Con sus pequeñas dimensiones y una historia reciente tumultuosa, situado entre vecinos de mayor renombre, no es extraño que Montenegro sea uno de los países más desconocidos de Europa. Y, sin embargo, este rincón del Báltico se alza como uno de los destinos más recomendables del viejo continente para quien busque una escapa lejos de las masificaciones más turísticas.
A pesar de que el turismo está repuntando en el país, que cada vez cuenta con mejores comunicaciones, conexiones y vuelos internacionales, todavía es Montenegro uno de esos escasos países europeos por descubrir antes de que se convierta en el nuevo viaje de moda. Y méritos no le faltan para situarse en el mapa.
Será pequeño en dimensiones, pero no en riqueza y variedad de paisajes para todos los gustos. Hermosas playas con aguas azules, bahías y cuevas, bosques y montañas con parques naturales, pueblos medievales que parecen salidos de cuento, ciudades cosmopolitas llenas de encanto, innumerables monumentos y huellas de su patrimonio histórico, una gastronomía mediterránea exquisita y arte a raudales, este país del Adriático lo tiene todo.
La riqueza de su impresionante naturaleza responde al perfil altamente montañoso de casi todo su territorio, salpicado de frondosos bosques, valles, cañones y lagos, que contrasta en armonía con las playas de gran belleza que incluso recuerdan a los fiordos noruegos o las rías gallegas al adentrarse sus aguas en la tierra y dibujar el perfil de muchas villas marineras, con numerosos islotes, acantilados, cuevas y bahías donde practicar todo tipo de actividades.
Su capital es Podgorica, pero más atractiva para el visitante es la ciudad costera de Kotor, parada habitual de cruceros que cruzan su fiordo y que ofrece unas panorámicas increíbles a la bahía desde sus murallas medievales. Patrimonio de la Humanidad desde 1979, su arquitectura recuerda a Venecia y es un buen punto de partida para hacer excursiones en barco por las aguas limpias, descubrir la Cueva Azul o acercarse a los encantadores pueblos cercanos.
Herceg Novi, Risan, Perast o Cetinje, ya en el interior, conservan su encanto medieval pero renovado, con calles de piedra, palacios, conventos, callejones románticos, murallas que se abren al mar, mosaicos romanos y otros muchos monumentos, en un perfecto equilibrio entre la conservación de su patrimonio histórico y la vida contemporánea.
Los amantes de la naturaleza también tienen mucho por disfrutar en Montenegro gracias a la riqueza paisajística de su interior. Destacan parques nacionales como el Parque Nacional de Durmitor, con un gran cañón solo superado por el del Colorado, el colorido lago Skadar, en la frontera con Albania, o el Slansko, la mayor reserva de agua dulce de los Balcanes y un diamante en bruto para los apasionados de las aves, donde viven más de 250 especies diferentes.
No hay que olvidar tampoco uno de los monumentos más visitados por los propios montenegrinos, el monasterio de Ostrog, encastrado en una roca de la montaña, ni los numerosos viñedos y bodegas que seducirán a los que busquen descubrir nuevos vinos acompañados de buena cocina mediterránea. Desde esquí en invierno hasta rafting, paddle surf, submarinismo, senderismo o descenso de aguas bravas, también hay actividades más de turismo activo para quien busque algo más que cultura y excursiones en barco.
GUÍA DE VIAJE DE MONTENEGRO 2024: Revelando Montenegro: un viaje a través de gemas ocultas y maravillas culturales (Spanish edition)
Fotos | Unsplash/Faruk Kaymak - Radik Sitdikov - Shant Dem
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