La accesibilidad es una de las claves de esta zona del Alentejo Litoral
En unos pocos años, la localidad portuguesa de Comporta, en la zona del Alentejo Litoral, se ha convertido en un destino de moda para el turismo portugués e internacional, llenándose de clientes, especialmente estadounidenses, que cruzan el Atlántico para disfrutar de estos arenales.
A apenas una hora y veinte en carretera desde Lisboa, Comporta pertenece oficialmente al distrito de Sétubal, que está enmarcado dentro de la región del Alentejo, y supone un soplo de aire fresco para el panorama luso en cuanto a turismo sin masificar, en contraposición a lo que sucede con Algarve o, incluso, con la parte norte de Sétubal.
Sin embargo, no vengo solo a contaros que la playa de Comporta, con más de sesenta kilómetros de longitud, es uno de los arenales que más me han sorprendido en los últimos años.
Tampoco a contaros cómo Portugal se toma muy en serio la ley de costas y está protegiendo la zona de Comporta, Melides y Alcácer do Sal para que las construcciones no estén en primera línea de playa y para que las de interior tampoco supongan aberraciones urbanísticas, habiendo aprendido también nuestros vecinos de ese ejemplo turístico desmedido que ha hecho del Algarve su particular Benidorm.
Lo que vengo a contaros, como familiar de una persona con movilidad reducida, es que he flipado con un detalle que, por ley, tienen todas las playas portuguesas y que me parece un básico para tener en cuenta al garantizar el acceso a todas las personas a los arenales.
También como ejemplo de civismo de un país donde no convierten algo gratuito en un pretexto, aparentemente, para acabar haciéndose amigos de lo ajeno. Lo que he visto en la playa de Comporta es que hay un compromiso en lo público privado donde, en caso de conceder parte de la playa a un operador privado, éste debe respetar ciertos mínimos que garanticen el acceso y la limpieza.
Justo lo que sucede en Sublime Comporta Beach Club, el restaurante y coctelería que el hotel Sublime Comporta tiene a pie de playa, y que ejerce como concesionario de un pequeño espacio en este arenal en el que, por ley, está obligado a prestar varios servicios comunitarios.
Uno de ellos es que, a pesar de poder contar con tumbonas privadas, destinadas a sus clientes, debe ofrecer la misma cantidad de tumbonas para uso público. Aparte de eso, que no fue lo que más me sorprendió, me chocó constatar que han de extender pequeños caminos de madera para que una silla de ruedas pueda llegar hasta la zona de tumbonas, permitiendo que las personas que deban utilizarlas tengan acceso a las instalaciones.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue comprobar cómo, por ley, los concesionarios deben poner a disposición del público lo que se denominan 'muletas anfibias', un tipo de muleta que permite una mayor estabilidad en terrenos húmedos e irregulares como la arena de la playa, y que es algo que echo en falta en España.
Imágenes | Flickr/André Vasconcelos / Jaime de las Heras
Ver todos los comentarios en https://www.directoalpaladar.com
VER Comentarios