Negar que en España, en general, se come de maravilla, no solo sería mentir, sino también tirar piedras contra nuestro propio tejado. Desde tiempos inmemoriales, la gastronomía ha sido uno de los motores culturales y turísticos de nuestro país.
De hecho, es posible que conceptos como la alta cocina o las estrellas Michelin no hayan sido el modus operandi habitual de los restaurantes, bares, cafeterías o tabernas españolas. Más bien, todo lo contrario, ya que éramos un país de barra, de taburete y de tirar las servilletas al suelo.
Caracterizada a nuestra cocina por ser popular, asequible y, sobre todo, muy vinculada al mundo de las tascas y las tabernas, la realidad culinaria española siempre ha estado muy asociada al universo de los bares. En torno a ellos ha florecido una cultura hostelera que incluso ha permitido que determinadas calles se hayan convertido en auténticos epicentros de la gastronomía.
Es evidente que cada ciudad, barrio o pueblo va a poner en el mapa a su localidad, explicando que allí es donde mejor se come. Un riojano dirá que la calle más gastronómica de España es la Laurel (donde se comen los mejores pinchos de Logroño). Un ovetense lo fiará a la calle Gascona. Alguien de Salamanca apostará por la Van Dyck o un zaragozano hará apostolado por El Tubo.
Incluso puede que un madrileño, si es lo suficientemente moderno y chic, considere la calle Ponzano como la calle más gastronómica de España. Aunque en ese sentido habría que ver si los restaurantes de la calle Jorge Juan opinan lo mismo.
Lo que sí es evidente, incluso para los turistas, es que hay una calle que es "un festín gastronómico único en el mundo". Tanto como para que en apenas 150 metros haya 80 bares, restaurantes y tabernas. Un ritmo hostelero difícilmente comparable con ninguna otra ciudad del mundo.
Hablamos de la Rua do Franco, en el centro de Santiago de Compostela, plagada de edificios históricos de piedra y balconadas de hierro forjado donde, como es habitual, los reyes del mambo culinario son los mariscos gallegos.
Pulpo, mejillones, almejas, percebes y todo tipo de crustáceos se dan cita en esta calle donde coinciden turistas, viajeros y peregrinos donde también suelen verse empanadas, platos combinados, bocadillos e, incluso, algún restaurante que coquetea con la parrilla y con una cocina más elevada.
Imágenes | Santiago Turismo