Moët & Chandon es el champán más vendido del mundo. Es gracias a Napoleón Bonaparte

Son casi 300 los años que está a punto de cumplir la bodega Moët & Chandon. Sin embargo, quizá no sea éste el dato más espectacular de una maison que extiende su presencia por los cinco continentes y que ha contribuido a democratizar el champagne.

29 millones de botellas se venden cada año de Moët & Chandon por todo el mundo. A años luz de la segunda marca más vendida, con los 18 millones de botellas que Veuve Clicquot, una marca 'hermana', despacha anualmente. Sus botellas, con esa discreta pajarita y la palabra Moët en el cuello, aparecen en restaurantes y hoteles de 150 países por todo el mundo, y sus sellos, incluidas referencias como Grand Vintage, se descorchan en los restaurantes más prestigiosos del globo.

Distintas burbujas, pero mismo cesto, pues ambas son las puertas de entrada del universo espumoso del grupo LVMH (Louis Vuitton Moët Hennesy), un conglomerado del lujo que es hoy propietario de marcas como estos champagnes, además de Krug, Dom Pérignon o Ruinart, y de marcas de moda y alta perfumería como Christian Dior, Loewe, Givenchy o Acqua di Parma.

Entre medias, 270 años en los que la marca ha pasado por guerras mundiales —y muchas más, claro—, por la crisis de la filoxera, por ser el emblema de Napoleón o por ser, incluso, un elemento fundamental durante la Resistencia contra los nazis. Todo para ser hoy un referente del lujo y el champán más vendido del mundo.

Épernay, el epicentro del universo Moët

Ya en la época romana, los rincones de la región de Champagne eran conocidos por sus vinos. Como es lógico, poco o nada tenían que ver con el champán que hoy se consume. De hecho, ni tenían nada que ver con el champán, accidente descubierto por el fraile Pierre Pérignon, que se empezó a elaborar a finales del siglo XVII.

Fue allí, en Épernay, en el nordeste de Francia, antigua región de Champaña-Ardenas, donde Claude Moët puso la primera piedra de esta maison legendaria que surtía a la nobleza francesa de ese creciente espumoso al que por casualidad llegó Pierre Pérignon en 1693, con aquellos vinos que se 'arrebataban' y hacían una segunda fermentación que, sin embargo, resultó ser el antecesor de lo que hoy es el champán moderno.

Los procesos han variado, evidentemente, pero de aquel vino espumoso y dulzón —se añadía azúcar para lograr la segunda fermentación— se hizo eco la alta sociedad francesa. A ella se dirigió Claude Moët con ese pequeño negocio familiar, elaborando vinos con burbuja tal y como había descubierto aquel fraile que luego pasaría a la historia.

Sin embargo, sería Jean-Rémy Moët, nieto de Claude quien amplió unos horizontes que pasaban por buscar más viñedo —de hecho, el mejor— y por extender sus tentáculos comerciales hasta alturas inimaginables como las del propio Napoleón.

Napoléon y la alta aristocracia

Jean-Rémy llegó en 1792 a hacerse los cargos de la maison, diez años después de haber coincidido con Napoleón Bonaparte en la academia militar de Brienne-le-Château, donde Moët vendía sus vinos. Aquella relación se mantendría con el tiempo, a pesar de la juventud de Bonaparte, que ya convertido en militar y político mantendría su adhesión inquebrantable a los Moët, sobre todo cuando en 1794, ya convertido en uno de los líderes militares de la Revolución Francesa, Bonaparte

Tanto es así que en 1801, Napoleón visitó Épernay y se alojó en la finca de los Moët, además de ser 'embajador' del champán de su amigo Jean-Rémy, lo que posibilitó el crecimiento exponencial de Moët en los círculos más selectos de Francia.

Como honra, Jean-Rémy además erigió una réplica del palacio del Gran Trianón de Versalles para Napoleón y Josefina, su primera esposa, cuando Bonaparte acudía por la finca. Sin embargo, el idilio duró poco, como sabemos; Napoleón abdicó en 1814, en medio de las devastadoras Guerras Napoleónicas.

No obstante, el champán seguía brillando, aunque en el denuedo de las guerras de la Coalición, las bodegas de Champagne sufrieron en sus carnes el botín de guerra, siendo Moët una de las más sometidas, ya que se robaron más de 600.000 botellas. La curiosidad, como podía resultar evidente, es que aún así las clases más pudientes de Europa comenzaron a conocer más y más el champán, y aquel nombre corto y sonoro, seguiría llenando copas años más tarde.

De filoxeras y la 'Résistance'

Durante todo el siglo XIX, el champán siguió creciendo y es también en este siglo cuando encontramos dos de los grandes hitos de la maison. El negocio iba al alza, se crea el famoso Brut Imperial —como homenaje a Bonaparte— en 1869, cuando se celebra el centenario del nacimiento de Napoleón, que es en la actualidad el champán más vendido del mundo y, sobre todo, se añade un apellido a la casa.

