual no debería pillar por sorpresa a los comensales que aún llegan hasta aquí y pretenden que la experiencia sea solo comer bien –o de maravilla–. Incluso para que los usuarios de Tripadvisor también se ceben con el restaurante, donde casi el 70% de las reseñas de 2024 están valoradas con una estrella sobre cinco.

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Sorprenderse porque en Mugaritz busquen provocarte es como quedarse ojiplático porque tus patatas fritas de McDonald's no estén fritas en una sartén o como pretender que el chorizo que llegue en una pizza de Telepizza sea de Joselito. Al final, con toda esta broma, lo que va a acabar sucediendo es que en Mugaritz, en la puerta, pongan un cartel de "cuidado con el cocinero". Mientras tanto, espero que Aduriz y su tropa sigan siendo quijotescos y persistan en que si los clientes ladran es señal de que cabalgan.

“Parece que Aduriz y su equipo se han adentrado tanto en el mundo de la innovación que se han olvidado de que, por muy diferentes que quieran ser, la comida tiene que saber bien”, concluye Ferris en su crónica. 

Aduriz, por su parte, ya tenía claro, como nos confesó en 2019, que “el día que no haya gente que se marche molesta de Mugaritz significará que nos hemos vuelto convencionales”.

Imágenes | Mugaritz / Andoni Luis Aduriz

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