Hay cosas irónicas en la vida. Una de ellas es comprobar cómo se puede estar en misa y repicando. O en el sentido contrario, en misa y excomulgado. Algo que sucede en el pequeño pueblo de Trasmoz, en la comarca zaragozana de Tarazona y El Moncayo, que lleva excomulgado desde el siglo XVI, pero que sin embargo, oficia misas.
Apenas 100 habitantes censados se mantienen en Trasmoz, a las faldas del monte Moncayo, que vivió épocas de mucho más esplendor durante el siglo XV. Como en tantos otros casos de la historia de España, Trasmoz podría esgrimir aquello de 'con la iglesia hemos topado'.
Perteneciente a los Ximénez de Urrea, señores de Trasmoz, el pueblo era una rareza en esta comarca al oeste de Zaragoza, pues la mayor parte de los pueblos vecinos pertenecían al poderosísimo Monasterio de Veruela.
Comandado por la Orden del Císter, el monasterio era el mayor terrateniente de la zona. Una realidad que no hacía gracia a los señores de Trasmoz, cuyo señorío se remonta al siglo XII.
La excomunión, más que menos justificada, viene dada por las leyendas de brujas y aquelarres que en el pueblo acontecían en el siglo XIII. Famoso por su riqueza mineral, los señores de Trasmoz, propietarios del castillo, aprovechaban para falsificar moneda en su interior.
Para evitar que nadie se acercase, se inventó el mito de que el raspado nocturno era fruto de brujas y hechiceros, dedicados a agitar cadenas y a fabricar calderos para sus maléficas pociones. La realidad era bien distinta y es que allí lo que se hacía era falsificar dinero.
Algo que tampoco gustaba a los abades del monasterio. No por el dinero —que también—, sino porque Trasmoz era un territorio laico donde habitaban cristianos, musulmanes y judíos. De ahí también agitar ese fantasma de brujería y maledicencias, que impulsó a que el monasterio demandase al obispo de Tarazona la excomunión de Trasmoz.
Dicho y hecho, por voz del papa Julio II, que en 1511 excomulgó a Trasmoz, debido a las continuas disputas en la zona con los señores de Trasmoz. No obstante, pocos años después, el castillo se incendió y fue posteriormente abandonado.
Qué ver en Trasmoz
Eso no significa que Trasmoz, a apenas 10 kilómetros de Veruela, a unos 20 kilómetros de Tarazona y también muy cerca de Borja no tenga nada que enseñar. De hecho, la ironía regresa con una sencilla iglesia gótica, bajo la advocación de la Virgen de la Huerta, erigida a mediados del siglo XIII, de la que se conservan la fachada, siendo ya del siglo XVI el resto de la construcción.
Muy cerca se encuentran los restos del castillo de Trasmoz, que hoy acoge en su interior el Museo de la Torre, el Caballero y la Brujería, uno de los pocos museos dedicados a tal fin en nuestro país, alimentado con las supersticiones locales.
También Trasmoz aparece citado en la obra Desde mi celda, del poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, que quedó impactado por las leyendas aragonesas durante su estancia en el Monasterio de Veruela. Ya sin supercherías, Trasmoz es además un pueblo con su encanto, encaramado en las faldas del Moncayo.
No lejos de él, como decimos, se puede visitar el Monasterio de Veruela, así como el castillo-palacio de Bulbuente —convertido en hotel— o aproximarse a Tarazona para descubrir la imponente catedral de Santa María de la Huerta.
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