El plan perfecto antes de que la nieve aparezca
Cuando el verano se despide y las hojas comienzan a teñirse de dorado, el turismo de interior se convierte en la opción perfecta para aquellos que buscan desconectar de la rutina sin el bullicio de las playas abarrotadas. El otoño invita a adentrarse en paisajes de ensueño, donde las actividades deportivas y el contacto con la naturaleza se fusionan para crear experiencias únicas. Y si hay un lugar que encarna la esencia del otoño en todo su esplendor, ese es el Pirineo aragonés.
Entre las joyas escondidas de esta región, destacan localidades que merecen ser descubiertas, como Jaca, con su imponente catedral románica, o Benasque, puerta de entrada al Parque Natural Posets-Maladeta.
Sin embargo, hay un pueblo que se alza como un auténtico tesoro medieval y que, en otoño, se transforma en un cuadro de belleza incomparable: Ansó.
Situado en el corazón del Valle de Ansó, este pequeño municipio de apenas 400 habitantes es un viaje en el tiempo. Sus calles empedradas, casas de piedra con tejados de pizarra y balcones de madera crean una atmósfera que parece sacada de un cuento. Pero lo que realmente hace de Ansó un destino imprescindible en otoño es su entorno natural.
El Valle de Ansó, declarado Paisaje Protegido, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de todo el Pirineo. El bosque que rodea el pueblo se viste con una paleta de colores cálidos que van desde el amarillo intenso hasta el rojo fuego, creando un espectáculo visual que deja sin aliento a cualquier visitante.
Para los amantes del senderismo, el Valle de Ansó es un paraíso. Una de las rutas más recomendadas es la que conduce al Ibón de Estanés, un lago de origen glaciar situado a 1.780 metros de altitud. Durante el recorrido, los excursionistas se encontrarán con hayas centenarias, pinos silvestres y abetos, cuyo follaje en esta época del año crea un manto multicolor que se refleja en las aguas cristalinas del ibón.
Otra excursión imperdible es la que lleva a la Selva de Zuriza, un bosque de hayas y abetos que en otoño se convierte en un espectáculo natural de luz y color. Aquí, los visitantes pueden observar la fauna local, como el rebeco pirenaico o, con suerte, algún quebrantahuesos sobrevolando las copas de los árboles.
Para los más aventureros, el barranco de Ezcaurri ofrece la posibilidad de practicar barranquismo en un entorno de belleza salvaje. Las paredes de roca caliza, cubiertas parcialmente por musgo y líquenes, crean un contraste fascinante con el follaje otoñal de los árboles circundantes.
Pero Ansó no es solo naturaleza. Su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural, invita a perderse entre sus callejuelas. Una visita obligada es la Iglesia de San Pedro, un templo gótico del siglo XVI que alberga un impresionante retablo renacentista. El Museo del Traje Ansotano, por su parte, ofrece un interesante recorrido por la historia y las tradiciones locales a través de su colección de indumentaria tradicional.
Y hablando de tradiciones, no podemos olvidar la gastronomía ansotana, que en otoño alcanza su máximo esplendor. Los platos típicos de la zona son un reflejo de la vida en la montaña, con ingredientes locales y recetas transmitidas de generación en generación. Uno de los más emblemáticos es la migas de pastor, un plato contundente elaborado con pan duro, ajo, chorizo y panceta, perfecto para combatir el frío otoñal.
Otro manjar imprescindible es el cordero a la pastora, preparado con carne de cordero local y acompañado de patatas y verduras de la huerta ansotana. Para los amantes del queso, el Valle de Ansó produce algunos de los mejores quesos de oveja de la región, ideales para degustar como aperitivo o postre.
Para probar estas delicias, el restaurante Borda Chiquín, situado en el corazón del pueblo, ofrece una carta que combina la tradición con toques de innovación. Aquí, los comensales pueden disfrutar de platos como la sopa ansotana o las costillas de cordero al horno mientras contemplan las vistas al valle.
Otra opción gastronómica es el Restaurante Maiberal, conocido por su fiel interpretación de las recetas tradicionales. Su caldo ansotano y sus postres caseros, como la torta de nueces, son el broche perfecto para una jornada de exploración por el valle.
Imágenes | Valle de Ansó
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