Aparece Pierre Chandon, yerno de Jean-Rémy, y Victor Moët, que suponen la tercera generación de la familia, poniéndose al frente en 1842. Entre sus hitos, crear el primer champán de añada (en 1842) o expandir el negocio, adquiriendo 350 hectáreas más de viñedo, entre lo más selecto de la zona, para continuar con su crecimiento.

Las galerías de Moët & Chandon están a una profundidad de entre 10 y 30 metros bajo el suelo y se extienden por más de 28 kilómetros de laberintos subterráneos.

Para poner en relación los éxitos, Moët pasa de vender algo más de 160.000 botellas en 1848 a vender 2,5 millones en 1869, aumentando también la superficie de viñedo hasta las casi 450 hectáreas a finales del siglo XIX. A ellos les sucedieron hijos de ambos, por un lado Gabriel y Paul, herederos de Pierre Chandon, y Camille-Victor Auban por el lado Moët, que serían, junto a Raoul —recordemos este nombre— y Gaston, hijos de Paul Chandon, los que capotearían esa crisis.

Moët & Chandon es el mayor propietario de viñedos en Champagne.

Para el que sepa de vino, también sabrá que los últimos compases del siglo XIX resultan devastadores. Aparece la plaga de la filoxera y Champagne no se libra. No es la más afectada ni la primera, pero esa epidemia que extermina el viñedo europeo también llegó. Se cifra en 1890 la aparición, casi 30 años después de su llegada en la zona de Burdeos, lo que permitió a Champagne trabajar en la respuesta. Aun así, el efecto fue igualmente cruento: los mejores viñedos echados a perder, menos cepas y la imposibilidad de atender a una oferta que seguía exigiendo champán.

Sólo el trabajo de Raoul Chandon de Briailles, nieto de Pierre, y sexta generación de la empresa familiar consiguió poner remedio a esa voraz filoxera. Gracias al tiempo ganado, Raoul pudo implementar en Champagne técnicas como el portainjerto o diversos tratamientos como el azufre o el potasio, únicos remedios que se demostraron eficaces contra este pulgón.

Moët & Chandon Grand Vintage 2015

El agua al cuello, de nuevo, cuando despunta el siglo XX. Champagne y la zona nordeste de Francia es un escenario especialmente despiadado en la Primera Guerra Mundial. Viñedo replantado que vuelve a desaparecer y mano de obra escasa, concentrada en el esfuerzo bélico, también dinamitan los esfuerzos de una maison que, sin embargo, en esta época sacará a luz uno de sus grandes tesoros: Dom Pérignon.

Luchar por un nombre y la consagración del siglo XXI

Las uvas principales con las que elaboran sus champanes son la chardonnay, la pinot noir y la uva, estas dos últimas siendo variedades tintas.

Champagne lucha no sólo contra enemigos visibles, sino también contra la popularización de un término que permite hace vino de estilo 'champenoise' por toda Europa. Hasta que llega la AOC Champagne e impide que en el resto del mundo se puedan etiquetar como 'champán' los vinos que no sean de aquí.

También se pulen los estilos del vino, se presta más atención a la selección de la uva y Moët & Chandon hace más hincapié en la elección de los viñedos. Así llega, tras las dos guerras mundiales, a ser el mayor propietario de viñas de la región y también los poseedores de más grands crus y premieres crus, la categoría de viñedos más selecta de la zona, extendiéndose sus cultivos por la Montaña de Reims, la Côte des Blancs, el Valle del Marne, Sézanne y Aube.

Las vendimias en Moët & Chandon se realizan a mano.

Sin embargo, la maison dejará de ser un negocio familiar. Entra en escena Robert-Jean de Vogüé, un revolucionario dentro del champán (curiosamente, emparentado con los Moët por Victor Auban) y uno de los hombres que peleó por el sello de la denominación de origen y por esa profesionalización del sector.

Entra en Moët & Chandon en 1936, tras varios años trabajando en la zona, y no dejará el puesto hasta 1972, año de su fallecimiento. Será él quien convierta la empresa en una sociedad anónima, también quien adquiera Ruinart o Mercier, además del impulsor de la compra del cognac Hennesy.

Más adelante, ya convertido en emporio de las bebidas alcohólicas, Moët & Chandon se fusionaría con Louis Vuitton en 1987, dando pie al grupo LVMH que hoy es estándar del lujo mundial donde el champán, la alta perfumería o la marroquinería coexisten.

Moët & Chandon Brut Impérial

Será bajo ese paraguas cuando Moët & Chandon se consolide. 1.200 hectáreas de viñedo, 29 millones de botellas de champán vendidas, presencia en 150 países de todo el mundo y facturaciones que llegan a los 100 millones de euros anuales. Hasta la pandemia, donde el cierre de hoteles y restaurantes, el motor de propulsión del champán, lastró los beneficios y de las que hoy se recupera. Total, qué es una pandemia más sino una muesca más en el revolver de una maison que lleva haciendo vino desde hace 280 años.

Imágenes | Moët & Chandon /

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