Prodigio arquitectónico de su época, supone todo un hito militar dentro de las fortificaciones de la Antigüedad
Recorrer España supone encontrarse con un rico patrimonio romano que nos transporta dos milenios atrás. Los acueductos, teatros, circos y calzadas salpican nuestra geografía como testigos mudos de aquella época. Sin embargo, pocas murallas defensivas han sobrevivido en nuestro territorio. Durante siglos, guerras y abandono han destruido la mayoría de estas fortificaciones, tanto romanas como medievales.
Majestuosa y desafiante, la muralla romana de Lugo emerge como una joya única en el mundo. Este monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, mantiene intacto todo su perímetro original de 2.117 metros. Todo comenzó en el siglo III d.C., durante el reinado del emperador Aureliano, cuando Lucus Augusti (actual Lugo) era una importante ciudad administrativa del Imperio Romano.
A diferencia de otras fortificaciones romanas, esta muralla debe su supervivencia a una peculiar combinación de factores históricos y geográficos. Galicia permaneció relativamente aislada durante las grandes guerras que asolaron la península, evitando así bombardeos y asedios destructivos.
Además, la población lucense nunca abandonó el recinto amurallado, manteniendo y reparando la estructura como parte vital de su vida cotidiana. Este uso continuado, unido a la calidad de su construcción y a la abundancia de materiales locales para su mantenimiento, permitió su extraordinaria preservación.
Cualquier visitante puede recorrer todo el adarve de la muralla a pie, contemplando la ciudad desde las alturas. Un paseo circular permite admirar el casco histórico por un lado y la ciudad moderna por otro. Imponente incluso hoy, la estructura alcanza los 12 metros de altura y su anchura oscila entre los 4,2 y los 7 metros.
Originalmente existían cinco puertas romanas, aunque actualmente la muralla cuenta con diez accesos. Entre todas destaca la Porta Miñá, también conocida como Porta do Carme, por conservar su estructura original romana. Igualmente notables resultan la Porta Santiago y la Porta Nova, testigos del trasiego de mercaderes y viajeros de hace dos milenios.
Maestros constructores romanos utilizaron principalmente pizarra, granito y materiales locales para erigir esta fortaleza. Su técnica combinaba dos paramentos externos de sillares con un relleno interior de opus caementicium, un hormigón romano de extraordinaria dureza. Precisamente esta solidez constructiva explica su excepcional estado de conservación.
Distribuidos cada 15 metros aproximadamente, 85 torreones semicirculares completan esta obra defensiva. Cada torreón servía como punto de vigilancia y refuerzo defensivo, albergando pequeñas estancias que los soldados utilizaban como almacenes y puestos de guardia.
Para completar el sistema defensivo, un foso exterior, hoy desaparecido, dificultaba el acceso de posibles atacantes. Gracias a excavaciones arqueológicas, sabemos que la muralla se construyó sobre los cimientos de una fortificación anterior del siglo I d.C., más modesta en dimensiones.
Apasionados de la historia romana encontrarán en Lugo un destino fascinante. Dentro del Centro de Interpretación de la Muralla, explicaciones detalladas revelan secretos sobre su construcción y evolución histórica. Además, guías especializados ofrecen visitas en varios idiomas para descubrir curiosidades de esta fortificación milenaria.
Durante las fiestas del Arde Lucus, en junio, surge el momento perfecto para visitar la muralla. Miles de personas transforman la ciudad en una urbe romana, con mercados, representaciones teatrales y habitantes vestidos de época. Con gran fidelidad histórica, vecinos y visitantes recrean la vida cotidiana de Lucus Augusti.
Combinando historia y aventura, este viaje puede completarse con otras joyas del patrimonio romano en Galicia. A pocas horas encontramos la Torre de Hércules en A Coruña, único faro romano en funcionamiento del mundo. Mientras tanto, las termas de Lugo, junto al río Miño, permiten disfrutar de sus aguas termales como hacían los romanos.
Resistiendo al paso del tiempo, la muralla romana de Lugo representa un testimonio excepcional del poderío y la capacidad técnica del Imperio Romano. Su perfecta conservación nos permite caminar hoy sobre las mismas piedras que pisaron los legionarios hace casi dos mil años. Sin duda, esta fortificación constituye un ejemplo único de la arquitectura militar romana y un símbolo de identidad para la ciudad de Lugo.
Imágenes | Deputación de Lugo / Xunta de Galicia
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