Una aventura de cuatro amigas se ha convertido en un evento masivo que ha obligado a las autoridades a tomar medidas
A nadie se le escapa que en China determinadas libertades individuales no abundan. Convertido en un híbrido económico de algo que se podría definir como capitalismo de estado, la realidad del gigante asiático es un complicadísimo esquema de intervencionismo, actividad privada y, como es lógico, sus propias reglas del juego que hacen impensable que el modelo fuera extrapolable a otros países.
Como es evidente, a medida que el nivel de bienestar de una sociedad aumenta –y el nivel chino lo ha hecho, aunque no a la misma velocidad–, las exigencias sociales suelen decrecer. Especialmente si el estado tiene un monopolio de la violencia con el que dispersar manifestaciones que considere contrarias a sus intereses, ya sea políticos o económicos, aunque lo más habitual es que ambos conceptos vayan de la mano.
Tanto como para comprobar que en los últimos meses se ha producido un clamor popular, cercano a la manifestación, que involucra a varios miles de estudiantes chinos. Enfervorecidos y de noche, son casi 200.000 los jóvenes que recorren los más de 45 kilómetros que separan las ciudades de Zhengzhou y Kaifeng en sus bicicleta.
Sin embargo, no piden abolir la pena de muerte, por ejemplo. Tampoco están allí para luchar por los derechos medioambientales. No están, tampoco, exigiendo el reconocimiento del Tíbet como un estado independiente. Podríamos seguir ad eternum con los 'tampoco' que hacen que China no sea precisamente un país muy cualificado para hablar de derechos humanos, medioambientales o animales.
Lo que hacen estos varios miles de avezados ciclistas es subirse en una moda que las redes sociales alentaron y que les llevan cada noche a saturar el carril bici que conecta Zhengzhou con Kaifeng, una ciudad que se ha convertido en la meca de los dumplings.
Conocida como Night Riding Army por su traducción al inglés, son cada noche (especialmente los fines de semana) varios miles de jóvenes universitarios los que se suben sobre sus bicis y ponen rumbo a Kaifeng para, aun bloqueando la autopista que separa ambas ciudades, hincharse a dumplings.
La moda surgió a primeros de junio cuando cuatro chicas, ávidas de catar los guantangbao de Kaifeng, iniciaron este peregrinaje que se ha ido convirtiendo en una tendencia en redes sociales hasta el punto de comprobar cómo hay algunas noches en las que el carril bici no da abasto y los estudiantes pedalean incluso en la autopista.
La medida ha llegado al punto que las autoridades chinas han tomado medidas como cortar el uso del carril bici desde las cuatro de la tarde del sábado hasta el mediodía del domingo, el momento en que los universitarios se echaban a las calles para pedalear y perseguir guantangbao.
El problema, más allá de cualquier sentido ético o moral de ver el absurdo generacional al que nos enfrentamos, está en que a las autoridades de Kaifeng –y a sus vecinos– les hace poca gracia que hordas de jóvenes en bicicleta aparquen de cualquier manera cuando llegan allí.
También que muchos trabajadores, dependientes en Zhengzhou de estas bicicletas de alquiler público, no puedan hacer uso de ellas de manera normal en fin de semana porque la mayor parte están en poder de estos perseguidores de empanadillas.
"Los jóvenes necesitan pasión, pero también seguridad", explicaba el ayuntamiento de Kaifeng, como reproduce China Daily, para instar a los jóvenes a que eviten circular en grandes grupos. Mientras tanto, la rueda china de capitalismo de estado y redes sociales sigue girando.
Imágenes | China Daily
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