Un clásico en la parte más occidental de la provincia
Los pueblos de la Sierra de Gredos se llevan la fama cuando se habla de destinos con encanto en la provincia de Ávila. No es para menos: montañas imponentes, gargantas de aguas cristalinas y paisajes de postal hacen de esta sierra uno de los lugares más visitados de Castilla y León.
Sin embargo, hay rincones que, sin estar dentro de Gredos, merecen igual o más reconocimiento. Pueblos como Arévalo, con su impresionante castillo y su historia mudéjar, o Madrigal de las Altas Torres, cuna de Isabel la Católica, demuestran que Ávila es mucho más que su sierra más conocida.
Entre estos tesoros escondidos está Bonilla de la Sierra, un pueblo que parece sacado de un libro de historia y que se alza en pleno Valle del Corneja, al abrigo de la Sierra de Villafranca. Bonilla de la Sierra es un lugar que sorprende desde el primer momento. Aunque su nombre no resuene tanto como el de otros pueblos de la provincia, su belleza es innegable.
Su casco histórico mantiene la esencia medieval, con calles empedradas, casonas de piedra y un ambiente que transporta a otra época. Su ubicación, en el extremo occidental de la provincia, le otorga un paisaje sereno y abierto, con prados verdes en primavera y una calma que pocos destinos pueden igualar.Uno de sus grandes atractivos es su castillo, que se alza sobre la villa como un recordatorio de su pasado señorial.
La fortaleza, construida en el siglo XIV, fue residencia de obispos y un enclave estratégico durante la Edad Media. Aunque no se conserva en su totalidad, sus restos siguen impresionando a quienes lo visitan. Junto a él, la iglesia colegiata de San Martín es otra joya del pueblo.
Su imponente arquitectura gótica y su amplio pórtico recuerdan la importancia que tuvo Bonilla en tiempos pasados. En su interior, destacan las bóvedas de crucería y su magnífica sillería, una muestra del esplendor que vivió la villa cuando fue residencia episcopal.
Pero Bonilla de la Sierra no es solo historia y patrimonio. La naturaleza que la rodea invita a pasear y desconectar. El Valle del Corneja, en el que se encuentra, es un paisaje de suaves colinas y campos abiertos, ideal para rutas de senderismo o simplemente para disfrutar de la tranquilidad. En otoño, los colores dorados de los árboles contrastan con los tonos ocres de las casas del pueblo, convirtiéndolo en un destino perfecto para una escapada relajante.
Llegar a Bonilla de la Sierra desde Madrid es sencillo. Basta con tomar la A-6 en dirección a Ávila y, una vez pasada la ciudad, seguir por la N-110 hasta Piedrahíta. Desde allí, una carretera local conduce directamente al pueblo. En total, el trayecto dura aproximadamente dos horas y media, lo que lo convierte en una opción ideal para una excursión de un día o un fin de semana.
Aunque cualquier época del año es buena para visitarlo, el otoño y la primavera son especialmente recomendables. En primavera, el valle se llena de vida, con campos florecidos y temperaturas suaves. En otoño, el pueblo se viste con los colores más cálidos, y la tranquilidad de sus calles se convierte en su mayor encanto.
Además, en verano se celebran algunas festividades locales, que permiten conocer mejor sus tradiciones y disfrutar de la hospitalidad de sus habitantes. Bonilla de la Sierra es uno de esos lugares que sorprenden a quien se anima a descubrirlo.
Un pueblo con historia, con un entorno natural privilegiado y con el encanto de esos rincones que han sabido conservar su esencia con el paso del tiempo. No es Gredos, pero tiene todo lo necesario para enamorar a quien lo visite.
Imágenes | Turismo de Castilla y León / Ayuntamiento de Bonilla de la Sierra
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